La paradoja atómica: razones para ayudar a Ucrania, CARLOS
ALBERTO MONTANER 21/01/23
El presidente de
Ucrania, Volodimir Zelensky, interviene ante el Grupo de Contacto. EFE
El
presidente ucraniano, Volodimir Zelensky,
está pidiendo el agua por señas. Ese es un cubanismo que quiere decir que
«carece de recursos». Le están destruyendo su país y demanda un cierto número
de carros de combate alemanes Leopard, el mejor del mundo, para intentar
evitarlo. Los
alemanes se lo están pensando.
Cada
día que pasa mueren más civiles, incluidos niños. Por la otra punta, los rusos
les están indicando a los alemanes que este invierno será particularmente
amargo si entrega los Leopard. Desde el ángulo de Moscú se vería como una
traición a viejos compromisos de los alemanes. Al fin y al cabo, Zelensky interrumpió su muy exitosa carrera de cómico, y llegó al
poder en Ucrania para combatir la corrupción, y ha
tenido que enfrentarse a una militarmente poderosa vecina: Rusia.
Ya
conté que Zelenski era un actor cómico. Su profesión es hacer reír a la gente.
Los políticos habituales las hacen llorar con los impuestos y con la
corrupción. Ello hace que Ucrania tenga que tomar decisiones incómodas, como la de solicitar los tanques Leopard: de las que fomentan las lágrimas.
Solo
recuerdo a dos políticos que previamente han sido actores profesionales: Ronald Reagan (1981-1989), al frente de Estados
Unidos y Jimmy Morales, presidente de Guatemala (2016-2020).
Generalmente, han sido militares y abogados, con uno que otro médico, como
ocurrió en Cuba con el Dr. Ramón Grau y
en Chile con el Dr. Salvador Allende.
Vladimir Putin, un ex teniente
coronel del KGB, a quien no se le ocurrió otra cosa que
acusar de antisemita a Zelenskiy para ganarse el apoyo instantáneo del mundo y
desatar la invasión contra Ucrania. Zelenski es judío, no religioso, como la
mitad de los judíos, nació en 1978, y perdió una serie de parientes durante el
Holocausto y los pogromos. La mentira dicha por Putin, sencillamente, no
funcionó. Como fue concebida para agredir a su vecino en un descarado plan para
reconstruir el perímetro de influencia del Kremlin en la época en la que
existía la URSS, la mayor parte de las naciones votaron en la ONU urgiendo a
Moscú que se marchara de Ucrania cuanto antes: 141 países de 193, frente a las
cuatro naciones sospechosas de siempre: Corea del Norte, Siria, Bielorrusia y
Eritrea, más Rusia, claro. Treinta se abstuvieron y 27 ni siquiera estuvieron
allí durante la votación.
Hace
muchos años el profesor de la Universidad de Georgetown, José Sorzano, embajador alterno de EEUU ante la
ONU (la titular era la embajadora Jeane Kirkpatrick y
el gobierno era presidido por Ronald Reagan), le oí decir de la que URSS era
«una especie de Bangladesh con cohetes atómicos». Parece que tenía razón.
La
URSS contaba con todos los problemas del Tercer Mundo, menos en la industria
aeroespacial y en el terreno de las armas nucleares. Pero mantener esas dos
ventajas comparativas requerían que la tensión liquidara un esfuerzo que se
pudiera haber hecho en otra dirección. A diferente escala, es lo que sucede con
Corea del Norte. Haber descubierto este desequilibrio le sirvió al tándem
Reagan-Bush para arruinar a la URSS.
Detener
a Rusia significa que los Países Bálticos no sean los próximos. El hecho de que
estén en la OTAN no es garantía»
En
definitiva, hay tres razones para saludar y apoyar el inmenso sacrificio que
está haciendo Ucrania. En primer lugar, detener a Rusia significa que los
Países Bálticos no sean los próximos. El hecho de que estén dentro de la OTAN
no es garantía. No hay nada que alimente más el apetito imperial de Rusia que
el hecho de que pueda conquistar libremente Ucrania. La resistencia hasta ahora
es ejemplar. La libertad cuesta muy cara. Hay que pagar el precio entre todos.
En segundo lugar, a todos nos conviene que las armas rusas convencionales
demuestren en combate su inferioridad frente a las occidentales. En tercer
lugar, el alcance y precisión de los tanques Leopard 2 es superior a los rusos.
Los blindajes son mejores.
Los
motores occidentales resultan mucho mejores. Hay un ahorro en combustible lo
que los hace más económicos. El confort para el equipo humano que está dentro
del carro de guerra es insuperable, dado el poco espacio de que se dispone.
Pero, sobre todo, las miras térmicas de que disponen los hace muy efectivos
durante el día y la noche. Pueden lanzar un proyectil de 120 mm y, guiados por
el calor que despiden los tanques enemigos perseguirlos y hacer blanco en
ellos.
Ya
han dicho, el presidente y el primer ministro, ambos de Polonia y de nombres
impronunciables, que están dispuestos a incumplir el acuerdo con Alemania con
tal de transferir los tanques de guerra a Ucrania. No sé si esto es una
coartada para los alemanes, pero las autoridades de Polonia y Lituania están de
acuerdo en darle todo el apoyo a Ucrania.
Rusia
va a intentar, otra vez, el chantaje nuclear. Es un bluff. Seguro.
Los ingleses y los franceses, más los israelíes, que están dispuestos a borrar
del mapa a los reactores nucleares iraníes, no se van a perder la fiesta. Los
expertos hablan de la «paradoja atómica». De muy poco sirven las bombas
nucleares repetidas. Ingleses y franceses tienen la posibilidad de hacer blanco
en todas las ciudades de más de 20.000 habitantes. Hay que estar loco para
desatar esa guerra.
(De “El Independiente”, 23/01/2023)
He de confesar que cuando pienso y opino sobre el conflicto
ruso/ucraniano no puedo mantener la adecuada objetividad.
A mis condicionantes personales (esposa natural de Ucrania,
hijos y nietos nacidos en el país del Dnéper) se unen los muchos y auténticos
afectos y conocidos en ambas naciones, que, aun impulsándome a mantener el
equilibrio al escribir, me decantan por considerar que lo que viene haciendo
Rusia es un auténtico crimen de guerra mucho genocidio y mucha sinrazón,
basados en la doblez, la mentira y los tópicos de un imperio que fue y se
esfumó porque los zares ya fueron eliminados y los comunistas se han ido
apagando entre el bienestar del abusivo capitalismo.
Ha sido necesario un sátrapa como Putin, rodeado de la
oligarquía multimillonaria, y un pueblo bastante inculto, con muchas carencias
y manipulado por la propaganda oficial, para que, por el momento, parezca que
los rusos apoyan a su dictatorial presidente y el pueblo ucraniano no tiene más
remedio que refugiarse bajo el manto protector de su presidente Zelenskiy (un
cómico más sensato y a veces más heroico de lo que parece) y la esperanza
obligada en la Unión Europea y en los Estados Unidos de América, que permitan
la supervivencia como nación de lo que fue una parte importante de la URSS.
Putin ha embarcado a Rusia en mil y una aventuras bélicas
que han terminado en masacres y fracasos, como Chechenia, Afganistán,
Siria, y otras tantas, y lo ha hecho
porque a su corte de oligarcas conviene el conflicto para enriquecerse más aun,
al socaire de la falsa y patriótica razón de la recuperación de lo que fue una
nación (eso sí, bajo el yugo de la hoz y el martillo).
En esa dinámica, Ucrania está pudiendo defenderse de los
inhumanos e injustificados ataques de Rusia, usando los millones y el enorme
armamento que le facilitan sus protectores occidentales, pero sin poder rematar
su defensa y doblegar el loco e irracional ataque de los enemigos, que atacan y
matan con la excusa falsa de que son agredidos por los ucranianos.
¿A qué se debe que la guerra que se anunciaba de pocos días
dure ya tantos meses?
Rusia no se fía de sí misma y teme que, si se excede y
recurre al armamento nuclear, en ello vaya su propia destrucción. Y Ucrania
(mejor dicho, con los países que le apoyan) no quieren involucrarse más, pero
tampoco se apartan del conflicto.
Esto es, en fin, “el cuento de nunca acabar” y esta guerra
no parece tender a su final, y solamente se podría vislumbrar un final del
conflicto si se alcanza una paz basada en otro zarpazo de Rusia, que consolide
su ya consumada expoliación de Ucrania, y consagre la expropiación de las
regiones ucranianas de Donbass, Lugansk y Zaparozhya, más pro-rusas, y en las
que predomina el habla y las costumbres del país vecino.
¿Qué va a acontecer? ¡Chi lo sá!
Lo único y triste es que la guerra no tiene trazas de
terminarse y mientras tanto las gentes
sufren y mueren y la economía ucraniana (la de Rusia también) va sobreviviendo
de prestado mientras el capitalismo occidental apoya su supervivencia, a la
espera de incorporar la nación al poderío de occidente, o dicho de otra manera,
al poderío de los capitalistas occidentales. Y el hambre y la destrucción
siguen imperando, y el odio entre naciones llegaron a ser solamente una lacra
que se incrementa.
Mi bisabuela, tan íntegra y tan religiosa ella, acostumbraba a
decir ante los problemas sin aparente solución: “Solo queda rezar, y eso es
lo único que valdrá la pena”.
Ojala así fuera.
Por el momento no me sustraigo a mis querencias ucranianas y
proclamo de todo corazón “Slava Ukraini” (Gloria a Ucrania), “Geroyam
slava” (Gloria a los héroes).
“Nunca
existió una buena guerra ni una mala paz” Benjamín Franklin (1706-1790) Estadista y científico
estadounidense.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA