03 febrero 2016

Esta España nuestra: ¿Sanchez “for president”? ¿Y hacia dónde vamos?

“El sudoku de Sánchez
Publicado por Marisa Gallero el feb3, 2016
Tras escuchar a Mariano Rajoy descartarse por segunda vez ante el Rey como candidato a presidente y argumentar lo mismo que hace diez días, hubo un instante que pensaba que sí era cierto que estábamos en el Día de la Marmota y que sólo Phil sería capaz de predecir quién sería nuestro próximo presidente.
Un dos de febrero, justo tres años después de que Rajoy saliera por primera vez a través de un plasma de televisión, siguiendo la estrategia de su asesor de comunicación, Pedro Arriola, para negar con más de «dos palabras» que «nunca he recibido ni he repartido dinero negro ni en este partido ni en ninguna parte», el presidente en funciones volvía a interpretarse a sí mismo, y se iba, sin irse, como si estuviera tarareando una letra de Sabina: «Nos pueden dar dos, tres, cinco meses»…
Mientras conocíamos la decisión de Felipe VI, Pablo Iglesias ejerció de jefe de la oposición, con tono airado, acusando a Pedro Sánchez de hipócrita, y espetándole «por enésima vez» que le tendía la mano. Eso sí, tendrá que elegir. O Ciudadanos o él.
En esta encrucijada, haciendo todos los posibles cálculos, y aunque es economista, no sé cómo estará Sánchez en geometría, para convertir el cuadrado del sudoku que tiene por delante en un círculo, al que le pueden salir aristas si olvida los vetos y líneas rojas marcados tanto por su propio partido, como por las otras formaciones para configurar un Ejecutivo “transversal, progresista y reformista”.
Si las palabras de Pedro Sánchez cuando consiguió el
peor resultado de la historia del PSOE fueron: “Hemos hecho historia, hemos hecho presente y el futuro es nuestro”. ¿Cuáles serán cuando consiga ese pacto “transversal” mirando a izquierda, derecha, delante, detrás, arriba y abajo?
El problema de Sánchez es que asegura una cosa y la contraria. Ahora dice que «no va a buscar» el apoyo imprescindible de ERC y DiL en la investidura mediante abstención, pero sabemos que ya les cedió senadores para que pudieran formar grupo propio en el Senado. Tenemos entre tres semanas y un mes para saber si sus convicciones se lo impiden, o ser presidente tiene un precio muy alto para todos.”
(De “ABC”, 3/02/2016)
No me gusta nada volver a repetir lo de “España faldicorta y zaragata”, ni lo de “esperpento nacional”, ni lo de “los mismos perros con diferentes collares”, ni “imposible la dejasteis para vos y para mí”, ni tampoco  aquello de “para este viaje no hacían falta alforjas”.
Pero la realidad, la actualidad, es rabiosa, y por fin ha acontecido lo que “estaba escrito”: Que ante la manifiesta imposibilidad del líder del PP, el “mini-lider” del PSOE encabece una “huida hacia adelante”, se postule como Presidente del gobierno y pretenda
salir airoso del marasmo político imperante en España después de las elecciones, y más aún del lío interno en que vive él mismo en su partido socialista.
A falta de la talla intelectual de que carece, y de estatura política, hasta el momento no solo indemostrada sino más bien negada, a Pedro Sánchez hay que reconocerle que tiene la osadía del descarado y el atrevimiento del desesperado.
Bien se sabe de sus agobios en el seno de su partido, y de que solamente le salvaría de su defenestración la posibilidad de formar gobierno; y el caballerete se ha agarrado al clavo ardiendo de postularse para la presidencia, pese a repetir una y mil veces que respetará lo que él llama “líneas rojas”.
Acontece sin embargo que para este muchachito casi advenedizo a la escena política, la ética de las palabras y de las ideas no existe, y con tal de obtener lo que pretende es capaz de traicionarse a  sí mismo.
Es algo así como el "Esaú de la política española", vendiéndose por el plato de lentejas de una presidencia quimérica, por imposible y en su caso limitada e ineficaz. Ojalá me equivoque. 
He tenido la posibilidad (más bien diría la desgracia)
de seguir la sarta de dobleces y de verdades a medias que este deslenguado (por maleducado en sus expresiones) “aprendiz de socialista” ha protagonizado.
He comprobado cómo se ha olvidado del “lobo” de “P(j)odemos” y de los derechistas (para él de “Ciudadanos”), para adentrarse en el flirteo con aquellas fuerzas políticas (especialmente los independentistas y no constitucionalistas) que podrían facilitarle los votos necesarios para que él alcance la poltrona de la Moncloa. Eso sí, proclamando que está abierto a hablar con todos, aunque ha repetido cientos de veces que no tiene nada que hablar ni con Rajoy ni con el PP. ¿Será mentiroso? Y en verdad que no lo ha hecho.
Pobre panorama nos espera si ha de ser este "elemento" de poca talla personal quien asuma la dirección política de nuestro país.
Pero no menos negro es el panorama si el gobierno lo mantuviera el PP, exhausto y carcomido, y su líder, consumido en sus propias indecisiones.
Y si “P(j)odemos” llega al gobierno, sus aguijones matarán sin duda la convivencia. Lo del escorpión y la rana, vamos...
No se piense, además, que “Ciudadanos” será algo mejor, porque su presumido centralismo no esconde sino una postura convenenciera de aprovecharse de los yerros de los demás. Aquello de no ser “ ni frío ni caliente”
¿Nuevas elecciones?
¿No serán “más de lo mismo”?
No voy a proponer que nos marchemos todos a Somalia, como ha dicho el periodista Carlos Herrera para el caso de un gobierno de los podemitas.
Pero no ando lejos de pensar y sugerir que se haga una “prueba del algodón” mediante el suero de la verdad a todos los líderes políticos, y que se conceda el liderazgo de un gobierno a aquel que supere el trance como menos mentiroso.
Mucho me temo que volveremos a la época de las cavernas. Y sin líder ni presidente.
Perdóneseme el aparente tremendismo, especialmente por quienes aún fían con este Sánchez de los socialistas. Nunca él pudo aspirar a más ni España estuvo más cerca de quedar en menos.
Ni con él ni con Rajoy vamos a “tirar p’alante”.
Habrá que esperar a las siguientes generaciones, a la de nuestros hijos, o tal vez a la de nuestros nietos, que, pese a sus limitaciones y a las frustraciones que legamos nosotros mismos, a su desempleo, a sus angustias y desencuentros con nosotros, han demostrado algo esencial: saben o consiguen seguir viviendo. ¡Casi nada es sobrevivir! 
Eso resulta al menos tan complicado como resolver el problema del cubo de Rubik.
Al menos éste tiene solución…y ya veremos si el ciudadano Sanchez es capaz de hallarla.

“La ambición es el último refugio del fracaso”.- Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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