24 enero 2023

Ucrania: La guerra de nunca acabar. Rusia quiere y no puede. Europa y la OTAN pueden pero no quieren ni se atreven. El miedo se impone mientras la destrucción y la barbarie castigan al pueblo ucraniano

La paradoja atómica: razones para ayudar a Ucrania, CARLOS ALBERTO MONTANER 21/01/23


El presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, interviene ante el Grupo de Contacto. EFE

El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, está pidiendo el agua por señas. Ese es un cubanismo que quiere decir que «carece de recursos». Le están destruyendo su país y demanda un cierto número de carros de combate alemanes Leopard, el mejor del mundo, para intentar evitarlo. Los alemanes se lo están pensando.

Cada día que pasa mueren más civiles, incluidos niños. Por la otra punta, los rusos les están indicando a los alemanes que este invierno será particularmente amargo si entrega los Leopard. Desde el ángulo de Moscú se vería como una traición a viejos compromisos de los alemanes. Al fin y al cabo, Zelensky interrumpió su muy exitosa carrera de cómico, y llegó al poder en Ucrania para combatir la corrupción, y ha tenido que enfrentarse a una militarmente poderosa vecina: Rusia.

Ya conté que Zelenski era un actor cómico. Su profesión es hacer reír a la gente. Los políticos habituales las hacen llorar con los impuestos y con la corrupción. Ello hace que Ucrania tenga que tomar decisiones incómodas, como la de solicitar los tanques Leopard: de las que fomentan las lágrimas.

Solo recuerdo a dos políticos que previamente han sido actores profesionales: Ronald Reagan (1981-1989), al frente de Estados Unidos y Jimmy Morales, presidente de Guatemala (2016-2020). Generalmente, han sido militares y abogados, con uno que otro médico, como ocurrió en Cuba con el Dr. Ramón Grau y en Chile con el Dr. Salvador Allende.

Vladimir Putin, un ex teniente coronel del KGB, a quien no se le ocurrió otra cosa que acusar de antisemita a Zelenskiy para ganarse el apoyo instantáneo del mundo y desatar la invasión contra Ucrania. Zelenski es judío, no religioso, como la mitad de los judíos, nació en 1978, y perdió una serie de parientes durante el Holocausto y los pogromos. La mentira dicha por Putin, sencillamente, no funcionó. Como fue concebida para agredir a su vecino en un descarado plan para reconstruir el perímetro de influencia del Kremlin en la época en la que existía la URSS, la mayor parte de las naciones votaron en la ONU urgiendo a Moscú que se marchara de Ucrania cuanto antes: 141 países de 193, frente a las cuatro naciones sospechosas de siempre: Corea del Norte, Siria, Bielorrusia y Eritrea, más Rusia, claro. Treinta se abstuvieron y 27 ni siquiera estuvieron allí durante la votación.

Hace muchos años el profesor de la Universidad de Georgetown, José Sorzano, embajador alterno de EEUU ante la ONU (la titular era la embajadora Jeane Kirkpatrick y el gobierno era presidido por Ronald Reagan), le oí decir de la que URSS era «una especie de Bangladesh con cohetes atómicos». Parece que tenía razón.

La URSS contaba con todos los problemas del Tercer Mundo, menos en la industria aeroespacial y en el terreno de las armas nucleares. Pero mantener esas dos ventajas comparativas requerían que la tensión liquidara un esfuerzo que se pudiera haber hecho en otra dirección. A diferente escala, es lo que sucede con Corea del Norte. Haber descubierto este desequilibrio le sirvió al tándem Reagan-Bush para arruinar a la URSS.

Detener a Rusia significa que los Países Bálticos no sean los próximos. El hecho de que estén en la OTAN no es garantía»


En definitiva, hay tres razones para saludar y apoyar el inmenso sacrificio que está haciendo Ucrania. En primer lugar, detener a Rusia significa que los Países Bálticos no sean los próximos. El hecho de que estén dentro de la OTAN no es garantía. No hay nada que alimente más el apetito imperial de Rusia que el hecho de que pueda conquistar libremente Ucrania. La resistencia hasta ahora es ejemplar. La libertad cuesta muy cara. Hay que pagar el precio entre todos. En segundo lugar, a todos nos conviene que las armas rusas convencionales demuestren en combate su inferioridad frente a las occidentales. En tercer lugar, el alcance y precisión de los tanques Leopard 2 es superior a los rusos. Los blindajes son mejores.

Los motores occidentales resultan mucho mejores. Hay un ahorro en combustible lo que los hace más económicos. El confort para el equipo humano que está dentro del carro de guerra es insuperable, dado el poco espacio de que se dispone. Pero, sobre todo, las miras térmicas de que disponen los hace muy efectivos durante el día y la noche. Pueden lanzar un proyectil de 120 mm y, guiados por el calor que despiden los tanques enemigos perseguirlos y hacer blanco en ellos.

Ya han dicho, el presidente y el primer ministro, ambos de Polonia y de nombres impronunciables, que están dispuestos a incumplir el acuerdo con Alemania con tal de transferir los tanques de guerra a Ucrania. No sé si esto es una coartada para los alemanes, pero las autoridades de Polonia y Lituania están de acuerdo en darle todo el apoyo a Ucrania.

Rusia va a intentar, otra vez, el chantaje nuclear. Es un bluff. Seguro. Los ingleses y los franceses, más los israelíes, que están dispuestos a borrar del mapa a los reactores nucleares iraníes, no se van a perder la fiesta. Los expertos hablan de la «paradoja atómica». De muy poco sirven las bombas nucleares repetidas. Ingleses y franceses tienen la posibilidad de hacer blanco en todas las ciudades de más de 20.000 habitantes. Hay que estar loco para desatar esa guerra.

(De “El Independiente”, 23/01/2023)


He de confesar que cuando pienso y opino sobre el conflicto ruso/ucraniano no puedo mantener la adecuada objetividad.

A mis condicionantes personales (esposa natural de Ucrania, hijos y nietos nacidos en el país del Dnéper) se unen los muchos y auténticos afectos y conocidos en ambas naciones, que, aun impulsándome a mantener el equilibrio al escribir, me decantan por considerar que lo que viene haciendo Rusia es un auténtico crimen de guerra mucho genocidio y mucha sinrazón, basados en la doblez, la mentira y los tópicos de un imperio que fue y se esfumó porque los zares ya fueron eliminados y los comunistas se han ido apagando entre el bienestar del abusivo capitalismo.

Ha sido necesario un sátrapa como Putin, rodeado de la oligarquía multimillonaria, y un pueblo bastante inculto, con muchas carencias y manipulado por la propaganda oficial, para que, por el momento, parezca que los rusos apoyan a su dictatorial presidente y el pueblo ucraniano no tiene más remedio que refugiarse bajo el manto protector de su presidente Zelenskiy (un cómico más sensato y a veces más heroico de lo que parece) y la esperanza obligada en la Unión Europea y en los Estados Unidos de América, que permitan la supervivencia como nación de lo que fue una parte importante de la URSS.

Putin ha embarcado a Rusia en mil y una aventuras bélicas que han terminado en masacres y fracasos, como Chechenia, Afganistán, Siria,  y otras tantas, y lo ha hecho porque a su corte de oligarcas conviene el conflicto para enriquecerse más aun, al socaire de la falsa y patriótica razón de la recuperación de lo que fue una nación (eso sí, bajo el yugo de la hoz y el martillo).

En esa dinámica, Ucrania está pudiendo defenderse de los inhumanos e injustificados ataques de Rusia, usando los millones y el enorme armamento que le facilitan sus protectores occidentales, pero sin poder rematar su defensa y doblegar el loco e irracional ataque de los enemigos, que atacan y matan con la excusa falsa de que son agredidos por los ucranianos.

¿A qué se debe que la guerra que se anunciaba de pocos días dure ya tantos meses?

Rusia no se fía de sí misma y teme que, si se excede y recurre al armamento nuclear, en ello vaya su propia destrucción. Y Ucrania (mejor dicho, con los países que le apoyan) no quieren involucrarse más, pero tampoco se apartan del conflicto.

Esto es, en fin, “el cuento de nunca acabar” y esta guerra no parece tender a su final, y solamente se podría vislumbrar un final del conflicto si se alcanza una paz basada en otro zarpazo de Rusia, que consolide su ya consumada expoliación de Ucrania, y consagre la expropiación de las regiones ucranianas de Donbass, Lugansk y Zaparozhya, más pro-rusas, y en las que predomina el habla y las costumbres del país vecino.

¿Qué va a acontecer? ¡Chi lo sá!

Lo único y triste es que la guerra no tiene trazas de terminarse  y mientras tanto las gentes sufren y mueren y la economía ucraniana (la de Rusia también) va sobreviviendo de prestado mientras el capitalismo occidental apoya su supervivencia, a la espera de incorporar la nación al poderío de occidente, o dicho de otra manera, al poderío de los capitalistas occidentales. Y el hambre y la destrucción siguen imperando, y el odio entre naciones llegaron a ser solamente una lacra que se incrementa.

Mi bisabuela, tan íntegra y tan religiosa ella, acostumbraba a decir ante los problemas sin aparente solución: “Solo queda rezar, y eso es lo único que valdrá la pena”.

Ojala así fuera.

Por el momento no me sustraigo a mis querencias ucranianas y proclamo de todo corazón “Slava Ukraini” (Gloria a Ucrania), “Geroyam slava” (Gloria a los héroes).

Nunca existió una buena guerra ni una mala paz”  Benjamín Franklin (1706-1790) Estadista y científico estadounidense.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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