06 abril 2022

El drama bélico de Ucrania: Rusia sigue imponiendo su belicismo genocida mientras Occidente, la Unión Europea y la NATO se excusan y permiten la aniquilación con su cobarde negligencia.


“Excusatio non petita, acusatio manifestat” es un apotegma o aforismo jurídico que define perfectamente la doblez de quien dice no afectarle un problema que debería afrontar. O dicho en roman paladino: “La excusa no pedida manifiesta acusación”

Eso es lo que ha acontecido y parece que seguirá pasando con el problema de Ucrania y la agresión intolerable de Rusia.

La independencia de Ucrania fue muy bien vista por Europa, por Occidente, por la Unión Europea y la Alianza Atlántica, hasta el punto de que se empezó a prometer de manera poco meditada al gobierno de la recién nacida nación con ayudas, apoyos, amistades y un sinfín de estímulos más, sin reparar en que los oligarcas de la Unión Soviética que permanecían en Rusia y en la desgajada Ucrania seguían incrustados en la corrupción y en el dominio económico que les permitían continuar campando a sus anchas en la economía e inflar cada vez más sus bolsas fruto de la esquilmación de la neonata Ucrania.

De esta guisa, los primeros gobiernos de Ucrania, elegidos de manera aparentemente democrática, fueron permitiendo los usos y abusos (más bien estos) de los magnates oligarcas mientras los cantos de sirena que Europa les enviaba adormecían la visión realista de que se trataba de un país nuevo en el que todo estaba por hacer, si se quería alcanzar el standard del mundo occidental.

Por eso, cuando algún presidente como Leonid Kuchma (prorruso declarado) jugó la doble baraja de poner una vela a Europa y otra a su amada Rusia, Occidente propició y apoyó la presidencia de políticos de tendencia pro occidental como Viktor Yushchenko, quienes en su inmadurez no fueron capaces de controlar el río revuelto de una clase política en la que los oligarcas fueron moviendo a los ambiciosos lideres políticos, que todo lo empeñaron con tal de mandar y enriquecerse, aunque en nada beneficiaran al desarrollo de su nación.

Así, emergió la figura de la nefasta Yulia

Tymoshchenko, una avispada fémina que hizo todo lo que le venía en gana para auparse al poder, que casi logró, aunque se autodestruyó enfrentándose al líder que aparentemente apoyaba, Yúschennko, y a quien derribó de una u otra manera, y que fue envenenado (muy propio del estilo asesino de la extinta Unión Soviética) hasta que se aupó el valido de Rusia, el infausto Víktor Yanukóvich, que implantó una realidad política teledirigida desde Moscú y que le permitió convertirse en el sátrapa que puso “una vela a Dios y otra al diablo”, mientras disfrutaba de un estilo gobernante a lo soviético y que fue engordando su bolsa con una sistema apoyado por los oligarcas.

Hasta que Occidente, de una u otra manera, excitó al pueblo llano de Ucrania, pacífico y desde luego harto de situaciones bélicas, para que, aprovechando el “pucherazo” de unas elecciones presidenciales, forzara la huida del sátrapa.

Pero Yanukóvich y su aliado protector e inspirador, Putin, se conjuraron para recuperar el dominio esfumado, y comenzaron a elaborar el plan

conspirativo para, con el tiempo, hacerse de nuevo, y de manera efectiva, con el control de Ucrania.

De esta manera, las presidencias de Ucrania fueron desvelándose ineficaces y poco válidas, envueltas en la tela de araña de las promesas occidentales y de los sueños de una evolución económica que solamente fueron beneficiando a los magnates. Llegó Petro Poroshenko, un industrial de buena voluntad y luces escasas, que siguió haciéndolo peor, hasta el punto de que fue derrotado en las elecciones a la presidencia por un “payaso”, el actual presidente Volodimyr Zelensky, a quien el pueblo comenzó tomándose a chacota pero acabó apoyando, porque en su sencillez humorística había brindado a las gentes un hálito de esperanza.

Por eso, a los corruptos oligarcas ex soviéticos, tanto en Rusia como en Ucrania no les quedó más remedio que servirse de Putin, ambicioso y peligroso como el

que más, que urdió, como buen conspirador y espía, la invasión y apropiación de la península de Crimea y la siembra de un separatismo pro ruso en las regiones u oblasts de Donbass y Lugansk.

Occidente, la Unión Europea y la NATO, atónitos ante tamaña tropelía se limitaron a mirar hacia otro lado con la excusa de que no les afectaba, porque la Alianza Atlántica no tenía a Ucrania entre sus miembros (le había prometido integrarla) y la Unión Europea, cada vez más desunida, no acertaba con la tecla de crear con eficacia una armónica política con Ucrania, y que mientras los negocios fueran funcionando, mejor era no implicarse más.

Como en la cancioncilla de Pancho López, “lo que tenía que pasar, pasó”, y el oso soviético, alentado por sus dueños y por su principal controlador, decidió excusarse en que se sentía inseguro por la tendencia pro occidental de Zelensky, para, por sí y ante sí, en su prepotencia, lanzar un tremebundo ataque a Ucrania, en el que pervive actualmente.

Van pasando los días (ya son 40) y Rusia sigue haciendo casi “lo que le da la gana”, mejor dicho, lo que puede, dentro de lo que sabe hacer, y, eso sí, machaca a la población civil de Ucrania, vendiéndolo como “operación de limpieza” falsificada por

Occidente.

Pero no me negará el lector que mientras Rusia usa y abusa y mata civiles, jóvenes y viejos, les tortura y destroza sin escrúpulos, Occidente y los Estados Unidos de América, con la NATO y la Unión Europea, publican que se sienten conmovidos y que debe ponerse fin a tanto genocidio y replican mediante una serie de medidas más blandas que un merengue, que se refieren a temas económicos, y de eficiencia más que dudosa.

Así, los occidentales suministran armas de tapadillo y dicen que dan dinero, pero evitan hacer lo que procedería ante el genocidio.

¿Acaso hace falta el imposible permiso –por el veto de Rusia—de la ONU, para repeler con energía la barbarie humana que está destrozando una nación civilizada como Ucrania?

¿Acaso suministrar lanzagranadas y algunos carros de combate, más otras armas, no es implicarse en la guerra? ¿Para qué se utiliza el dinero que se dice enviar?

¿A qué se tiene miedo?

Tan meterse en la guerra es suministrar fusiles como dotar de aviones y armas más enérgicas a Ucrania, además de enviarle fondos que es de suponer llegan a su destino.

Está muy bien acoger a los refugiados y darles documentación y permiso de trabajo, brindándoles alimentos por un tiempo. ¿Y luego, qué?

Me planteo seriamente si lo que está haciendo Occidente a través de sus naciones y organizaciones que dicen estar espantadas y que prometen ayudar, no es sino engañarse (política de "avestruz") a sí misma, porque se es consciente del desequilibrio de potencia armamentística, pero hay miedo rayano en la cobardía a irritar al oso ruso.

Lo triste del caso es que ha aflorado la tendencia convenenciera de preservar el estado del bienestar, y dejar que Ucrania “se las ventile” en su casa, lejos de las nuestras.


Quede claro que no soy en modo alguno belicista, pero recuerdo que nos está pasando como al de la anécdota y dicho valencianos: Ser bueno es ser “bo”, y ¿qué es ser dos veces bueno…? Respóndase el propio lector.

Que Dios proteja a Ucrania y a sus buenas gentes. Si se fía ello solamente a los de "este lado" occidental, el drama humano seguirá y la injusticia bélica también.

“Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil” Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

2 comentarios:

  1. Велике дякую за підтримку та висвітлення трагедії.
    Здоров'я Вам!

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  2. Muy bueno el resumen y la solucion final. Pobre Ucrania.

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