“Quieren volver a levantar el muro de Berlín
( Joaquín Vila, en “El Imparcial”, 08-06-2014)
( Joaquín Vila, en “El Imparcial”, 08-06-2014)
“Los que llevaban los
uniformes eran iguales porque hacían lo mismo: ejecutar el terror con
eficacia”. Así relataba el escritor húngaro Sándor Márai, en su libro de
memorias “Tierra. Tierra”, la invasión de su patria, Hungría, primero por los
nazis y luego por el Ejército Rojo. Hitler y Stalin, los mayores asesinos de
todos los tiempos, los líderes del nazismo y del comunismo a mediados del siglo
XX, “eran iguales” y demostraron durante la Segunda Guerra Mundial cómo sus
Ejércitos seguían al milímetro el guión de los dos regímenes más repugnantes e
inhumanos de la Historia: “ejecutar el terror con eficacia”
Sándor Márai, el gran
escritor húngaro, autor de novelas tan bellas, absorbentes, emocionantes como
“El último encuentro”, “La mujer justa” o “La herencia de Esther”, cuenta en
sus memorias que primero fueron los nazis quienes impusieron la represión, la
barbarie y el terror cuando ocuparon Hungría. Luego, los soviéticos en la
contraofensiva del Ejército Rojo a las brigadas de Hitler que habían intentado conquistar
Rusia, en la sangrienta batalla que aplastó al Ejército alemán, incapaz de
derrotar al General Invierno y a las aguerridas tropas bolcheviques. Y tanto
unos como otros desenmascararon pronto su monstruoso rostro. Los nazis
persiguieron y detuvieron, primero a los judíos y luego a todo aquel ciudadano que renegara del déspota régimen alemán. Su destino: los campos de concentración, el asesinato, la represión. La libertad y los derechos humanos fueron aplastados a cañonazos.
persiguieron y detuvieron, primero a los judíos y luego a todo aquel ciudadano que renegara del déspota régimen alemán. Su destino: los campos de concentración, el asesinato, la represión. La libertad y los derechos humanos fueron aplastados a cañonazos.
Pero, cuando el Ejército
Rojo invadió Hungría y los países del Este, la barbarie se diferenció poco de
la de los nazis: hombres torturados y asesinados, mujeres violadas, pueblos
enteros calcinados, arrasados. Y así conquistaron todas esas naciones, que
quedaron atrapadas durante más de medio siglo por el cruel y repugnante régimen
comunista.
Sándor Márai, entonces,
regresó a Budapest, descubrió su casa reducida a escombros, los seis mil libros
de su valiosa biblioteca desaparecidos. Se horrorizó ante la terrible nueva era
que comenzaba. Al igual que hicieron los nazis, se perseguía en nombre de la
“Única Idea Salvadora.” Y en su país se impuso el sangriento sistema soviético
y el saqueo institucionalizado. Al final, al comprender que su mera presencia,
aunque silenciada por la censura, avalaba al régimen dictatorial de su país,
decidió exiliarse, el precio a pagar para que “no puedan comprarme como
individuo”.
Pues con la ocupación
soviética de Hungría y con el establecimiento del régimen comunista, Sándor
Márai, que se había convertido en un escritor tan famoso y reconocido como
Thomas Mann o Stefan Zweig, comenzó a declinar. Tachado pronto por los
comunistas de escritor "decadente y burgués", aquel europeo
individualista y cosmopolita, de ideales humanistas, jamás pudo plegarse al
absolutismo, a la falta de libertad y en 1948 abandonó Hungría definitivamente
para exiliarse.
El desmoronamiento
político y moral de su patria bajo el yugo comunista y la vida errante que
llevó junto a su esposa judía durante las últimas décadas de su vida, al
instalarse primero en Italia y luego en Estados Unidos, contribuyeron al
aislamiento profesional y personal de Márai.
La vida, la censura de
sus obras, el dolor del gran escritor húngaro a mediados del siglo pasado
suponen el mejor ejemplo de la crueldad humana cuando el fanatismo se impone. Y
las dos ideologías que mejor representan esa crueldad no son otras que el
fascismo y el comunismo.Y ahora que se conmemora el 70 aniversario del épico
Desembarco de Normandía, el principio del fin de Hitler, conviene recordar que
el mundo se convierte en un infierno cuando las dictaduras fascistas o los
regímenes comunistas toman el poder. Poco antes de la conmemoración en las
playas francesas del desembarco de las tropas aliadas, se habían celebrado las elecciones
europeas, cuyo resultado resulta estremecedor: El Viejo Continente todavía no
está a salvo de ese veneno que se inoculó por todo el mundo durante, y después,
de la Segunda Guerra Mundial, hasta que el Papa Juan Pablo II y Reagan
derribaron el Muro de Berlín.
La extrema derecha en
Francia, en Holanda, en Dinamarca y, de algún modo, en Gran Bretaña ha dejado
asomar de nuevo su depredador hocico. Y en España, la extrema izquierda. Unos y
otros representan lo más abyecto de la Humanidad: el odio y el exterminio de
los que no piensan como ellos. La extrema derecha quiere expulsar a los
extranjeros como el racismo de Hitler hizo con los judíos, a los que luego
gasearía por millones. La extrema izquierda sueña con volver a levantar el muro
de Berlín para imponer el absolutismo y aniquilar las libertades, como en Cuba,
en Corea del Norte, en China, en Venezuela…
La Historia demuestra que
el mundo nunca ha estado a salvo de los iluminados, de los asesinos que se
camuflan tras una ideología por perversa que sea. Y nunca lo estará. Además del
riesgo del resurgimiento del comunismo y del fascismo, el mundo se enfrenta a
otro fanatismo igual de letal: el terrorismo islamista o cualquier otro tipo de
terrorismo. España ha sufrido en sus carnes el etarra. Pero
todavía hay
partidos que lo justifican.
“Podemos”, sin ir más
lejos, de la mano del cacareado, chiflado e histriónico Pablo Iglesias, que ha
deslumbrado a más de uno, pese a su demagogia y locura política, ha apoyado sin
ningún pudor a ETA y ya ha anunciado que su partido se va a unir a Bildu en las
manifestaciones a favor de los presos asesinos. La sorpresa electoral, el
hombre que está siendo alardeado por muchos resulta un buen ejemplo del peligro
que corren España y Europa con la propagación de este tipo de telepredicadores
quienes, pese a su demagogia y a su anacrónica y delirante ideología, logran el
apoyo de los desesperados y de los analfabetos políticos. Y en este
viaje le
acompañan los comunistas de IU, los republicanos radicales y secesionistas de
ERC, los proetarras de Bildu y algunos otros grupos extremistas. Entre todos
ellos han logrado un buen puñado de votos. Por increíble que parezca, millones
de españoles les han votado.
No hay que olvidar que
Hitler llegó al poder en 1933 tras ganar las elecciones. Pero su sentimiento
democrático se desvaneció cuando, poco después de convertirse en canciller,
encarceló y aniquiló a todos los diputados de la Oposición. A partir de ahí,
Alemania comenzó los preparativos para invadir el mundo e imponer su crueldad.
El resultado: más de cincuenta millones de muertos, entre ellos seis millones
de judíos. Stalin no le fue a la zaga. Algunos historiadores calculan que el
régimen soviético pudo superar con creces esos
millones de asesinatos, entre los que murieron torturados o fusilados en los campos de concentración de Siberia y los que cayeron por los puñales de la represión tanto en la Unión Soviética como en los países satélites que ocupó. Solzhenitsyn afirmó que entre 1917 y 1959 habían sido asesinadas 110 millones de personas. Hitler y Stalin “eran iguales: ejecutaron el terror con eficacia”. Y ahora, Europa, setenta años después, todavía no ha escarmentado.
millones de asesinatos, entre los que murieron torturados o fusilados en los campos de concentración de Siberia y los que cayeron por los puñales de la represión tanto en la Unión Soviética como en los países satélites que ocupó. Solzhenitsyn afirmó que entre 1917 y 1959 habían sido asesinadas 110 millones de personas. Hitler y Stalin “eran iguales: ejecutaron el terror con eficacia”. Y ahora, Europa, setenta años después, todavía no ha escarmentado.
Sándor Márai, desesperado
y hundido en el exilio, se suicidó en 1989 disparándose un tiro en la sien con
un revólver. Desconocía, paradojas de la Historia, que poco después caería el
muro de Berlín, ese muro que ahora algunos quieren volver a levantar.”
…
Me ha sorprendido y en
cierta forma impresionado el título que el director de “El Imparcial” ha dado a su comentario. Y, ciertamente, me ha hecho reflexionar.
Este mundo que
nos ha tocado vivir, después de la caída del muro de Berlín nos pareció
instalarse en una paz y un bienestar idílicos, casi propios de una de aquellas
églogas que Virgilio escribió.
Pero se trataba y se trata
de un espejismo.
En la post URSS, la avariciosa
soberbia de Vladimir Putín, más frío de carácter que todo el hielo de Siberia,
está propiciando de forma calculada el retorno a la ex "maravillosa" Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas, revestida de capas de un zarismo
absolutista que él practica, sin duda para alcanzar el grado de
autocomplacencia masturbadora que pretende. Y así, después de masacrar en
Georgia, en Osetia y Abjasia, se dedica a minar meticulosa pero incansablemente
la independencia e idiosincrasia de una Ucrania atenazada entre los falsos
milicianismos pro occidentales y pro-rusos,
sojuzgados por la imponente presión de la privación del suministro de gas, encarecido por otra parte hasta precios asfixiantes para la economía ucraniana, débil y pobre por demás.
sojuzgados por la imponente presión de la privación del suministro de gas, encarecido por otra parte hasta precios asfixiantes para la economía ucraniana, débil y pobre por demás.
Entre tanto, en Ucrania
existe un poder, un Presidente, con unos caracteres de debilidad alarmantes,
pues nadie duda de que si la Unión Europea y USA dejaran de proclamar (porque en
la práctica nada positivo hacen) que protegen
a esta nación, en diez minutos se incrustaría en la circunvalante zona
pro-rusa.
Y en Europa, entre crisis
económicas e institucionales, van tratando de sobrevivir las monarquías a
base de renovaciones mediante las abdicaciones de los viejos reyes, para dejar
paso a los más jóvenes (aunque no tanto) herederos, convertidos en reyes de urgencia.
No muy diferente es
cuanto acontece en España, este país de nuestros sufrimientos, en el que un Rey
eficaz en lo político, disoluto
en lo atinente a su vida personal y últimamente viejo y enfermizo, no ha tenido más remdio que dejar el paso y la sucesión a un muy honesto Príncipe, ortodoxo hasta la saciedad, tal vez demasiado perfecto, a no ser de que contara con una esposa, la futura Reina, algo rebelde, un punto inconformista, algo izquierdosa, pero más sincera y apegada al pueblo.
en lo atinente a su vida personal y últimamente viejo y enfermizo, no ha tenido más remdio que dejar el paso y la sucesión a un muy honesto Príncipe, ortodoxo hasta la saciedad, tal vez demasiado perfecto, a no ser de que contara con una esposa, la futura Reina, algo rebelde, un punto inconformista, algo izquierdosa, pero más sincera y apegada al pueblo.
Ello en medio de un clima
absolutamente batido por iconoclastas ideas de unos “Podemos” que subyugan a
una bisoña población que cree en el imposible y utópico que ellos predican,
pero que esconden, cual lobo con piel de cordero, una super izquierdista
doctrina que no
debería tener más eco, pero que los de Izquierda Plural
(Comunismo pluscuamperfecto) se han empecinado en proclamar cual dogma de fe,
propugnando la instauración de una idílica sociedad, bien lejana de la realidad
y demandas de los tiempos actuales.
Yo no sé si no se trata de
instaurar, de edificar de nuevo, un “muro de Berlín” de las ideas, creando,
reproduciendo, la maléfica y atávica división entre izquierdas y derechas, para
establecer de facto aquello de las dos Españas que tanto dolió a Machado, y que
tantos daños reportó a lo largo de los tiempos.
No solamente Rusia trata
de mantener el muro entre su ex imperio y occidente; no solamente occidente
trata de forzar la lucha contra ese malévolo y falaz intento; es que en España,
por aquello de contraponer monarquía con democracia (¡menuda barbaridad!) se
quiere lograr que se instaure el “muro” entre la izquierda y la derecha, que
desemboque en la “lucha de clases” del siglo XXI, que no es otra cosa que
enfrentar el bien
real con el bien aparente pero iconoclasta en su esencia.
real con el bien aparente pero iconoclasta en su esencia.
Alguien podrá tacharme de
extremista o de maniqueo, pero que al menos que quede bien claro que hago mis fervientes votos
para que nunca más exista un “muro de Berlín” y nunca más haya que lamentar la
existencia de esas “dos Españas”. Y menos enfrentadas con violencia.
Que en otro caso, como ya
vaticinó Machado al “españolito que viene al mundo”, se nos helará el corazón…
"La política es demasiado a menudo el arte de traicionar
los intereses reales y legítimos, y de crear otros imaginarios e
injustos".- Arturo Graf (1848-1913) Escritor y poeta italiano.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
muy buen articulo.un fuerte abrazo
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