“El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.” Woody Allen (1935-?) Actor, director y escritor estadounidense.
Ahora, cuando finalmente ha venido el lobo de la crisis y ha encontrado a los pastores (gobierno, banqueros y empresarios) confiados y durmiendo, como en la fábula, y el lobo ha devorado buena parte de las ovejas (la bonanza económica de que disfrutábamos), nadie recuerda, ni quiere recordar, que en España ni se habló de esa crisis hasta que no se alcanzó el mes de junio, y que aún así se comentaba que había solo una cierta “ralentización” de la economía.
Resulta superfluo a estas alturas recopilar y repetir las falsedades y las engañosas palabras con que se acalló en apariencia la creciente preocupación que iba invadiendo a los empresarios y a los ciudadanos.
Actualmente la crisis es “galopante” y ha sido aprovechada por los pillos y listos de turno (empresarios potentes y multinacionales incluidos) para reajustar sus plantillas e incrementar para el futuro sus posibilidades de enriquecimiento.
Bueno, ¿y qué hacer? ¿Qué se ha hecho?
Pienso que solamente ha habido gestos hacia la galería, sin ninguna medida concreta que presente rasgos de efectividad para la reactivación de la economía, que no es el bienestar de la banca, sino la supervivencia y el empleo del pueblo.
Una vez más nos han tomado el pelo, y quieren seguir tomándonoslo, con medidas secretas, como ayudar a la banca, sin que se sepa a qué bancos concretos. Y poco más para el ciudadano.
Si la gente pasa al desempleo, pues que lo vaya cobrando y ya se verá si “escampa” con el tiempo…
Ha llegado la crisis, claro, pero sobre todo ha llegado el desencanto y la decepción, comprobando que un gobierno falso y mentiroso sigue engañándonos, sin que la oposición sea capaz de proponer medidas de solución mejores a las de los ministros, a lo mejor “para que no se las copien”.
Tenemos un gobierno y una oposición que son nuestra auténtica crisis, y que están permitiendo, como casi siempre tristemente ocurre, que los “peces gordos” de la banca y de las potentes multinacionales, sigan hinchándose a ganar dinero.
Lo mejor de todo, es que el gobierno se ha hecho ignaciano o jesuita, porque aplica aquello de que “en tiempos de tribulación no se haga mudanza”, y así, ¿Cómo reducir algo del gasto público? ¿Cómo reorganizar el gobierno, suprimiendo los varios ministerios inútiles e ineficaces?
Menudo abuso… de los pobres ciudadanos…
Por ello, como estoy sin un duro, como casi todos, y no espero tener ese duro, voy a hacer como los ricos, declararme en crisis.
Voy a estudiar si me constituyo en concurso de acreedores y dejo de pagar la luz, el gas y el agua, me manifiesto en la calle pro gratuidad de Internet, dejo de pagar los impuestos que gravan cada litro de carburante, hago trampas para no pagar el supermercado, viajo a hurtadillas en el metro y el autobús, y hago todo aquello que se me ocurra.
¡Estoy en crisis!
¡Me declaro en crisis!
Y no escribo más, porque si lo hago malbarato mi tiempo, que también está en crisis y debo ahorrar y no malgastarlo trabajando.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Ahora, cuando finalmente ha venido el lobo de la crisis y ha encontrado a los pastores (gobierno, banqueros y empresarios) confiados y durmiendo, como en la fábula, y el lobo ha devorado buena parte de las ovejas (la bonanza económica de que disfrutábamos), nadie recuerda, ni quiere recordar, que en España ni se habló de esa crisis hasta que no se alcanzó el mes de junio, y que aún así se comentaba que había solo una cierta “ralentización” de la economía.
Resulta superfluo a estas alturas recopilar y repetir las falsedades y las engañosas palabras con que se acalló en apariencia la creciente preocupación que iba invadiendo a los empresarios y a los ciudadanos.
Actualmente la crisis es “galopante” y ha sido aprovechada por los pillos y listos de turno (empresarios potentes y multinacionales incluidos) para reajustar sus plantillas e incrementar para el futuro sus posibilidades de enriquecimiento.
Bueno, ¿y qué hacer? ¿Qué se ha hecho?
Pienso que solamente ha habido gestos hacia la galería, sin ninguna medida concreta que presente rasgos de efectividad para la reactivación de la economía, que no es el bienestar de la banca, sino la supervivencia y el empleo del pueblo.
Una vez más nos han tomado el pelo, y quieren seguir tomándonoslo, con medidas secretas, como ayudar a la banca, sin que se sepa a qué bancos concretos. Y poco más para el ciudadano.
Si la gente pasa al desempleo, pues que lo vaya cobrando y ya se verá si “escampa” con el tiempo…
Ha llegado la crisis, claro, pero sobre todo ha llegado el desencanto y la decepción, comprobando que un gobierno falso y mentiroso sigue engañándonos, sin que la oposición sea capaz de proponer medidas de solución mejores a las de los ministros, a lo mejor “para que no se las copien”.
Tenemos un gobierno y una oposición que son nuestra auténtica crisis, y que están permitiendo, como casi siempre tristemente ocurre, que los “peces gordos” de la banca y de las potentes multinacionales, sigan hinchándose a ganar dinero.
Lo mejor de todo, es que el gobierno se ha hecho ignaciano o jesuita, porque aplica aquello de que “en tiempos de tribulación no se haga mudanza”, y así, ¿Cómo reducir algo del gasto público? ¿Cómo reorganizar el gobierno, suprimiendo los varios ministerios inútiles e ineficaces?
Menudo abuso… de los pobres ciudadanos…
Por ello, como estoy sin un duro, como casi todos, y no espero tener ese duro, voy a hacer como los ricos, declararme en crisis.
Voy a estudiar si me constituyo en concurso de acreedores y dejo de pagar la luz, el gas y el agua, me manifiesto en la calle pro gratuidad de Internet, dejo de pagar los impuestos que gravan cada litro de carburante, hago trampas para no pagar el supermercado, viajo a hurtadillas en el metro y el autobús, y hago todo aquello que se me ocurra.
¡Estoy en crisis!
¡Me declaro en crisis!
Y no escribo más, porque si lo hago malbarato mi tiempo, que también está en crisis y debo ahorrar y no malgastarlo trabajando.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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