17 junio 2014

España cambia de rey: ¿Por qué se empeñan en llamar ya al nuevo Rey Felipe VI "El Breve"?

Pipino III
Pipino III de los Francos, más conocido como Pipino el Breve
Nació hacia el 715 en Jupille (cerca de Lieja, Bélgica, de donde arranca una gran parte de la dinastía Merovingia y Carolingia) y murió el 24 de septiembre de 768 en Saint-Denis (en el norte de Francia). 
Hijo menor de Carlos Martel y de Rotrudis de Tréveris
Sus cargos fueron:
Mayordomo de palacio de Austrasia (747-751) 
Rey de los francos (751-768) 

Historia

A la muerte de Carlos Martel, éste repartió -a la usanza de la época- sus títulos entre sus dos hijos: Carloman heredó el cargo de mayordomo (especie de Jefe de Gobierno o Primer Ministro) del palacio de Austrasia y Pipino, el de mayordomato del palacio de Neustria.

Es el periodo de la decadencia de la dinastía merovingia, cuando los jóvenes "reyes holgazanes" no tienen ya ninguna autoridad y los mayordomos de palacio son los verdaderos gobernantes del Estado. Carlomán y Pipino se reparten entonces el poder del reino franco, que gobernarán entre los dos, luchando, en primer lugar, por devolver la estabilidad a las fronteras del reino.

Comienzan enseguida una reforma de la Iglesia con la ayuda del Obispo San Bonifacio y se realizan dos concilios: el primero en Austrasia, convocado por Carlomán en 742-743; el segundo por Pipino, en 744 en Soissons (Neustria), en el que adoptará las decisiones tomadas en el concilio de Austrasia. Esta reforma establecerá la jerarquía en el seno del clero franco, a cuya cabeza se
encuentra Bonifacio (evangelizador de Germania), como dirigente de los obispos.

En el año 747 Carlomán se retira a la vida monástica y cede la mayoría de Austrasia a su hermano pequeño, con lo cual Pipino se convierte en el dirigente efectivo de todo el reino franco. Desde ese momento, comienza un duro enfrentamiento para deshacerse de Childerico III, el soberano merovingio del que depende oficialmente. Para demostrar la inutilidad de los reyes merovingios, Carlos Martel había dejado vacante el trono tras la muerte de Teodorico IV en 737 (durante los siete años de vacío real, todos los documentos oficiales llevarán la fecha de 737). En 743, Pipino libera a Childerico del monasterio en el que lo había encerrado su padre y le permite ocupar el trono del que había sido desposeído. Su retorno propicia la coalición formada, entre otros, por el duque de los alemanes y Hunald, de Aquitania, que reaccionan mal ante la eliminación política de Grifón (hermanastro de Pipino y Carlomán) pero, al reponer a Childerico en el trono, Pipino consigue un medio para apaciguarlos durante un tiempo.

Hacia 744, contrae nupcias con Bertrada de Laon, llamada la del pie grande, hija de Cariberto, Conde de Laon (el apodo se le puso por tener un pie más grande que el otro).

En 750, Pipino envía una delegación franca a entrevistarse con el Papa Zacarías, en solicitud de una autorización para poner fin al decadente reino merovingio y ocupar el trono de Childerico. Zacarías acepta y declara que "debe ser Rey el que ejerce la realidad del poder". El papa necesitaba que los francos tuvieran un rey con autoridad para combatir contra los lombardos, un pueblo de origen germánico que no practicaba el cristianismo y representaba una amenaza para la Iglesia.

En noviembre de 751, Pipino depone a Childerico III y se hace coronar por San Bonifacio en el campo de mayo en Soissons, siendo proclamado por una asamblea de obispos, nobles y Leudes (grandes del reino). Esta elección se consigue sin derramamiento de sangre. Childerico III, tras ser depuesto, es tonsurado (pierde sus largos cabellos, signo del poder entre los francos) y termina sus días encerrado en el monasterio de San Bertin, cerca de Saint-Omer.

Pero aunque Pipino haya conseguido el título de Rey y su poder, éste no le pertenece, y esta ruptura de la dinastía merovingia precisa de una nueva que deberá reemplazar la sucesión natural de padres a hijos. Esta continuidad queda asegurada por la consagración real seguida de la unción, simbolizada en el bautismo de Clodoveo I y la alianza particular entre la Iglesia y los reyes francos. Es en Soissons, donde el obispo Bonifacio, su consejero diplomático, le ungirá marcando su frente con el aceite santo —el Saint-Chrême— como ya se hacía a lo largo de una ceremonia en la que se consagraba a los reyes visigodos de Toledo. Por medio de esta unción, el rey de los francos, a partir de ese momento investido de una misión de guía militar y religiosa, ostenta la fuerza moral del "derecho divino", es decir, de "dirigir los pueblos que Dios le confía"; pero esta legitimidad tiene un coste: el de la fidelidad a la Iglesia y a quien la dirige, el papa Esteban II que, desde Roma, ha dado su consentimiento para el cambio de dinastía.

Pipino será consagrado por segunda vez, por Bonifacio, en diciembre de ese mismo año, en Maguncia, como señor de Austrasia.

Apoyo de Roma y lucha contra los lombardos

El cisma de Bizancio obligó al papado a aliarse con el rey de los francos. El nuevo papa, Esteban II (sucesor de Zacarías, muerto en 752) pide ayuda militar para luchar contra los lombardos y su Rey Astolfo (o Astolf), que amenazan a Roma. Si el papa Esteban se decide a atravesar los Alpes para solicitar la ayuda del rey de los francos (es la primera vez que un papa emprende semejante viaje), es porque no tiene otra elección. El protector habitual de la Iglesia es el emperador bizantino que gobierna en Constantinopla bajo el Imperio romano de Oriente, pero éste se encuentra en precarias condiciones y no tiene posibilidad de concurrir en auxilio del papado.

El 6 de enero, en el palacio de Ponthion, en el sur de Champaña, el rey Pipino se postra delante del papa Esteban II y, con suma deferencia, toma la brida de su caballo, reproduciendo el mismo gesto elegante del emperador Constantino I el Grande ante el papa Silvestre I. Fue un acto político muy hábil. Esteban II le propone a Pipino una alianza asegurándole una segunda consagración, realizada por él mismo, la "gracia divina" para el rey de los francos y para sus hijos. El acuerdo definitivo se pacta el 14 de abril en Quierzy-sur-Oise, en el norte de París. En tanto que el papa aporta su apoyo espiritual a Pipino, este último se compromete a ofrecer a la Santa Sede un dominio lo suficientemente grande como para que pueda preservarle de toda agresión.

El domingo 28 de julio de 754, en la basílica de Saint Dennis, el papa Esteban II consagra a Pipino y le confiere los títulos de Rey de los Francos y Patricio de los romanos (Patricius Romanorum). Los hijos y herederos de Pipino, Carlomán y Carlos, también son consagrados en
la misma ceremonia, al igual que su madre Berta. El papa establece, por medio de este acto, un estrecho lazo de continuidad entre la unción realizada a los reyes del Antiguo Testamento y los reyes de la nueva dinastía. Esta consagración pone fin, oficialmente, a la dinastía merovingia y legaliza el advenimiento de los Carolingios al poder.

Asegurando el reinado de Pipino III sobre los francos y consagrándole el mismo como tal, el papa ha marcado las distancias con el emperador de Bizancio. La Santa Sede se somete, a partir de ahora y para su seguridad, a los soberanos francos. Es el principio de una larga colaboración, aunque a menudo tormentosa, con los Carolingios y sus lejanos herederos del Sacro Imperio Romano Germánico. Y como consecuencia de esta consagración, la legitimidad del rey de los francos, a veces de "derecho divino", no dependerá exclusivamente de los señores francos electores del rey. Pipino se considera, sin embargo, el primer rey por la voluntad de Dios y el principio de este reinado de "derecho divino" durará en Francia sin interrupción durante ciento once años.

Pipino no puede, por tanto, rehusar la petición del papa. Nuevo "David" y primer rey cristiano, por la "gracia de Dios", está obligado a cumplir con el papa Esteban II (en tanto que hijo amado de la Iglesia, tomando la defensa de su Santa Madre) y a romper su alianza con los lombardos. El envío de una delegación el 14 de octubre de 754 para calmar a los lombardos en sus reivindicaciones, no surtirá efecto; y en 755 Pipino lanza contra ellos una primera expedición de la que sale victorioso. Pero al año siguiente, los lombardos ponen sitio a Roma. Por tanto, de 756 a 758 deberá lanzar Pipino tres campañas contra ellos hasta conseguir echarlos hasta las cercanías de Rávena.

Al final de estas expediciones, Pipino el Breve acude a entregar al papa los territorios conquistados: veintidós ciudades de la Italia central, Rávena, Perusa y las provincias de Emilia-Romagna y de la Pentacole se unen a Roma, formándose así el nuevo Estado Pontificio. No obstante, Pipino, tras esta victoria, multiplicará sus esfuerzos diplomáticos para intentar restablecer la concordia entre los lombardos y Roma.

Consolidación del reino

Durante su reinado, Pipino consiguió devolver el orden en su reino:
Con los grandes señores, obtuvo su vasallaje por medio de juramentos de fidelidad 
Logró expulsar definitivamente a los árabes de la Septimania, provincia del reino franco, tras la toma de Narbona en el 759. 
Recuperó la Aquitania tras una larga serie de batallas contra Gaifier, duque de Aquitania, de 761 a 768. 
La muerte de Pipino el Breve
Murió el 24 de septiembre de 768 en Saint-Denis, tras haber repartido el reino, siguiendo la vieja costumbre franca, entre sus dos hijos Carlos I (el futuro Carlomagno) y Carlomán. Fue enterrado en la abadía de Saint-Denis, donde también reposan su hijo Carlomán, muerto en 771, y su esposa Bertrada, fallecida en 783.
(De Wikipedia y otras fuentes) 

Dejando al margen comentarios sobre Monarquía y República, y sobre todo sobre la contraposición que muchos de los insumisos, inconformistas e izquierdosos, o simplemente no monárquicos, vienen proclamando entre Monarquía y Democracia, he de comentar que no deja de sorprenderme el poco apego que vienen mostrando los “no viejos” sobre la Monarquía española, pues llegan a decir que genera un gasto supérfluo, que es una institución obsoleta, que no puede centrarse una sola familia el privilegio de gobernar la nación, que sería mejor un Presidente de la República, etcétera, etcétera.

Sea lo que fuere, la realidad es que esta misma semana, hoy mismo, el Senado español va a aprobar también la ley de Abdicación del rey
Juan Carlos, éste la firmará y sancionará solemnemente el siguiente día, y, si todo se cumple según las previsiones, el mismo miércoles 18 de junio quedará constituido en Rey de España el actual Principe de Asturias, con la denominación de Felipe VI, de quien se anuncia el acto formal de proclamación ante las Cortes Españolas, el siguiente día 19 de junio.

De todas maneras, el pueblo español, tan revoltosillo siempre respecto de sus gobernantes y más aún respecto de los reyes, ya ha comenzado a llamar al nuevo Rey como Felipe VI "El Breve", siguiendo la tendencia antimonárquica y bastante iconoclasta de los insumisos, los izquierdosos y los republicanos.

El calificativo al nuevo Rey resulta hasta gracioso, si no fuera porque la mayoría de los españoles con algo de sentido común y exentos de rebeldías y revanchismos, deseamos que su reinado sea lo más próspero y prolongado posible.

Sin duda el calificativo “El Breve” con que algunos han motejado a Felipe VI, lo han copiado del rey Pipino III de los Francos, que cierto es reinó poco tiempo, pero que sirvió para consolidar el reinado de Carlomagno y sembrar las esencias de lo que más tarde sería una nueva Europa.

Deseo fervientemente que Felipe VI sea más bien calificado como “El Reformador”, porque ello implicará que ha tenido la audacia y la clarividencia de aprovechar la transformación política y social de España para dotarla de nuevos instrumentos (Constitución) que permitan la mayor igualdad y progreso y la mejor convivencia entre sus gentes.

Y por eso, cuando es inminente la proclamación del nuevo monarca, bueno es que entre “los afanes de cada día” se glose este tema tan actual y vigente, con el deseo de que España, con un rey maduro y muy formado, se aleje por fin de “las dos Españas” y el pueblo deje de semejar como integrante de la denostada nación “zaragata, faldicorta y de pandereta”.

¡Dios proteja al nuevo Rey!

¡Dios proteja a España!

"Aquellas personas que no están dispuestas a pequeñas reformas, no estarán nunca en las filas de los hombres que apuestan a cambios trascendentales".-Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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