05 marzo 2008

¡Ha dimitido Yanukovich!

Kyiv (AFP) — El primer ministro de Ucrania, Viktor Yanukovich, presentó este viernes la renuncia de su gobierno durante la primera sesión del nuevo Parlamento ucraniano, formado tras las elecciones legislativas del pasado 30 de septiembre.
"Anuncio la dimisión del gobierno ucraniano", declaró Yanukovich ante los diputados. El gobierno seguirá ejerciendo sus funciones de manera interina hasta la formación del nuevo gabinete.

La lectura de esta noticia de AFP puede sorprender si se lee solamente su titular.
¡Dimitido Yanukovich!
¿Cómo él, adalid y conservador del más puro estilo “post(¿)soviético” y “Putin-ruso” de gobernar puede presentar la dimisión?
¿Se habrá vuelto Yanukovich un demócrata convencido y ha decidido en su lealtad hacia el sistema renunciar y dimitir, para que el Presidente de Ucrania se sienta libre para nominar un nuevo Primer Ministro?
¿Será éste el inicio de la auténtica vida democrática en Ucrania?
Pues, no, querido Igor. No, queridos lectores.
Ni Yanukovich se ha vuelto demócrata, ni quiere facilitar la labor del Presidente, ni le han invadido escrúpulos de generosidad.
Nada de eso.
Ha dimitido, ¡porque no le queda otra solución!, ya que al iniciarse una nueva legislatura, su gobierno carece de legitimidad.
Ahora bien, eso no significa que Yanukovich haya “soltado la teta”. Su generosidad es tal que, por si acaso, continúa “en funciones”, es decir, casi con los mismos resortes prácticos de poder que antes., y desde los que seguirá intrigando para mantenerse al frente del gobierno.
Podrá pensarse que hoy me he obsesionado con Yanukovich.
Incierto.
No he olvidado a la “dulce” Yulia, toda candor, que intriga más en el parlamento y en los “lobbies” de poder más que lo que podría entre los pucheros de su casa; ni se me pasa un “saludito” a los validos del Presidente, siempre tan cerca de su “jefe” y siempre buscando “alimento”; y tampoco se escapa de mi memoria ese “ambivalente” e indefinido Litvin, que lo único que tiene definido es su perfecto moldeado capilar…
En fin, amigo Igor; en fin, amigos ucranianos, que, por ahora, nuestro gozo está en un pozo…
Ellos no cambian, y el país tampoco.
Ni en la época de la cosecha de naranjas, asoma un vestigio de “naranja” en la vida política ucraniana.
Ni dulce, ni agridulce, ni amargo, ni agrio.
Ni naranja, ni limón, ni pomelo.
¡EGOÍSMO!
¡Qué lejos queda de Ucrania todavía un pálpito de democracia!
Ojalá los ucranianos que hagan merced de leer estas mis insípidas reflexiones, sean capaces de decidirse por algo más de autenticidad y de eficacia que los haraganes políticos que les ha tocado padecer.
Con esperanza y sin ilusión, un abrazo “sin dimisión” ni renuncia de
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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