27 septiembre 2019

ESTA ESPAÑA NUESTRA: Vivimos en un problema, pero ¿tiene solución lo de España? Disquisiciones sobre la esperpéntica sinvergonzonería de los gobernantes


Mi buen amigo, el doctor Francisco (Paco) Roger Garzón, chelvano (de Chelva, Valencia) de pro, escritor, filósofo, autor, me hace llegar un artículo que parece escrito para su blog “La persona en vilo”, en el que con asiduidad brinda sus reflexiones de hondura filosófica sobre la realidad de la vida y la incardinación del individuo en la sociedad.

El trabajo (extenso, 29 páginas) se titula “España como problema y España como solución, una interpretación desde el pensamiento de Pedro Laín Entralgo”, y es una meticulosa recopilación de los escritos y comentarios del ilustre profesor y académico aragonés sobre la temática española, contemplada desde muy distintos ángulos en el tiempo, además de un análisis de sus opiniones sobre la problemática de nuestra nación en las diferentes
etapas de la historia reciente.

El trabajo de Paco Roger Garzón, concienzudo, casi exhaustivo, me ha llevado a cavilar sobre la actual realidad española, en la que ni con unos ni con otros tienen los problemas solución, por lo que parece, ya que vamos de elección en elección, y esto semeja ser como uno de aquellos partidos de patio de colegio con la pelota de trapo (¡ay, qué tiempos aquellos que no han de volver!), en cuya contienda la competición era de “todos contra todos”; y lo más que acontecía era algún que otro zapato roto y bastantes tobillos contusionados, en pro de algo tan poco útil como colar la tosca pelota improvisada en lo que parecía la única portería o meta.

Pues bien; aquí el que quiere aglutinar las izquierdas (Pedro “Falconetti”, como el mafioso, por lo del avión que tanto le gusta), pide a los “hermanitos” siniestros (me refiero a que son de izquierdas) que se le agrupen, y cuando lo hacen les escupe a la cara llamándoles de todo, porque lo que quiere –falso que  él— es simular que busca unión cuando lo que desea es la extinción de los competidores.

Y ese mismo descarado presidente que funciona para perpetuarse "en funciones", se ampara en la exhumación de un anterior gobernante para hacer como que quiere redimir al país de unas memorias históricas, pero solamente las de un lado, no las del otro.

En esas estamos cuando aparecen los llamados “de derechas”, quienes practican y siguen el refrán aquel de que “ni contigo ni sin ti tienen las penas remedio; contigo, porque tu me matas; sin ti, porque yo me muero”. Y esos diestros (son de derechas) se muestran muy reacios a conjuntar sus posibilidades y dilapidan votos por su individualismo y desunión, hasta propiciar un mosaico de resultados electorales de imposible eficacia.

Conclusión: Así estamos ahora. Los unos por los otros, y la casa sin barrer, excepto para el "Falconetti" que sigue en el poder.

Con un presidente del gobierno en funciones que se va a la Asamblea general de la ONU (eso sí, con su mujercita y en avión oficial) para presumir de que va a desenterrar al dictador Franco, porque en España ya hay ahora democracia (dice), y poco más de positivo añade, excepto aquello de que “yo soy el mejor”, o tal vez el único.

Si hubiera que definir el problema actual de esta España nuestra, el personaje que mejor lo representa es este tahúr de la política de apellido común y de caradura más común aún. Y no le andan a la zaga ni el Iglesias (más antirreligioso imposible), ni el Casado (ojalá hubiera matrimoniado las derechas) ni Rivera (siempre a la vera de la eficacia y rodeado de doblez) ni Abascal (que lo que quiere es “abarcar”)

¿Qué hacer, pues?

Probablemente releer a Pedro Laín Entralgo y repasar la obra ya prolífica de su exégeta Francisco Roger Garzón, y obtener la solución, resolviendo la situación política, porque, como ya recogió el periodista Antonio Papell en su artículo del 21 de agosto de 2019 en “El Heraldo de Aragón”, “En la política está el problema”. Bueno, y en las personas que la interpretan...

Y añado: En el pueblo, mediante las urnas, está la solución. 
O debiera estar.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA 

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