La verdad es que uno viene resistiéndose a escribir sobre ese forúnculo en "salva sea la parte" que nos ha nacido a los españoles, con la mal llamada "independencia" de Cataluña.
La verdad es que uno se ve forzado a repetir una y mil veces que esos que se llaman catalanes y que dicen ser demócratas, y que dicen ser fieles ejecutores del resultado de las urnas, son, ni más ni menos, un hatajo de descerebrados ilusionistas de una utopía independentista, guiados desde la lejanía por un loco visionario que se cree el "padre" de la Cataluña ideal, cuando no pasa de ser un mequetrefe cobarde que se aprovecha con mezquindad de la autoridad democrática por él orquestada para organizar su farándula histriónica de una república imposible.
Ahora hemos tenido que vivir la farsa de la investidura ("inventadura", diría yo) de un tembloroso a lo parkinsoniano personajillo que dice ser "la voz de su amo" y que no es sino uno más de los felones secuaces de ese Puigdemont ensoberbecido que quiere campar por Cataluña, ya que nadie le quiere y que no consigue imponerse en la propia tierra de la que se ha escapado.
Ese Quim Torra es un especimen que hasta en lo físico repele, pero que en lo político se reviste de republicanismo e independentismo, y de fidelidad aparente a su "papaíto" Puigde..., cuando es un don nadie que se ampara en la doblez del presidente del parlament catalán para lograr un liderazgo faldp de la Generalitat que nace abortado.
Así, queridos lectores, no es posible la convivencia, no es posible la armonía social, porque los que se dicen triunfadores están masacrando a los disidentes, por el simple hecho de serlo.
La discrepancia es anatema, porque en Cataluña, o se es "puigdemontino", o "independentista, o de la CUP, o se es un "maldito".
Dice el gobierno de Mariano Rajoy que ansía la paz en Cataluña, y ni por asomo la consigue, porque se dedica a zascandilear con declaraciones y se asusta de emprender acciones que sean eficaces, como suspender de una vez esa infame TV3· que es el principal foco de propaganda pro secesionista, y que los melindres de Rajoy no se han atrevido a suprimir, la que pese a todo excita y exalta a los lenguaraces malos y falsos catalanes.
¡Qué pena! En Cataluña no se ha hecho la paz. Ni se hará. Habrá que recordar el título del libro de Gironella: "Ha estallado la paz". En Cataluña no se ha restañado la fractura.
¿O acaso no ha seguido explotando el radicalismo, el anarquismo, el rupturismo, la sinrazón, la antidemocracia?
La verdad es que hay, no 155 razones, sino 155 motivos elevado al infinito para abortar de una vez tanta conducta antidemocrática.
Que una cosa es la libertad en Cataluña, y otra bien diferente la falsedad que aprovecha esa aparente que no real democracia.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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