Tras escuchar a Mariano Rajoy descartarse por segunda vez
ante el Rey como candidato a presidente y argumentar lo mismo que hace
diez días, hubo un instante que pensaba que sí era cierto que estábamos en el Día
de la Marmota y que sólo Phil sería
capaz de predecir quién sería nuestro próximo presidente.
Un dos de febrero, justo tres años después de que Rajoy saliera
por primera vez a través de un plasma de televisión, siguiendo la
estrategia de su asesor de comunicación, Pedro Arriola, para negar con más de
«dos palabras» que «nunca he recibido ni he repartido dinero negro ni en este
partido ni en ninguna parte», el presidente en funciones volvía a interpretarse
a sí mismo, y se iba, sin irse, como si estuviera tarareando una letra de
Sabina: «Nos pueden dar dos, tres, cinco meses»…
Mientras conocíamos la decisión
de Felipe VI, Pablo Iglesias ejerció de
jefe de la oposición, con tono airado, acusando a Pedro Sánchez de hipócrita, y espetándole «por enésima
vez» que le tendía la mano. Eso sí, tendrá que elegir. O Ciudadanos o él.
En esta encrucijada, haciendo
todos los posibles cálculos, y aunque es economista, no sé cómo estará Sánchez
en geometría, para convertir el cuadrado del sudoku que tiene por delante en un
círculo, al que le pueden salir aristas si olvida los vetos y líneas rojas
marcados tanto por su propio partido, como por las otras formaciones para
configurar un Ejecutivo “transversal,
progresista y reformista”.
Si las palabras de Pedro Sánchez
cuando consiguió el
peor resultado de la historia del PSOE fueron: “Hemos hecho
historia, hemos hecho presente y el futuro es nuestro”. ¿Cuáles serán cuando
consiga ese pacto “transversal” mirando a izquierda, derecha, delante, detrás,
arriba y abajo?
El problema de Sánchez es que
asegura una cosa y la contraria. Ahora dice
que «no va a buscar» el apoyo imprescindible de ERC y DiL en la investidura
mediante abstención, pero sabemos que ya les cedió senadores para que
pudieran formar grupo propio en el Senado. Tenemos entre tres semanas y un mes
para saber si sus convicciones se lo impiden, o ser presidente tiene un precio
muy alto para todos.”
(De “ABC”, 3/02/2016)
…
No me gusta nada volver a repetir
lo de “España faldicorta y zaragata”, ni lo de “esperpento nacional”, ni lo de “los
mismos perros con diferentes collares”, ni “imposible la dejasteis para vos y
para mí”, ni tampoco aquello de “para
este viaje no hacían falta alforjas”.
Pero la realidad, la actualidad,
es rabiosa, y por fin ha acontecido lo que “estaba escrito”: Que ante la
manifiesta imposibilidad del líder del PP, el “mini-lider” del PSOE encabece
una “huida hacia adelante”, se postule como Presidente del gobierno y pretenda
salir airoso del marasmo político imperante en España después de las
elecciones, y más aún del lío interno en que vive él mismo en su partido
socialista.
A falta de la talla intelectual de que carece, y de estatura política, hasta el momento no solo indemostrada sino
más bien negada, a Pedro Sánchez hay que reconocerle que tiene la osadía del
descarado y el atrevimiento del desesperado.
Bien se sabe de sus agobios en el
seno de su partido, y de que solamente le salvaría de su defenestración la
posibilidad de formar gobierno; y el caballerete se ha agarrado al clavo
ardiendo de postularse para la presidencia, pese a repetir una y mil veces que respetará
lo que él llama “líneas rojas”.
Acontece sin embargo que para
este muchachito casi advenedizo a la escena política, la ética de las palabras
y de las ideas no existe, y con tal de obtener lo que pretende es capaz de
traicionarse a sí mismo.
Es algo así como el "Esaú de la
política española", vendiéndose por el plato de lentejas de una presidencia
quimérica, por imposible y en su caso limitada e ineficaz. Ojalá me equivoque.
He tenido la posibilidad (más
bien diría la desgracia)
de seguir la sarta de dobleces y de verdades a medias
que este deslenguado (por maleducado en sus expresiones) “aprendiz de
socialista” ha protagonizado.
He comprobado cómo se ha olvidado
del “lobo” de “P(j)odemos” y de los derechistas (para él de “Ciudadanos”), para
adentrarse en el flirteo con aquellas fuerzas políticas (especialmente los independentistas y no constitucionalistas) que podrían facilitarle
los votos necesarios para que él alcance la poltrona de la Moncloa. Eso sí, proclamando que está abierto a hablar con todos, aunque ha repetido cientos de veces que no tiene nada que hablar ni con Rajoy ni con el PP. ¿Será mentiroso? Y en verdad que no lo ha hecho.
Pobre panorama nos espera si ha
de ser este "elemento" de poca talla personal quien asuma la dirección política de nuestro país.
Pero no menos negro es el
panorama si el gobierno lo mantuviera el PP, exhausto y carcomido, y su líder, consumido en
sus propias indecisiones.
Y si “P(j)odemos” llega al
gobierno, sus aguijones matarán sin duda la convivencia. Lo del escorpión y la rana, vamos...
No se piense, además, que “Ciudadanos”
será algo mejor, porque su presumido centralismo no esconde sino una postura convenenciera
de aprovecharse de los yerros de los demás. Aquello de no ser “ ni frío ni
caliente”
¿Nuevas elecciones?
¿No serán “más de lo mismo”?
No voy a proponer que nos marchemos
todos a Somalia, como ha dicho el periodista Carlos Herrera para el caso de un
gobierno de los podemitas.
Pero no ando lejos de pensar y
sugerir que se haga una “prueba del algodón” mediante el suero de la verdad a
todos los líderes políticos, y que se conceda el liderazgo de un gobierno a
aquel que supere el trance como menos mentiroso.
Mucho me temo que volveremos a la
época de las cavernas. Y sin líder ni presidente.
Perdóneseme el aparente
tremendismo, especialmente por quienes aún fían con este Sánchez de los
socialistas. Nunca él pudo aspirar a más ni España estuvo más cerca de quedar en menos.
Ni con él ni con Rajoy vamos a “tirar
p’alante”.
Habrá que esperar a las siguientes generaciones,
a la de nuestros hijos, o tal vez a la de nuestros nietos, que, pese a sus limitaciones y a las frustraciones que
legamos nosotros mismos, a su desempleo, a sus angustias y desencuentros con nosotros, han demostrado
algo esencial: saben o consiguen seguir viviendo. ¡Casi nada es sobrevivir!
Eso resulta al menos tan complicado como
resolver el problema del cubo de Rubik.
Al menos éste tiene solución…y ya veremos si el ciudadano Sanchez es capaz de hallarla.
“La ambición es el último refugio
del fracaso”.- Oscar Wilde (1854-1900)
Dramaturgo y novelista irlandés.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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