Ya han pasado
bastantes días desde las doce campanadas que anunciaron el cambio de año, de
manera que hemos tenido tiempo de sobra para cerciorarnos de que ha cambiado el
último dígito.
Ya han quedado
atrás las últimas celebraciones, especialmente la festividad de la Epifanía (transformada
por adulteración comercial solamente en la fiesta de los Reyes Magos), y parece que poco
a poco los hábitos de trabajo van desperezándose y no hay más remedio que
volver a las rutinas laborales.
Todo eso está muy
bien, y mejor lo es que por fin se haya terminado esa ristra de celebraciones
festivas y parafestivas que aletargan la vida productiva de nuestra nación desde
la última decena de diciembre hasta después de la primera de enero.
Y héte aquí que
al reanudarse con cierta intensidad la actividad diaria tomamos
conciencia de que aquella máxima de “año nuevo, vida nueva” es más bien un
tópico, porque siguen existiendo, seguimos padeciendo, los mismos problemas que
al extinguirse el pasado año.
Y es que el
cambio de dígito no es más que eso; y dígase lo que se diga no está suponiendo
nada más.
No pretendo
liarme la manta a la cabeza y comenzar una enumeración (sería casi
interminable) de temas heredados del previo año, pero no me sustraigo a decir
que en aquello de la economía, el paro, pese a la mejoría temporal de
diciembre, sigue siendo un quebradero de cabeza, pues son muchos los millones
de personas que en nuestro país carecen de empleo.
Y hablo de
empleo, porque si le añadimos el adjetivo calificativo “estable”, o el de “duradero”,
el problema se revela todavía mayor, y por tanto, más irresoluto.
En lo de la
economía, continúa el levantamiento del velo de los enormes y continuos abusos
de la banca, y ha hecho ha hecho falta que el Tribunal de Justicia de la Unión
Europea resuelva con su proverbial lentitud (Justicia lenta no es Justicia)
que las cláusulas suelo de las hipotecas eran y son un notorio abuso de la banca,
para que algunos jueces españoles salgan de su timidez y se atrevan a
seguir el mismo criterio, e inclusive a fallar que los gastos de las
hipotecas que los bancos hacían pagar a los clientes eran también otro
atropello.
Aunque ha aparecido
el “papá” Gobierno y se ha metido a componedor con poca fortuna, tratando de
evitar que se le colapsen aún más los órganos de la Justicia mediante una nueva
avalancha de procesos, pero intentando evitarlo no con la dotación económica y
humana adecuada de los tribunales, sino con el intento de establecer unas
normas imperativas para la resolución del gran conflicto creado por los dos
temas citados, que eviten las vías judiciales y parcheen la convulsión económica
para los bancos, que, según dice un simpático amigo mío, “son tan usureros que
parecen nacidos en Santa María del Puño, provincia del Agarre”.
Hasta aquí en los
económico, pero, ¿y en lo social?
¿Qué decir de la
violencia, machista o no, que sigue instaurada en sectores de nuestro país, con
mujeres maltratadas y personas agrediéndose las unas a las otras?
¿Y la violencia
en el ámbito escolar?
¿Y la violencia
que implica la corrupción en muchos sectores de la administración pública, que
no otra cosa es distraer los impuestos a bolsillos de unos cuantos listillos?
¿Y la unidad de
España, cuestionada por unos caballeretes del nordeste, que se creen paridos
por el dios de la auto-independencia?
En fin; que si
uno se pone a cavilar va hallando por doquier señales de que el dígito del año
ha cambiado, pero los problemas en modo alguno.
Habrá que hacer
como el eremita: marcharse a lo alto de la montaña, recoger la mente, apretar
el cilicio de la comodidad y el conformismo y regresar al “cada día” con la
voluntad fortalecida y renovada para, por lo menos, no ir hacia atrás.
Por eso, querido
lector, queridos amigos (aunque no me leáis, o aunque discrepéis), os felicito
con retraso, no ya solamente el comienzo del año, sino la voluntad –que os
supongo y deseo— de reinstaurar ideas nuevas y frescas, regadas con
la decisión de la mejoría.
la decisión de la mejoría.
Iba a decir “amén”,
pero por aquello de una posible connotación religiosa, que tanta alergia causa a
los politiquillos de la zona zurda e iconoclasta, me limitaré a
decir, “que así sea”.
¡Y que todos lo veamos y aprovechemos!
"Todos estamos en la cloaca, pero algunos estamos mirando a las estrellas" Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés
¡Y que todos lo veamos y aprovechemos!
"Todos estamos en la cloaca, pero algunos estamos mirando a las estrellas" Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés
SALVADOR DE
PEDRO BUENDÍA
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