“SOLO EL 5% VOTÓ CONTRA
LA DECISIÓN DEL REY
La soberanía nacional,
que reside en el pueblo español, fue secuestrada en 1939 por el Ejército
vencedor tras la guerra incivil. En 1978, al firmar la Constitución, el Rey
Juan Carlos I devolvió la soberanía nacional al pueblo, tal y como su padre
Juan III defendió como objetivo sustancial de la Monarquía parlamentaria frente
a la dictadura de Franco.
El Congreso de los
Diputados acaba de aprobar con solo un 5% de votos negativos la decisión del
Rey de abdicar en su hijo, el futuro Felipe VI. El 87% votó a favor y el resto
se abstuvo.
Es decir, el Rey ha
conseguido el respaldo ciertamente abrumador del 86% de quienes representan la
soberanía nacional, a pesar de que en los últimos días la extrema izquierda ha
multiplicado sus campañas coactivas y sus manifestaciones callejeras.
Nadie puede poner en
duda la legitimidad democrática del Parlamento español. El Congreso y el Senado
derivan de la voluntad general libremente expresada por el pueblo español. El
resultado de la votación en torno a una generosísima decisión del Rey Juan
Carlos, la
de abdicar, ha sido inequívoco, incluso abrumador. El pueblo ha
hablado, respaldando, con intervenciones acertadas de Rajoy, Rubalcaba y Rosa
Díez, la Constitución de 1978.
De lo que se trata
ahora es de mirar hacia adelante. Hacerlo hacia atrás, como la mujer de Lot,
sería convertirse en estatua de sal. Felipe VI tiene la obligación de apoyar,
respaldar y contribuir a que los Gobiernos derivados de la voluntad popular
reconduzcan el futuro de España hacia lo que desean las nuevas generaciones,
sin olvidar todo lo que se consiguió en el ejercicio de las libertades durante
el reinado de su padre Juan Carlos I.
(Luis María ANSON,
de la Real Academia Española, en “El
País”, 11/06/2014)
…
Las cifras ahogan la
oposición al Rey
(Alberto López Marín. “El País”, 11-06-2014)
Miércoles histórico en el Congreso, aunque en menor
medida que el ya cercano 19 de junio. Debate y votación del proyecto de ley que
regula la abdicación del Rey, trámite obligado para el relevo en la Corona y
que se ha saldado con mayor discusión que dificultades para sacarlo adelante. Y
la discusión ha sido relativa, al estar los dos grandes grupos de acuerdo en lo
esencial.
La miga se hallaba si acaso en los matices, no
pequeños en las intervenciones de Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. El
segundo ha aprovechado para insistir en la urgencia de una reforma
constitucional. A juicio del maltrecho líder del Partido Socialista, Felipe VI
ha de significar un "relevo generacional", pero no sólo eso, sino que
ha de abrirse un "tiempo de diálogo" para abordar las
transformaciones que, a su parecer, exigen los españoles.
A la espera de sorpresas o de que Carme Chacón no
haya dicho aún la última palabra, Ferraz también vivirá su particular relevo
generacional, en vista de que los destacados descartes de cara a las primarias,
Patxi López primero y Susana Díaz, después, dejan en cabeza de todas las
apuestas a Pedro Sánchez, de 42 años, y sobre todo a Eduardo Madina, de 38. Del
próximo secretario general del PSOE dependerá, entre otras, la discusión
interna de la cuestión
monárquica, sobre la que Sánchez y el republicano
confeso Madina se han mantenido fieles a la disciplina de voto.
El tercer apoyo importante a la determinación de don
Juan Carlos, no tanto por número de diputados como por el relieve de su
portavoz, ha sido el de Unión, Progreso y Democracia (UPyD). Pese al respaldo,
Rosa Díez se ha expresado crítica y ha equilibrado en su ponencia los
"aciertos y los errores", las "luces y las sombras" de la
figura del Rey, a quien ha recordado, como a su hijo, que el Parlamento no le
concede un "cheque en blanco" sino un camino "sin privilegios ni
corruptelas".
CiU y PNV se han abstenido. Josep Antoni Duran i
Lleida quiere que Felipe VI sea sensible a las exigencias de Cataluña y le
permita llevar a cabo sus aspiraciones, sean cuales sean estas. Para Aitor
Esteban, del Grupo Vasco, lo que este miércoles se votaba era la pertinencia o
no del sucesor y hasta del modelo de país actual. Ha asegurado no poder votar
'sí' porque no conoce los planes del todavía Príncipe. Cree que este debe
ganarse el trono y convencer a los poderes públicos y a los ciudadanos de su
utilidad antes de alzarse a la Jefatura del Estado.
La Izquierda Plural ha batallado contra un gigante
inquebrantable como era el bloque PP-PSOE. Lo ha hecho con discurso y también
con la enseña republicana en la solapa o con unas pancartas de 'Referéndum ya'
que Jesús Posada no ha tardado en mandar retirar de la bancada. "Monarquía
fuera. Viva Euskal Herria libre y republicana", ha gritado desde el
estrado e ikurriña en mano Sabido Cuadra, de Amaiur, proclama que han
respondido desde escaños del PP con sonoros "¡fuera!"
Por lo demás, una sesión parlamentaria
extraordinaria con tintes ordinarios, un trámite que se ha salvado según lo
previsto por los promotores y en el que la discrepancia, abundante, ha tenido
tiempo y voz y también voto, pero era en esto último, lo fundamental, donde
menos podía hacer. Las europeas amenazan con nuevas configuraciones en el
futuro, pero la presente, a dos años de las generales y no se sabe a cuántos ni
con qué resultado del replanteamiento del PSOE, significa cerca de un 90 por
ciento de respaldo a la proclamación de Felipe VI y a la continuidad de la
Monarquía. No era día de "subrayar diferencias", ha sostenido Rajoy,
y en el estricto terreno de lo numérico así ha sido”
(De “El País”, 11/06/2014)
…
Nunca he sido ni me he proclamado monárquico (ni me
atrevo a definir en qué consiste eso), ni menos me he sentido republicano,
probablemente porque me tocó vivir la época de los 40 a los 70, en la que,
primero, pensar en política estaba prohibido; después, perseguido; y finalmente
aborrecido. Y porque la historia demuestra que “si se sale de Guatemala se
llega a Guatepeor”
Así que cuando se nombró Príncipe de España, y
sucesor a título de Rey al hoy abdicado, Juan Carlos, recuerdo que me sentí
entre indiferente y extrañado de una maniobra que, poco “francamente”
comprensible, parecía cuanto menos extraña.
Después se murió Franco y Juan Carlos se convirtió
en Rey, e inflamó en poco tiempo los ánimos patrióticos de todos los españoles,
que vieron en él, no sin razón, un gran impulsor de la democratización de la
vida española, aunque ésta era la única solución para evitar una nueva agria
contienda entre los inquietos e iconoclastas socialistas y
los necesitados de
vida pública que eran los comunistas.
Así se realizó la transición de España hacia la
democracia, en la que felizmente se fueron sucediendo gobiernos de uno y otro
signo, la vida política fue evolucionando, la economía mejoró hasta límites
insospechados de bienestar, y el Rey se sintió revestido de la aureola de
inviolabilidad, no ya legal –que aún la conserva al presente— sino social.
Y ahí se equivocó…
A los dimes y diretes de sus muchas aventuras e
hijos supuestos o presumidos (¿quién no tiene uno o varios deslices, máxime
siendo Borbón, que “de casta le viene al galgo”…?), se sumaron sus viajes al “no
se sabe dónde”, cuernos de por medio, y siempre aparecía alguna mujer sabrosona…
Y así, superada la adolescencia democrática, las
nuevas generaciones españolas comenzaron a cansarse de tanta escandalizadora “belle
vie” de quien cobraba del presupuesto nacional, y poco a poco, en paralelo a
su condición física, menguó la salud popular del Rey, hasta que, hasta
abandonado –se dice— por la Reina, no le quedó más remedio que abdicar.
Confieso que la abdicación juancarlista me supuso en
el fuero íntimo un alivio, porque a esa figura casi de cartón piedra, o
inflada, del monarca, se unía una cada vez mayor reacción iconoclasta –“romper
por romper”— de unos supuestos movimientos reivindicativos, simplemente
destructores.
Por eso, anunciada la abdicación, y propiciada la sucesión
por el Príncipe Felipe, todo parecía normal.
Pero no.
Los “cantamañanas” de los catalanes, que ya no saben
qué hacer para llamar la atención en su marcha hacia el abismo destructor,
dicen que se sienten marginados, cuando son ellos mismos los que con más doblez
y mentira que el mayor mentiroso compulsivo, inventan una trapacería tras otra para
justificar su posición esquizofrénica de separarse de España.
Y los aparentemente dignos, los izquierdosos comunistas, infectados de la hiel que ellos mismos generan al no conseguir
“calar” en el tejido social, votan en contra cuando solamente han de aceptar o
no una abdicación real, y llegan a introducir una espurea exigencia de
referéndum sobre monarquía o democracia (contraponiendo dos conceptos que no tienen por qué ser opuestos). Además de que sibilinamente acogen a esos del “podemos”, a
quienes yo cambiaría la “p” por la “j”, a no ser porque me contengo en las
expresiones chabacanas…
La solución rayana en la sinrazón la dan los
nacionalistas vascos, que, desde su esencia de democracia derechista, tontean a
lo tibio con los independentistas, para ver si así se mantienen al nivel de sus
colegas, los “nois” de Cataluña…
No hay que extrañarse.
Ya llevamos treinta y siete años de democracia y de
reinado –extinguiéndose— de un Rey que, aunque sus descendientes no regios repartidos por
el mundo puedan opinar lo contrario, no lo ha hecho del todo mal, porque al
menos ha cobijado la posibilidad de que yo escriba libremente este comentario y
de que los lectores lleguen a él.
Así que votar en contra de la ley que reconoce la
abdicación del Rey Juan Carlos viene a ser lo mismo que “oponerse a todo”
cuando no se sabe ni a qué se formula oposición.
¡Y además el voto en contra es solamente de un 5%
del Parlamento!
¡Pues estamos buenos!
¿Y aún hará caso la prensa?
¿Y aún argumentarán algo los “p(j)odemos”?
Pues…que venga quien haya de venir…y si es Felipe VI,
que es lo que toca…que saque la muleta para torear este burel de la vida política española.
Que para que se vaya o tirarle tiempo habrá ¡caramba!
Que para que se vaya o tirarle tiempo habrá ¡caramba!
Para cambiar reyes ya tenemos a los egregios inconformistas,
protestando por todo, sin proponer nada constructivo. Aunque mucho me temo que en cuanto "pisen moqueta" se harán partidarios del poder continuado...
“Todavía no sé qué me vas a preguntar, pero me
opongo”.- Groucho Marx
(1890-1977) Actor estadounidense.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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