En medio de
la vorágine de contagios, carencias hospitalarias, fallecimientos, promesas
fallidas de vacunación, y tantas otras desgraciadas realidades, ha seguido
surgiendo en la vida política y social de esta España nuestra, el cáncer
incurable de la conducta miserable de la clase política dominante, y el caos
social provocado por una Administración pública tendenciosa, inepta y torcidamente
doctrinaria.
Solamente hacía
falta un detonante que ya se introdujo en la realidad cotidiana, cual ha sido
la experiencia electoral en Cataluña.
Bien conocida era la descarada y desvergonzada tendencia del líder socialista (Pablo I “el Sánchez”) de sostener su gobierno mezclándose con la venenosa compañía del iconoclasta Pablo “rompe” Iglesias (el “coleta” lengua larga y puño cerrado), de manera que ha venido tolerando las sucias y generalmente abominables diatribas de ese proyecto de Lenin que es el podemita, y obviando sin adoptar medida alguna las iniciativas siempre rompedoras de la “parejita” del chalet millonario.
Así, todo lo relativo
a la libre eutanasia, aborto a la carta, destrucción del sistema democrático,
ensalzamiento de las desviaciones o rarezas sexuales, y un sinfín de reprobables iniciativas, ha venido siendo tolerado
en silencio por un presidente del gobierno que decidió vender su primogenitura
por el “plato de lentejas” del poder por el poder.
Gran verdad es
que "cuando no hay escrúpulos aparecen los forúnculos". Y eso nos está pasando.
Hasta el presente, después de un año de pandemia, hemos aprendido de todo, especialmente de falsedades, como que la infección no sería apenas contagiosa; como que se superaría en poco tiempo; como que a base de restricciones en la vida social y económica se neutralizarían los efectos; como que no habría rebrotes; como que las vacunas iban a ser la panacea curativa; como que en poco tiempo habría millones de españoles preservados por el antídoto vacunil.
Poco hay que
añadir, porque evidente ha resultado que todo lo acaecido ha puesto de
manifiesto una notable incompetencia de los gobernantes centrales y autonómicos
y una maliciosa tendencia al aprovechamiento de las restricciones para ir
eliminando poco a poco las garantías constitucionales y esenciales, mientras la crisis
económica ha devenido imparable, mal que se haya intentado ponerle sordina
mediante los ERTEs ( “Expedientes de Repetidas Trolas de Empleo”) con unos
dineros que apenas si se tienen.
Estábamos en esas tesituras cuando llegaron las elecciones autonómicas en Cataluña, en las que el sinvergüenza de Sánchez introdujo de la mano de su “maquiavélico” Iván Redondo a un exministro de Sanidad fracasado, para alcanzar lo que se ha llamado “victoria” en las urnas, que no ha sido otra cosa que un empate resuelto por unos pocos votos, pero que solapa la realidad de unos bloques pro independentistas que es de temer vuelvan a las andadas de intentar la independencia revistiéndola de “trampas” de apariencia democrática, como indultos de los condenados líderes secesionistas, tolerancias a todo lo que implique “reblandecer” la autoridad de la Constitución Española y sembrando un clima de laxitud que induce a la sociedad a entregarse al abandono y aceptación de lo propuesto por el grupo gobernante.
"En los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento"
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Contundente artículo que era necesario escribir.
ResponderEliminarMuy valiente el artículo. Un abrazo.
ResponderEliminarvergonzoso
ResponderEliminarun abrazo