Estaba ya la madrugada, casi el amanecer primaveral de aquel día de finales de abril, cuando los padres de la neonata, alborozados por la que ya era su segunda hija, lucubraron sobre su posible nombre.
Decidieron finalmente llamarle Paula y no desdeñaron la posibilidad de dotarle de un segundo, Esperanza, aunque finalmente decidieron no registrarlo, y no por falta de ganas. Situación premonitoria.
Los años ha ido pasando casi de manera sigilosa, y la vida ha ido configurando en aquella morenita abrileña una mujer hermosa, una esposa amante y una madre solícita de una preciosa muchacha hoy quinceañera, (de quien me enorgullezco cada vez que le llamo nieta y ella se dirige a mí como “abuelín”) que reúne las bellezas de cuerpo y de espíritu de su progenitora.
Es llegado el tiempo, en estas calendas abrileñas, de glosar a esta mujer, esposa, madre, que es mi hija Paula.
Y quiero tenerla figuradamente conmigo, no solamente enviándole el beso paterno y amoroso que claro está que le daré personal y físicamente en cuanto pueda, sino cantándole como flor que irradia esperanza, compendio de todas las flores, porque bien ha demostrado con su vida y trayectoria que merecía aquel segundo nombre que sus padres estuvieron a punto de atribuirle: Esperanza.
Porque esta Paula hoy cumpleañera ha demostrado que es singular portadora de la mayor de las esperanzas, pues ha ejemplificado la manera de practicar en la vida (y por tanto transmitiéndolo a los que le rodean), la sensatez, la laboriosidad, la entrega, la alegría; especialmente cuando ha tenido que desplegar las amplias alas de su sólida y a la vez vitalista voluntad de incardinar en la esperanza su positiva y valiente reacción frente a contratiempos y dolencias que a cualquiera nos hubieran quebrado la entereza.
Sí; Paula ha sido, viene siendo y será, la flor que en nuestra familia encarna especialmente la alegría de vivir y la esperanza de seguir haciéndolo con la generosa vitalidad de quien se siente querida y a su vez quiere a los suyos.
Añadiré, por acabar, que cuando felicito a Paula, y le califico como la flor que alumbra la esperanza, este su padre (como todos quienes le rodean) agradece al buen Dios que ella haya mostrado el camino de la vida con voluntad, ánimo, rectitud y esperanza.
Sea por ti, Paula amada.
(Atención Paula: Y no me olvido de tu esposo, Marco, mi querido yerno, que tu nos has aportado a la familia)
"Cada criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres" Rabindranath Tagore (1861-1941) Filósofo y escritor indio.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
La enhorabuena, pues, por ser padre de Paula. Vicente Barberá Albalat
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