Con especial afecto, recuerdo y dedicación hacia Don José Manuel Sánchez Gey (nuestro “Capitán
general”) y familia; a los compañeros de Milicias Universitarias y a sus
familias, en el deseo de que en sus vidas se repitan sueños como éste
El crepúsculo vespertino ya se había cernido sobre
la cuenca del río Guadiaro, y una neblina parecía envolver el valle de La
Indiana.
La pequeña población de Arriate se vislumbraba un
poco hacia el norte, enarbolando la torre campanil de su blanca y coqueta
iglesia, como irguiéndose en índice para guiar hacia los riscos de la sierra de
Grazalema.
Un tren, locomotora de vapor al frente, resoplaba en
el ascenso de las cuestas desde la estación de La Indiana en dirección a Ronda.
El cielo estrellado lucía pese a la ligera bruma.
Y poco a poco, mientras la noche se asentaba en las
faldas de la montaña rondeña e invadía las pendientes de Benaoján y Montejaque,
los luceros iban significando sus destellos formando como un haz curvado que surcaba el cielo en dirección
hacia una cueva que, recóndita, se hallaba en el camino que acompañaba el curso
del río.
Presté atención y agucé el oído porque percibía un
lejano rumor con tonos musicales, de cítaras y trompetas, que parecía provenir
del alma de la montaña, en la que se adivinaba como una luz difusa e intensa de
tono plateado.
Y según me fui acercando, preso de la sorpresa, esos
sonidos armoniosos y esa luz tornabanse cada vez más intensos y seductores.
Llegué así a esa cueva, que se abrió ante mí con un
panorama sorprendente, y cuando me convencía para entrar en ella e indagar lo
que acontecía, noté como una mano que asía mi brazo y me empujaba hacia el
interior.
Absorto en la vivencia, tuve ante mí un hombre
maduro de amplia barba, que solícito miraba hacía una joven mujer, y entre
ambos yacía, en un camastrillo, un niño como recién nacido.
Mientras contemplaba tan sorprendente escena, un
bello sonido de fondo, de violines y flautas, enviaba al ambiente sones llenos
de dulzura y paz.
Me pregunté, en la medida en que mis emociones me lo
permitían, qué era todo aquello, y a mi mente llegaron escenas vividas más de
cincuenta años antes en los aledaños del entonces campamento de Montejaque,
como unos jóvenes soldados (yo mismo) desfilando bajo sones marciales, o recientemente unos
más que maduros personajes besando la bandera en una renovación de su
juramento, mientras se escuchaban marciales acordes de marchas e himnos
legionarios.
Y de súbito, la familia que tenía frente a mí en la
cueva tornóse vestida en color caqui y sobre ellos apareció, refulgiendo, una
estrella de seis puntas, mientras con de forma tenue sonaban las notas del
tango “Volver...”.
Sorprendido, un impulso súbito me hizo dejar aquella aparición
emocionante y sugestiva, y al salir de la cueva contemplé en el cielo, disipada
ya la neblina, como un enorme cordón de estrellas, de luceros esplendentes, que,
ajustada la visión, eran estrellas de seis puntas,y dibujaban en el firmamento la
frase “Feliz Navidad, en vuestro regreso”.
Inquirí, me inquirí en alta voz, qué era todo
aquello que estaba experimentando, cuando un estridente sonido, el del teléfono
junto a la cabecera de mi cama, me devolvió a la realidad.
Era el “Capitán general” Sánchez Gey, que me llamaba
para felicitarme la Navidad…
De esta guisa, en este año del cincuentenario de
nuestra XXI Promoción de Milicias Universitarias en Montejaque, no solamente
hemos retornado allí, sino que hemos grabado en nuestras vidas y en nuestras mentes
el imborrable recuerdo de unos años que revivimos siempre, pero especialmente en
esta Navidad, junto a los compañeros presentes, y con el corazón enviado a los
que ya nos dejaron, con todos los nuestros, con todos…los que amen y sueñen con
los luceros de la Navidad…máxime si es en Montejaque.
Por la transcripción,
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
"I poeta...en prosa" caldria afegir a les credencials del teu blog, Àngel.
ResponderEliminarHa estat un magnífic regal de Nadal el què ens fas a tots els qui compartírem els episodis de Montejaque...de fa cinquanta anys.
Igualment, moltes felicitats per a tu i els teus, en les dates que s'atansen.
Una abraçada.
Marc
Angel, nos has rejuvenecido a todos los mencionados Jesús Bataller
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