Esta semana Pedro Sánchez recordó a Donald Trump atacando
a los tribunales, en este caso al Tribunal Supremo español en su conjunto, por
la sentencia del Pleno de una de sus cinco salas, la de lo
Contencioso-Administrativo, que dirime los pleitos contra distintas
instituciones del Estado tras pasar por instancias inferiores.
Olvida Sánchez que en todas las democracias hay
contradicciones entre los tribunales, igual en Europa que en la república más
antigua del mundo, EE.UU.
Y nadie, con excepción de Donald Trump y Pedro Sánchez
lanza un ataque así contra los tribunales que, además, tienen que juzgar
próximamente aquí un intento de golpe de Estado.
Ese ataque denunciando una sentencia y pidiendo
autocrítica a la más alta institución jurisdiccional quebranta la labor de ese
Tribunal, acosado especialmente por Podemos, que defiende la justicia
bolivariana, y por los separatistas por el caso del intento de golpe de Estado
de 2017 en Cataluña.
Esto se añade a la campaña de acoso a la Corona, cuando
mientras no cambie la Constitución es un pilar básico del Estado. Lo
demostraron Felipe VI y su padre ante sendos intentos de Golpe.
El presidente del Gobierno parece desconocer que el
Tribunal Supremo, que mantiene la estructura organizativa de la II República,
es una gran maquinaria con seis Salas y 79 magistrados.
El impuesto a las hipotecas obedece a una ley socialista
de hace dos décadas. Imponía que debían pagarlo los solicitantes, pero siete
magistrados de una de las siete secciones de la Sala II, hizo una
interpretación contraria, que fue corregida por la treintena de magistrados de
todas las secciones de esa misma Sala.
Nota al margen: el impuesto va a las CC.AA. En una,
Aragón, Podemos lo incrementó el 50%, y donde más se paga es en Andalucía.”
(“Crónicas bárbaras”,
de Manuel Molares de Val, en “El Periodista Digital, 9/11/2018)
…
Una cosa es que uno
sea (o lo intente, al menos) analítico y prudente en sus comentarios y expresiones
y en la manifestación de sus opiniones (especialmente en lo que atañe a la
realidad política de nuestro todavía país único), y otra cosa es que haya que
callarse ante los despropósitos que a diario vienen siendo el entorno de la
vida política y social en esta España Nuestra.
Ahora, y por el
momento, trátase del espectáculo propiciado por ese caníbal del poder que es
Pedro
Sánchez (“ni una mala palabra ni una buena acción”, que diría el descarado periodista deportivo José María García) con motivo de las inadmisibles
vacilaciones de la sala Tercera del Tribunal Supremo, enjuiciando una cuestión
tributaria compleja, como la de la sujeción de la banca y de los particulares
contratantes de hipotecas al Impuesto de Actos Jurídicos Documentados.
El ínclito Sánchez,
pillín donde los haya, cuando vió con íntimo regodeo que los magistrados de la
Sala en cuestión se revolvían sin prudencia contra un pronunciamiento de otros
compañeros, y que el inútil del Presidente del Consejo del Poder Judicial,
Lesmes de apellido, se manifestaba con estulticia e imprudencia sobre una
cuestión jurisdiccional, reservada a los jueces juzgadores solamente; pues
bien, cuando Sánchez percibió que el río bajaba revuelto, ¡zas!…se metió en él
para revolverlo más, y se lanzó a ataques, expresiones, vituperios encubiertos,
contra la labor de la Sala Tercera del Supremo, que en Pleno marcó
una línea
jurisprudencial distinta a la que habían apuntado las sentencias de una sección
de ella, y que fueron el germen de todo este revolico que estamos presenciando.
Y Pedro el
convenenciero se convirtió en “la voz de la verdad”, de la justicia y de todo
lo que se quiera imaginar, anunciando que en el inminente Consejo de Ministros
iba a aprobarse un Decreto-Ley (fórmula nada democrática de legislar cuando se
usa con asiduidad) en el que se enmendaría la plana al Tribunal Supremo, de la
manera que parecía más sencilla: Modificando la ley que establecía el impuesto.
Y así lo ha hecho el
gabinete ministerial, poniéndose por montera todo lo que ha querido, y un poco
más: atentando y vulnerando la Constitución, que en su artículo 86 exige la
formalidad de Ley (no de Decreto-Ley) para regular lo que afecte al ejercicio
de los derechos y libertades de los ciudadanos.
Pero, a buena hora iba
a pararse el populista, populachero y cínico de Sánchez en esas melindreces. Él
quiere gobernar, porque le gusta ser el líder, y le apetece viajar, y que su
mujercita goce de los privilegios y prebendas de ser la chica del segundo mando
estatal, y por eso, rodeado de un conjunto de ministros mequetrefes que dicen
más sandeces y cometen más errores que si fueran
parvulitos, se dedica a mandar
y aprovechar “el vuelo de una mosca” para aparecer como redentor de los
españoles.
¡Qué mal íbamos en los
últimos tiempos del Partido Popular!
¡Qué mal vamos con estos manipuladores y cínicos, además de ineptos!
¡Qué mail iremos si no se conjuran las fuerzas políticas de orden para abortar de una vez que esta minoría que se dice socialista (aunque entregada a los
¡Qué mal vamos con estos manipuladores y cínicos, además de ineptos!
¡Qué mail iremos si no se conjuran las fuerzas políticas de orden para abortar de una vez que esta minoría que se dice socialista (aunque entregada a los
neocomunistas de Podemos) y que, con las
paranoias provinientes de los golpistas e independentistas catalanes, está
destrozando la vida ortodoxa de nuestra España por el “plato de lentejas” de un
poder efímero!
Como en El Tenorio,
esta gentecilla va a dejar el país español “Imposible
para vos y para mí”.
SALVADOR DE PEDRO
BUENDÍA
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