29 noviembre 2016

La catástrofe nuclear de Chernóbyl, en Ucrania, sigue latente.- A los treinta años se busca soluciones.- “A buenas horas mangas verdes”


Chernóbil se cubre de un inmenso caparazón para estar a salvo un siglo
Un gigantesco arco de metal hará de barrera contra las radiaciones del reactor afectado por el accidente nuclear
(Álvaro Sánchez , 29 NOV 2016, en “El País”)
Treinta años después del peor accidente nuclear que ha sufrido la humanidad, la central de Chernóbil se cubre de un inmenso caparazón de acero para evitar fugas de radiación durante el próximo siglo. El temor ante los efectos de nuevos escapes tóxicos de la agrietada estructura colocada justo después del desastre por la Unión Soviética una vez cumplidos sus 30 años de vida útil ha llevado a un grupo de donantes internacionales impulsados por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo a implicarse de lleno en garantizar su seguridad. Juntos han reunido los 1.500 millones de euros que ha costado la nueva armadura, la mayor estructura móvil fabricada hasta ahora, de un tamaño casi equivalente al de dos campos de fútbol, con la Comisión Europea como mayor contribuyente con 431 millones.
El ambicioso proyecto de ingeniería empezó a levantarse en 2012, casualmente pocos meses después de que los fantasmas de Chernóbil resucitaran ante los miles de muertos que dejó el escape radiactivo de la ciudad japonesa de Fukushima tras un fuerte terremoto. La tragedia llevó a Europa, con Alemania a la cabeza, a replantearse su relación con la energía atómica. "Hemos aprendido muchas lecciones del accidente de Chernóbil y del más reciente de Fukushima. La Comisión apoyó los exámenes para detectar debilidades en las plantas nucleares y la UE actualizó sus normas de seguridad. Las lecciones aprendidas y las mejoras de seguridad
han reducido la probabilidad de otro accidente nuclear a gran escala", asegura a EL PAÍS el comisario europeo de Cooperación, Neven Mimica.
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Este martes se inaugurará la instalación en presencia de autoridades ucranias e internacionales después de tres años de trabajos cerca del reactor a cargo de las constructoras francesas Vinci y Bouygues, pero el equipamiento con que cuenta la infraestructura, con forma de arco gigante —aparatos de control de radiación, respiraderos, protección frente a incendios—, no estará listo hasta finales del año que viene. Entonces empezará a desmantelarse el deteriorado sarcófago soviético que hasta ahora ha servido de barrera, edificado a contrarreloj por 90.000 personas en solo 206 días bajo la urgencia de la hecatombe. "Es nuestra obligación hacer la zona segura medioambientalmente de nuevo y librar a las próximas generaciones de esta responsabilidad", apunta Mimica.
Los números muestran la envergadura del nuevo monstruo de metal que hará de escudo frente a las partículas: 108 metros de altura, 162 de largo, 257 de ancho y un peso de 36.000 toneladas, casi cuatro veces el de la Torre Eiffel, y lo suficientemente amplio como para que en su interior quepa la Estatua de la Libertad o el Estadio de Saint-Denis, tal y como comparan en su web las empresas responsables del proyecto para dar una idea de su tamaño. Su propósito de servir de muro frente a la radiactividad
es fundamental para los trabajadores que desmantelarán la antigua estructura soviética.
Más de mil empleados se dedicaron exclusivamente a la cúpula en los momentos de mayor trabajo entre estrictas medidas de seguridad: alternaron dos semanas de trabajo viviendo en apartamentos descontaminados cerca de la central con otras dos de descanso, un equipo midió continuamente la radiactividad y todos ellos pasaron exámenes médicos antes de ser contratados. También la seguridad del caparazón se ha extremado ante la peligrosidad del material que esconde el reactor: está preparada para soportar terremotos de más de seis grados en la escala Richter pese a que Ucrania es una zona de baja actividad sísmica.
Nadie espera menos garantías después de que toda certeza de invulnerablidad se evaporara una noche de primavera. El sábado 26 de abril de 1986 a las 1.23 de la madrugada el reactor número 4 de la central de Chernóbil explotó durante unas pruebas de seguridad. Ese día el ser humano empezó a conocer
una nueva forma de temor tan invisible como destructivo. "Lo que ha pasado es algo desconocido. Es otro miedo. No se oye, no se ve, no huele, no tiene color; en cambio nosotros cambiamos física y psíquicamente. Se altera la fórmula de la sangre, varía el código genético, cambia el paisaje", narra uno de los supervivientes en Voces de Chernóbil, el relato coral sobre el sufrimiento que siguió a la catástrofe de la Nobel de Literatura Svetlana Alexievich.
Europa apoya a las poblaciones vecinas a Chernóbil
El proyecto inaugurado este martes para tapar el reactor afectado de Chernóbbil es la mayor acción de apoyo comunitario a la zona, pero no la única tal y como explica el comisario europeo de Cooperación, Neven Mimica: "La radioactividad y sus efectos sobre la salud han causado graves problemas a los
habitantes de zonas cercanas a Chernóbil (y les llevará mucho tiempo recuperarse). En los últimos 30 años hemos apoyado programas para ayudarles a reconstruir sus vidas, entre ellos tratamientos para las víctimas altamente expuestas a la radiación, acciones de descontaminación, estudios epidemiológicos, o tratamientos para niños afectados de cáncer de tiroides. Y nuestra ayuda no ha decaído con el tiempo. El último programa, lanzado en 2011, ha proporcionado a la población local medicamentos para el hospital y apoyo a niños y mujeres embarazadas. Hemos construido una incineradora para quemar la madera contaminada, que representa un riesgo, y estamos construyendo una zona para que crezcan verduras libres de toxicidad", señala el político comunitario"
El dicho popular “A buenas horas mangas verdes” se suele utilizar cuando algo que era muy esperado se produce o se presenta cuando ya no sirve para nada.
Los “mangas verdes” eran los cuadrilleros de la Santa Hermandad, quienes vestían de verde y se encargaban de detener y encarcelar a los malhechores, y que habitualmente llegaban tarde, cuando los ladrones ya se habían dado la fuga. De ahí la expresión tan comúnmente utilizada.
Con la catástrofe de Chernobyl cualquier expresión que denote indolencia, desinterés, abandono, negligencia, ocultación resulta nimia al lado de la nunca demasiado bien explicada dimensión del drama nuclear que se produjo y sigue latente.
Ni siquiera en la propia Ucrania el tema está en la actualidad popular, y, probablemente porque el
pueblo ucraniano si de algo sabe es de sufrimiento (acaba de cumplirse el aniversario del “Holodomor” o terrible hambruna que impuso Stalin en los años 30 del pasado siglo), en la vida diaria y en la realidad política, Chernóbyl y su catástrofe están silenciados, o al menos el tema se trata con sordina.
Se organizan, eso sí, unas cuantas visitas guiadas, que se adentran en el complejo nuclear y se aproximan bastante al reactor destrozado; se permite la toma de fotografías del pueblo y de Pripyat, desolados, y poquito más.
Poco o nada se escribe que el Dniéper es el río cercano a la nuclear y que ese mismo río, en menos de un centenar de kilómetros, bordea poblaciones muy habitadas, como Vyshgorod o la propia capital, Kiev.
Es una gran verdad que los dirigentes ucranianos de toda índole no han actuado demasiado para paliar las consecuencias del drama, ya que a los oligarcas  gobernantes les ha interesado mucho más llenar su bolsa y la de los suyos que destinar un mínimo presupuesto a paliativos, escudándose especialmente en que la comunidad internacional está obligada a intervenir y ayudar.
Bien está que la comunidad internacional se decida a actuaciones como la que motiva este comentario, pero ya está bien de que se actúe poco, tarde y mal, en este caso como en tantos otros que asolan la cultura y la civilización en el mundo presente.
Millones y millones se gastan guerras de Siria, Afganistán, Irak, y tantos otros sitios, mientras las hambrunas destrozan Sudán, Etiopía, países africanos y tantas y tantas minorías.
Es muy bonito llamar a la conciencia internacional mientras las vidas humanas van consumiéndose por el hambre, la guerra y por el mal control de la energía nuclear; porque medios hay muchos, pero
rectas voluntades más bien pocas.
Una vez más trato de enviar al sufrido pueblo ucraniano el pequeño apoyo que significa recordar en la distancia un drama que se está arreglando con “tapas y medias suelas”, pero cuya solución no se acomete de veras. Porque no hay voluntad de ello.
“¡A buenas horas mangas verdes!”

“En la vida, lo más triste, no es ser del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos conseguirlo” Jacinto Benavente (1866-1954) Dramaturgo español.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

2 comentarios:

  1. Doncs sí. Perquè, encara ara i ací a València, hem assistit al decés de persones afectades per les radiacions i a l'acolliment de les seues famílies, per part de gent sensible i compromesa socialment.
    Un tema gravíssim, per reflexionar sobre còm es gestiona la tan controvertida energia nuclear... I com es manipulen els seus efectes mortífers, per governs de dubtosa legitimitat.
    Tan de bo que no torne a passar mai més. Marc

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  2. TRADUCCIÓN DEL COMENTARIO ANTERIOR
    Como presumo que habrá lectores que no acabarán de comprender lo escrito en lengua catalana por Marc A. Adell, inserto a continuación su traducción:
    "Pues sí. Porque, todavía ahora y aquí en Valencia, hemos asistido a la muerte de personas afectadas por las radiaciones y a la acogida de sus familias, por parte de gente sensible y comprometida socialmente.
    Un tema gravísimo, para reflexionar sobre cómo se gestiona la tan controvertida energía nuclear...Y cómo se manipulan sus efectos mortíferos por gobiernos de dudosa legitimidad. Ojalá que no vuelva a pasar más. Marc.

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