Óleo de Bartolomé Esteban MURILLO |
Ya hemos
sobrepasado la primera decena del mes de diciembre, que siempre ha sido el mes
de las navidades, y en el que los recuerdos de aquellas jornadas entrañables de
reuniones de familia, de conmemoraciones religiosas, de visitas a las
representaciones del nacimiento de Jesús (los “belenes” de siempre), de las
exageradas comidas, y de tantas y tantas otras celebraciones; sí, aquellos días
que hoy nos parecen arcanos y que tanto marcaron nuestras infancias,
adolescencias e incluso madurez, han dejado paso a un largo mes decembrino en
el que las tiendas y los grandes almacenes están casi siempre abiertos, con
ánimos –parece— de devorar a los consumidores, que compran y compran, para
regalar y hasta...para seguir la corriente.
Todo eso está
muy bien, porque la vida actual demanda actividad y práctica comercial, pero ha
venido a enmascarar, en ocasiones a neutralizar, el auténtico sentido de las
celebraciones navideñas.
Bien está, y
bien estará, que se mantengan las prácticas religiosas y que cada cual y cada
familia celebre conforme a su fe ese acontecimiento acaecido hace ya más dos
mil años, cuando (más allá y por encima de de la leyenda) llegó al mundo un tal
Jesús,
nombre masculino en castellano de origen hebreo, en arameo (Yeshúa),
y con el significado literal de “Salvador”, el nombre
del Hijo de Dios en la Biblia.
De "El Greco" |
No se trata solamente de celebrar un acontecimiento histórico como el nacimiento de Jesús en Belén (bien importante ya de por sí), sino de mantener (y recuperar, en lo perdido) aquellos aromas de convivencia, afecto, entendimiento, celebración, unión familiar, que antaño nos hacían a todos tan entrañables las fechas navideñas.
Yo sugeriría
a los políticos (y bien consciente soy de que poco o ningún caso harán) que
aparquen el “y tú más”, y las mentiras, y las amenazas, y los ataques inhumanos
y sin razón. Y que, al menos por unos días, la alegría, el bien querer, el
humanismo con los más necesitados, sean las notas exclusivas de la convivencia.
Si a ello
añadimos la determinación por la cordura en la vida social y por lograr el
afecto y la buena
convivencia en la armonía familiar, habremos conseguido,
aunque sea un poco, que el Jesús nacido en Belén de Judea nos envíe la gracia
de su sonrisa y que el mundo pueda ser un poco mejor.
De Rubens |
Con ese
deseo, he aquí mis votos y anhelos de Paz, Alegría, Felicidad y Armonía, de
todos para con todos.
Querámoslo o
no, Jesús vuelve a nosotros.
SALVADOR DE
PEDRO BUENDÍA
Me encanta siempre todo lo que escribes. Y tienes toda la razón, se ha cambiado la festividad, por el consumo.
ResponderEliminarFELIZ NAVIDAD Y UN VENTUROSO AÑO NUEVO 2019
Un fuerte abrazo
Pepe