11 octubre 2022

Ucrania, martirizada por Rusia en una guerra salvaje, que Europa y la OTAN lamentan de palabra y no se atreven a cortar con energía


Quizás más de un lector se inclinará, en una lectura precipitada, a opinar que soy partidario de una guerra abierta y total en y por Ucrania.

Craso error pensar de manera simplista que el “si vis pacem para bellum” (si quieres la paz, prepara la guerra) se puede tomar en cuenta sin considerar la realidad patente en el país del Dniéper.

Muchos opinantes equiparan las acciones de Ucrania con las de Rusia, y así llegan a justificar malamente que Rusia reaccione ante las acciones defensivas y castigadoras de una Ucrania salvajemente destrozada.

Está claro que Putin y su constelación de generales genocidas solamente conciben el exterminio de Ucrania y sus pobladores, cual intentaron ya hacer en tantos países, como Afganistán, Georgia, Armenia, etcétera, sin más resultados que la muerte de millares de inocentes.

Putin se siente, por una parte, acorralado, en cuanto la guerra que concibió para una semana, va a durarle más de un semestre, sin resultados convincentes, y experimentando la destrucción de sus más icónicas

estructuras, cual el puente de Kerch, el que une el sur de Rusia con la expoliada Crimea.

Y ese Putin que roza lo irracional no ha encontrado más brutal represalia que atacar las principales ciudades de Ucrania, en zonas de civiles, destruyendo sin ton ni son edificios sin importancia estratégica y matando a cuantos civiles estaban por allí.

La barbarie ha vuelto a estremecer al mundo, y ha ocasionado el lamento y la reacción verbal de los países de occidente, incluidos USA y los miembros de la OTAN, pero en una línea de inefectiva tibieza, que en modo alguno va a disuadir al feroz oso que es Rusia, y más por miedo a la falta de suministros energéticos que de extinción del actual bienestar.

Basta contar en la vida, como a mí me acontece,  con familiares y amigos ucranianos y residentes en ese bello país (cuando aún permanecía incólume), para comprender que esos martirizados ciudadanos se sienten defraudados e indefensos cuando toda la reacción actuada para neutralizar la bestial acometida rusa, es la adopción de medidas económicas de tenue efectividad y el suministro de armas, a veces obsoletas, a veces inútiles.

En una palabra, los ucranianos, aunque agradecen la ayuda foránea, no alcanzan a  comprender que los países que dicen apoyarles lanzan el “bla, bla, bla” , pero no se atreven a actuar directamente contra la ferocidad ejercida desde el Kremlin, por el temor no infundado a una erupción nuclear.

Y es que la falsa prudencia está siendo en este caso el freno enemigo de la supervivencia, y de esta guisa

todo son “paños semi calientes” aplicados a la sanguinaria acción de los generales de Putin.

¿Quién es capaz de “ponerle el cascabel al gato”?

Invito al lector a que se tome la molestia de preguntar a cualquier ucraniano, conocido o no, pariente o no, amigo o no, si considera que Ucrania yerra al defenderse como puede de Rusia y si haría falta mayor dureza.

Puedo atestiguar, porque en mi familia hay miembros muy cercanos sufriendo el terror de los misiles y las bombas, el pánico de las muertes impensadas, las torturas de las carencias más elementales, que los pacíficos ucranianos no quieren otra cosa que seguir viviendo en paz, después de más de treinta años de independencia, y en ello empeñan su vida y su bienestar, movidos por un ansia patriótica de libertad que tal vez en nuestros países occidentales se ha trocado en hedonismo y tibieza.

Que Dios se apiade de Ucrania y le de la vida pacífica que bien merece, ¡porque si depende de la Unión Europea y de la OTAN…!

"La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran"

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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