06 julio 2015

Grecia y el referéndum sobre su rescate: Sorpresa ante el resultado de una consulta manipulada.- “A buenas horas mangas verdes”


“Chamberlain ha fracasado en Grecia 
El referéndum organizado ayer por Alexis Tsipras y el gobierno que preside, nucleado en torno a la formación política Izquierda Radical (Syriza), ha sido un despropósito desde todos los puntos de vista. Jurídicamente, está viciado por la apresurada reforma de la legislación plebiscitaria una vez convocada la consulta, así como por un proceso de campaña 'exprés' que, como ha denunciado el Consejo de Europa, no alcanza a satisfacer los más elementales estándares internacionales. Tal vez por ello no se haya habilitado la presencia organizada de observadores internacionales. Políticamente, la compleja, extensa y difícilmente comprensible pregunta planteada a los griegos por el poder ejecutivo hacía referencia a la aceptación o rechazo de una propuesta europea ya expirada, pues había desaparecido el martes a las doce de la noche al confirmarse el impago de Atenas.
Lo que hubo ayer en Grecia no fue un referéndum sobre el rescate y sus consecuencias. Fue, sobre todo, un plebiscito sobre Tsipras, Varoufakis y Syriza a los seis meses de su elección. Y con el apoyo de tan dispares y preocupantes aliados como los comunistas, la extrema derecha nazi y los ultranacionalistas conservadores, el órdago de Syriza ha cosechado un gran éxito demostrando que, en realidad, no hay izquierda ni derecha. Lo que hay es una casta estatista convencional (Pasok y Nea Demokratia en Grecia, el PPSOE en España) y una nueva casta más estatista todavía, la de Syriza y sus
aliados nacionales e internacionales desde el Frente Nacional francés o el ultra español Saénz de Ynestrillas hasta los restos de la izquierda convencional tipo IU que, a regañadientes, se van subiendo a la grupa de este nuevo caballo ganador, encarnada aquí por Podemos.

Ahora Europa sólo tiene un camino: actuar por fin con la firmeza ante el único gobierno neoestalinista de Europa. No sirve reproducir los errores de Neville Chamberlain frente a Hitler

Ahora, Europa sólo tiene un camino sensato, y es actuar por fin con la firmeza que le ha faltado desde que Alexis Tsipras jurara su cargo el pasado 26 de enero. Ante el único gobierno neoestalinista de Europa no sirve reproducir los errores de Neville Chamberlain frente a Hitler. La política de apaciguamiento fue un error ante la Alemania nazi, lo está siendo ante la Rusia de Putin y no puede durar un día más ante el chantaje de Syriza a los contribuyentes del resto de Europa. Se suele oponer a este punto de vista el necesario respeto a la decisión democrática de los griegos, pero es que ambas cuestiones
son perfectamente compatibles. Los griegos están en su derecho de suicidarse en las urnas, pero no de extorsionar al resto de los europeos. Grecia, que entró con embustes en el euro, debe abandonar ya la eurozona y arrostrar las consecuencias económicas y políticas de sus decisiones, que pueden ser legítimas y democráticas, y a la vez profundamente desacertadas. Los griegos, pese a lo discutible del referéndum, han escogido a sabiendas de lo que podría ocurrir si abofeteaban a sus socios mordiendo la mano que, durante demasiado tiempo, les ha dado de comer a costa de los impuestos de todo un continente. 

El resto de Europa debe aislar al paciente cero y contener la infección con un cordón sanitario en torno a Grecia, o mañana tendremos una epidemia. Eso en lo político. Pero, al mismo tiempo, en lo económico, es necesaria una reflexión profunda sobre el papel desastroso del sistema de organismos financieros multilaterales y banca central. Estos entes de planificación centralizada y politizada de la economía, impropios de una sociedad y un mercado realmente libres, estrangulan la actividad manipulando a su conveniencia el valor del dinero, la masa monetaria, el alcance del crédito y el endeudamiento público y privado. El problema no es euro o dracma, euro o peseta, el problema es la calidad y el respaldo de la moneda. El dinero es demasiado importante para dejarlo en manos de políticos y burócratas. Nos hemos acostumbrado a la nefasta práctica keynesiana del endeudamiento insostenible. Pero frente a ello no se puede simplemente impagar y pretender que los mismos sigan financiando eternamente al moroso. El camino sensato ante el exceso de endeudamiento es reducir el gasto estatal para amortizar deuda existente sin incurrir en deuda nueva, y eso, evidentemente, requiere políticas de austeridad que no gustan a los yonquis del dinero ajeno.

Como Tsipras se salga con la suya y haga temblar a los pusilánimes
de Bruselas, el efecto dominó puede ser devastador para buena parte del continente

Hay que pasar página respecto a Grecia. A medio plazo, su salida del euro y su imposibilidad de financiarse en el exterior tendrán las consecuencias que tengan que tener, incluyendo una posible salida de la Unión Europea y, tal vez, su alianza geopolítica con Rusia. Un escenario así puede gustar más o menos, pero el opuesto es mucho peor. Como Tsipras se salga con la suya y el referéndum de cartón piedra haga temblar a los pusilánimes de Bruselas, el efecto dominó puede ser devastador para buena parte del continente. Por el bien de toda Europa, hay que desterrar de una vez por todas las estrategias Chamberlain, porque ha vuelto a fracasar. Esta vez, en Grecia.”

(Juan Pina en “Voz populi”, 6/07/2015)
No deja de sorprender la clara resultancia del pseudo-referendum de Grecia.

La mejor demostración es que ni el más pesimista de los observadores europeos se había atrevido a pronosticar una diferencia de veinte puntos en los resultados.

No quiero adentrarme en el proceloso mar de las ilegalidades en la convocatoria del referéndum, ni en la sospecha que concitaba la artificiosa enunciación de las preguntas, ni en la manipulación política que Tsipras y los suyos hicieron del pueblo griego.

La realidad es que, con más o menos irregularidades o defectos, ha quedado claro que el pueblo griego lo que no quiere de verdad es retornar a políticas pasadas y echa mano de un mal entendido orgullo nacional para creer que proclama al votar “no” que rechaza injerencias de la Unión Europea, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo.

El refranero español, tan rico, ofrece aquel dicho de que “a buenas horas, mangas verdes”, referido a aquella fuerza de intervención parapolicial que ideó una monarquía del siglo XVIII, para intervenir en las revueltas callejeras (y que se distinguía por la mangas verdes en los uniformes de los agentes), cuya fuerza policial casi siempre llegaba tarde, cuando ya se había disuelto la algarada.

Pues aplíquese el dicho a la actuación, que se dice coordinada y no lo es, de esa Unión Europea y sus adláteres económicos, que ha sido
una repetición de vacilaciones, propuestas y contrapropuestas en ocasiones contradictorias, advertencias tipo amenaza incumplidas, y que ha pretendido dar una imagen de prudencia cuando lo que se ha evidenciado es la debilidad fruto del temor.

Porque efectivamente, en la Unión Europea, los países del Báltico son los más exigentes, inclusive más que Alemania; los mediterráneos más estrictos pero abiertos a la negociación; y finalmente son Francia y Alemania quienes tratan de marcar el rumbo de las soluciones.

Ahora, diga lo que diga Tsipras (quien en su doblez justifica que el “no” le mueve a negociar más y mejor), todo es más complicado. Europa está dolida y preocupada y cada vez menos dispuesta a “tomaduras de pelo” como las muchas que ha venido soportando del
“podemita” griego, pero al tiempo no quiere cargarse de la responsabilidad de la quiebra económica de Grecia, que le supondría mayor quebranto aún.

Y USA está atenta a la solución, porque le aterra el ya insinuado giro griego hacia Rusia y China de Tsipras, de manera que fuerza a los europeos a resolver de cualquier manera, pero ya, el contencioso, reteniendo a grecia en el seni del euro y de la Unión Europea.

En España, los de “P(j)odemos” están “como unas castañuelas”, porque consideran que su táctica e ideología ha salido reforzada, pero probablemente están casi “muriendo de éxito”, porque ni Grecia es España, ni los ciudadanos helénicos están viviendo como los españoles.

Una cosa sí que está quedando clara: Europa tiene un sistema y un engranaje lento y bastante caduco, que reacciona tarde y muchas veces mal, porque realmente no existe “unión” (o integración) de
naciones, sino simple yuxtaposición, arrastrando además los hándicaps de países  llenos de problemas políticos y económicos, como Hungría, Rumanía y algún  otro más ingresado por la presión alemana.

Vamos a ejercitar no ya la confianza, sino la esperanza, de que esta crisis sirva para mejorar las endebleces de la Europa Unida y aliente soluciones prácticas e innovadoras al status de inmovilismo que poco a poco se ha adueñado de la vieja Europa.

Que al final, seguimos discutiendo “si son galgos o si son podencos”. Y el problema se ha echado encima. Y nos costará el dinero...seguro.
"La peor decisión es la indecisión" Benjamin Franklin (1706-1790) Estadista y científico estadounidense.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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