A
decir verdad, este fin de semana nos ofrece una concentración de
conmemoraciones, que quizá entorpezca su completa celebración.
El
Primero de Mayo, en sábado, será la Fiesta del Trabajo y producirá, es de
suponer, toda una serie de multitudinarias manifestaciones reivindicando
mejoras en los derechos laborales y sirviendo para justificar en alguna medida
la existencia de los sindicatos obreros, tan diluidos en cuanto a actividad en
los últimos tiempos.
Al
propio tiempo en los territorios de la extinta pero revivida URSS, el
oficialismo montará su acostumbrado aparato de propaganda masiva, para
enaltecer el sistema, y mayor gloria de su zar dictatorial, el sátrapa
Vladimir Putin.
En
nuestro país, la realidad es que por mucho que se esfuercen los dirigentes
sindicales, no excesiva relevancia tendrá la celebración, porque el facineroso
gobierno de Pedro I “el Sánchez” ha puesto sordina a todas las tendencias de
izquierda que no sean sus tejemanejes, máxime después de su abandono en brazos de Pablo “el Coleta”.
Además,
ahí está la celebración de la Pascua ortodoxa cristiana, la que celebran los
fieles de esta vertiente espiritual hermana del catolicismo, aunque
diversificada en cuanto a iconografía, simbología, calendario y estructura jerárquica.
Recuerdo
con cierta nostalgia mis vivencias en Ucrania en estas fechas de la Pascua
ortodoxa ucraniana (que se instala en datas distintas a las católicas por causa
de la diferente aplicación del calendario, ya que el gregoriano rige para la
Iglesia católica y el juliano se tiene en cuenta para los ortodoxos). No puedo
negar que las celebraciones litúrgicas vividas en Ucrania siguen en mi añoranza y me resultaron entrañables, con aquellas visitas a la iglesia en la madrugada de la Pascua, portando los panes y las frutas para su bendición por el sacerdote; para la reunión después de toda la familia en el almuerzo de aquellos condumios, y salutación regocijada de todos los miembros y todos los ciudadanos con aquellas bellas frases de “Cristo ha resucitado” (Христос воскрес) y la confirmación en respuesta a estas palabras: “Verdaderamente resucitado” (Воистину воскрес!), expresiones con alguna ligera variante en ucraniano.
No se puede olvidar tampoco la hermosa tradición de la “Paska”, una especie de panquemado decorado, ni la de los huevos coloreados, además de los huevos huecos pintados, llamados “Pysanky” (en cuya elaboración es una maestra mi siempre admirada amiga la doctora argentina, con alma ucraniana, Cristina Serediak)
En fin, para mí la pascua ortodoxa rezuma espiritualidad, afecto, cariño, unión y paz y casi la echo de menos porque en nuestra cultura occidental se ha convertido en un festivo vacacional y poco más.
Y
en el conglomerado festivo de este fin de semana no puede soslayarse la
celebración del Día de la Madre, festividad indudablemente de origen e
inspiración comercial, pero que se ha instalado en nuestro modus vivendi, y
para bien, ya que por mucho que se conmemore la maternidad y se adore y agasaje
a las madres, siempre será poco porque ellas, las madres, nos han dado la vida, la
educación, la cultura, y han sido nuestras maestras en celo, cariño y la rectitud.
Añádase
a todo ello que el día Dos de Mayo se celebra el Día de la Independencia
(festividad en la Comunidad Autónoma de Madrid), rememorando la reacción y
rebeldía del pueblo madrileño y español ante la invasión napoleónica.
En
definitiva, muchas efemérides y muchas ocasiones para experimentar el gozo de la
vida y de la condición humana, en estos tiempos inciertos y duros, de zozobra e
inseguridad, que el maldito Covid-19 nos ha impuesto.
¡Feliz
Día del Trabajo!
¡Feliz
Pascua de Resurrección!
¡Feliz
Día de la Madre!
¡Y
viva la vida!
"La vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla" George Santayana (1863-1952) Filósofo y escritor español.
SALVADOR
DE PEDRO BUENDÍA
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