La flor “Edelweiss” , con el nombre científico “Leontopodium alpinum” (que
proviene del griego y significa “pie de león en los Alpes”), es de tamaño
variable y aparente fragilidad, porque es increíblemente resistente y capaz de
sobrevivir a más de tres mil metros de altitud, soportando las temperaturas
extremas de las montañas alpinas.
En realidad, ésas son las condiciones adecuadas para su desarrollo, ya que sólo
crece de forma natural por encima de los 1.500 metros, en paredes y pendientes
calcáreas o sobre rocas, en aquellas hendiduras que reciben una pequeña dosis
de luz solar. Una fibra vegetal la protege de las heladas y las radiaciones
ultravioleta. Florece entre julio y septiembre y sus hojas pueden ser de color
blanco, grisáceo o ligeramente amarillento. Es una especie oriunda de las
regiones montañosas europeas, su hábitat se extiende desde los Cárpatos hasta
los Pirineos, aunque abunda especialmente en los Alpes austriacos y suizos.
Se puede encontrar en España, en la
parte centro-occidental de los Pirineos, desde el alto Aragón hasta Cataluña.
También es posible hallarla en algunas cordilleras asiáticas muy elevadas como
la del Himalaya.
El solo hecho de tener que escalar montañas, y alcanzar difíciles recovecos para conseguir un ejemplar, casi justifica por sí sólo las múltiples historias y leyendas que se han generado en torno a Edelweiss.
El solo hecho de tener que escalar montañas, y alcanzar difíciles recovecos para conseguir un ejemplar, casi justifica por sí sólo las múltiples historias y leyendas que se han generado en torno a Edelweiss.
Pero aún hay más.
Edelweiss vive camuflada. Se esconde bajo la apariencia de una sola flor, cuando en realidad es un conjunto de diminutas florecillas que han evolucionado y crecen agrupadas para sobrevivir.
Edelweiss vive camuflada. Se esconde bajo la apariencia de una sola flor, cuando en realidad es un conjunto de diminutas florecillas que han evolucionado y crecen agrupadas para sobrevivir.
Como el amor, la flor Edelweiss
espera en algún lugar recóndito y prácticamente inaccesible a que alguien la
descubra para llevársela. Aunque son tantos los que la persiguen, que corre el
riesgo de extinguirse y ha tenido que ser declarada especie protegida. Su
belleza y fortaleza han alimentado una leyenda viva que esconde ciertos
misterios.
Hoy y ahora, 22 de diciembre, ofrezco al lector una de esas leyendas, mi leyenda:
Hoy y ahora, 22 de diciembre, ofrezco al lector una de esas leyendas, mi leyenda:
Tamara, la Edelweiss
Una noche, una estrella le confesó a la luna que sentía envidia de todo aquello que vivía en la tierra y que deseaba abandonar el firmamento para convertirse en flor. La luna, despechada y enfadada, decidió vengarse enviándola a una de las montañas más altas de la tierra.
Allí, la
estrella, bañada por el manto blanco de la
nieve, se transformó en una de las flores más bellas, con
pétalos del color de la luna.
Pero no
sabía que su destino era permanecer siempre
sola, casi imperceptible para la gente, en lo más alto de las montañas.
Cuentan
que un joven apuesto se hallaba enamorado de una mujer de una belleza
comparable a la de la pureza de la
nieve que cubría las altas montañas, de cabellos rubios/blancos, ojos verdes
y rasgos finos y suaves… de una
tez muy albina, extremadamente hermosa, de nombre Edelweiss.
Un
día el apuesto joven le cogió de las manos y titubeando se declaró:
–
No podía demorar más tiempo, amada mía, en confesarte lo que por ti
siento. Sufro día y noche de dolor por dentro, cada instante en que cierro los
ojos, tanto que ni una tempestad podría llevarse un solo ápice de mi afecto. Ni
siquiera toda la nieve de las altas montañas sería capaz de apagar el fuego que
hace latir mi corazón. Vengo a deciros, mi
bella Edelweiss, que os amo con todo mi ser.
Sorprendida, pero halagada, la mujer apartó sus manos, recorrió su rostro silenciosamente, y
con una tierna sonrisa le habló:
–
Amado mío, abrumada me hallo ante tus hermosas palabras y el dulce
mensaje con el que las proclamas. ¿Pero no te parece que una declaración
de amor debe ir confirmada por una gran hazaña?
El
joven abrió los ojos aturdido, y con firmeza volvió a apresar sus manos entre las
suyas, mientras decía convencido, cuenta la leyenda de:
–
Hermosa Edelweiss, ¿Qué es lo que
queréis? Porque os aseguro que conseguiré todo aquello que deseéis; si así logro
demostraros el amor que os profeso.
–
Enamorado mío, os tomo la palabra. – replicó ella.- Éste es el
momento de que os vayáis, porque el reto que os vengo a proponer no está al
alcance de
miedosos ni cobardes… Cuenta
una leyenda que una estrella a la tierra llegó, convirtiéndose en la
más bella flor que habita donde el hielo y las nieves esculpen las altas
montañas.
“Si es verdad que por mi mueras, allá a
buscar esa flor fueras… y ya te aviso, que si no la consiguieras, tampoco mi
amor obtuvieras”
El
joven palideció ante tal reto, sus mejillas se encendieron y apretando los
puños juró:
– Por
tu amor, Edelweiss, yo traeré esa flor.
Y
se marchó con un firme caminar.
Dicen
que pasaron muchos, muchos días, y que el
apuesto joven nunca regresaba. También dicen que, aunque ella reía todas
las mañanas, cuando las estrellas cubrían el firmamento, si nadie la veía,
lloraba, y rogaba que él volviera junto a ella.
Parece,
aunque no es nada seguro, que la pena acabó una de esas frías y largas noches de
invierno, en la que según cuentan generación tras generación los vecinos del lugar,
a las montañas salió totalmente
desnuda a buscarle, gritando su nombre hasta desgarrarse la voz, y nunca más se la volvió a ver.
…
Pero por
lo que yo se, el final de la leyenda no es cierto:
Aquel hombre, ya no tan joven, volvió finalmente de lo alto de la montaña, portando el Edelweis allí obtenido, y halló todavía, esperándole, a “su” Edelweiss, que se había refugiado aguardándole en Ucrania; hay quien dice que en los Cárpatos, allá por el monte Goverla; y otros creen que más bien en las llanuras de Kremenchug, cerca de río Dniéper.
Mas lo cierto es que, juntos
ya, él entregó la flor
conquistada, que se mantenía lozana, como prenda y prueba eterna de un amor que
ambos habían
consagrado hasta el fin de los tiempos, y reanudaron envueltos en blanca túnica de nieve el
viaje de la vida como pareja enamorada e inseparable.
No se ha sabido mucho más, excepto que se dice, y casi todos lo creen, que se les ha visto por las costas del mar mediterráneo,
no muy lejos de la bella y florida ciudad de Valencia, la “tierra de las flores, de la luz y del amor”. Y que ese especial
Edelweiss, pese a estar bajo el cálido sol mediterráneo, cada día luce con más
hermosura y lozanía para general sorpresa. Unos lo atribuyen al amor, otros a
la pureza de los sentimientos.
…
No he
conseguido saber con certeza cómo se llamaba la Edelweiss de la leyenda, tal vez Tsaritsa (la reina), pero no creo ser demasiado indiscreto si confío al lector que en la historia y vida real, existe; y se llama, TAMARA…
¡Y afirmo que esa flor de mujer, esa leyenda viva, sigue lozana y eterna,
ahora por y para siempre con su enamorado, rememorando aquel joven que antaño fue a buscar para ella el Edelweiss!
Y cuyo enamorado le envía esta felicitación porque un año más la bella esencia de su amada le honra a él, al
tiempo que honra a las gentes y a la humanidad.
¡FELIZ
ANIVERSARIO, TAMARA, EDELWEISS!
SALVADOR
DE PEDRO BUENDÍA
Felicitats als dos, Tamara i Àngel, per la tendresa i bellesa del text. I molt bones Festes.
ResponderEliminarTere i Marc
Larga vida de Dios a los enamorados.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.