La reina Tamara |
Todos los años, al llegar estas fechas, al filo de la Navidad, me siento movido a dedicar una entrada de este blog a una de las personas que más aprecio, consideración y elogio me han merecido en esta mi ya no corta vida.
Se trata de alguien que, nacida en las estepas
ucranianas, en Kremenchuk, a orillas del “padre” Dniéper, creció entre esas
tierras y las colinas de Kiev, para conformar en la capital de Ucrania su
extensa formación académica y su prolija experiencia como investigadora en el campo de la
Medicina.
Y allí, en aquellas tierras del verde y del agua,
en las que el trigo se dora en las alas del viento, esta protagonista, ya
estrella del firmamento ucraniano, alcanzó por siempre el firmamento de la
maternidad y el aurea de la ciencia, y llegó a traspasar fronteras, y llegó
a esta España nuestra para consolidar su brillo ejemplar como esposa y madre, a
la par que para prestigiar la profesión médica, sembrando ciencia, prudencia y
bondad.
Por eso, cuando sus ojos verdes
siguen ornando su presencia entre quienes le rodean, lo menos que puede hacerse,
es glosar su figura, y proclamar que Tamara –que así se llama la estrella de
este firmamento— cumple en esta fecha un año más de su prolífica y generosa
vida, y que la humanidad entera, y especialmente quienes tenemos la dicha de
beneficiarnos de su irrepetible personalidad, se llena de gozo ante la efemérides de esta madura
y espléndida mujer que en sí misma es una oda a la belleza e inteligencia
femenina.
Querida Tamara, muchas felicidades te deseamos todos los que te
amamos, y especialmente éste que se siente feliz y orgulloso de ser tu esposo.
Permíteme, Tamara, la
licencia de dedicarte este soneto de la poetisa ucraniana Julia Prilutzky (Nació en Kiev, Ucrania, en 1912 y adoptó la
ciudadanía argentina desde temprana edad. Cursó estudios de Derecho en la
Universidad de Buenos Aires y música en el Conservatorio Nacional. Publicó su
primer libro de poesía a la edad de dieciocho años y pronto se convirtió en
portavoz de la generación poética de los años cuarenta. Entre sus libros más
reconocidos figuran «Antología del amor», «Sonetos» y «Sólo estará la rosa»)
Dame tu brazo, amor, y caminemos,
dame tu mano y sírveme de guía.
Ya no quiero saber si es noche o día:
mis ojos están ciegos. Avancemos.
Dame tu estar, amor, en los extremos,
tu presencia y tu infiel sabiduría:
por los caminos de la sangre mía
ya no sé si es que vamos o volvemos.
Y no me digas nada. No es preciso.
Deja que vuelva al pórtico indeciso
desde donde no escucho ni presencio:
Todo fue dicho ya, tan a menudo,
que ahora tengo miedo, amor, y dudo
de aquello que está al borde del silencio.
dame tu mano y sírveme de guía.
Ya no quiero saber si es noche o día:
mis ojos están ciegos. Avancemos.
Dame tu estar, amor, en los extremos,
tu presencia y tu infiel sabiduría:
por los caminos de la sangre mía
ya no sé si es que vamos o volvemos.
Y no me digas nada. No es preciso.
Deja que vuelva al pórtico indeciso
desde donde no escucho ni presencio:
Todo fue dicho ya, tan a menudo,
que ahora tengo miedo, amor, y dudo
de aquello que está al borde del silencio.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Que lindo Ángel, allí estaremos para daros un abrazo y un beso y felicitar a la doctora y amiga!!!
ResponderEliminarMe siento afortunada por teneros en mi vida!!!!