“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.- Alexei Tolstoi (1882-1945) Novelista soviético.
“Italia, al borde de la ingobernabilidad
(El Imparcial, 26-02-2013)
A
falta de los datos definitivos, Italia parece abocada a la ingobernabilidad,
con un Senado sin clara mayoría y la evidente crisis de los partidos
tradicionales. El candidato favorito no ha ganado y el perdedor casi
predestinado no ha perdido: Pierluigi Bersani, el candidato del Partido
Democrático, no ha obtenido el resultado que las encuestas le conferían y
Silvio Berlusconi ha demostrado su gran habilidad en las campañas electorales y
su capacidad para conectar con la pancia (los instintos) de los italianos. Por
otro lado, Monti paga su imagen de amigo del rigor y de Angela Merkel, mientras
el cómico genovés Beppe Grillo aparece como el verdadero triunfador de estas
elecciones. El Movimiento 5 Stelle ha obtenido un resultado extraordinario,
poniendo de manifiesto el malestar de los ciudadanos italianos, hartos de la
Casta (política) y dispuestos a votar por Grillo pese al populismo de sus
propuestas y la ambigüedad de sus promesas económicas. En este contexto, los
únicos datos claros son la baja participación -un 7,4% menos que en 2008- y,
sobre todo, que sin Grillo no se gobierna.
Cuatro protagonistas |
…
La renuncia del Papa
El hombre que estorbaba (Por Mario Vargas Llosa | Para “LA NACION”, 25 febrero 2013)
NUEVA
YORK.- No sé por qué ha sorprendido tanto la abdicación de Benedicto XVI ; aunque excepcional, no era
imprevisible. Bastaba verlo, frágil y como extraviado en medio de esas
multitudes en las que su función lo obligaba a sumergirse, haciendo esfuerzos
sobrehumanos para parecer el protagonista de esos espectáculos obviamente
írritos a su temperamento y vocación. A diferencia de su predecesor, Juan Pablo
II, que se movía como pez en el agua entre esas masas de creyentes y curiosos
que congrega el Papa en todas sus apariciones, Benedicto XVI parecía totalmente
ajeno a esos fastos gregarios que constituyen tareas imprescindibles del
pontífice en la actualidad. Así se comprende mejor su resistencia a aceptar la
silla de San Pedro que le fue impuesta por el cónclave hace ocho años y a la
que, como se sabe ahora, nunca aspiró. Sólo abandonan el poder absoluto, con la
facilidad con que él acaba de hacerlo, aquellas rarezas que, en vez de
codiciarlo, desprecian el poder.
A Benedicto XVI le ha tocado uno de
los períodos más difíciles que ha enfrentado el cristianismo en sus más de dos
mil años de historia. La secularización de la sociedad avanza a gran velocidad,
sobre todo en Occidente, ciudadela de la Iglesia hasta hace relativamente pocos
decenios. Este proceso se ha agravado con los grandes escándalos de pedofilia
en que están comprometidos centenares de sacerdotes católicos y a los que parte
de la jerarquía protegió o trató de ocultar y que siguen revelándose por doquier,
así como con las acusaciones de blanqueo de capitales y de corrupción que
afectan al banco del Vaticano. El robo de documentos perpetrado por Paolo
Gabriele, el propio mayordomo y hombre de confianza del Papa, sacó a la luz las
luchas despiadadas, las intrigas y turbios enredos de facciones y dignatarios
en el seno de la curia de Roma enemistados por razón del poder.
Nadie puede negar que Benedicto XVI
trató de responder a estos descomunales desafíos con valentía y decisión,
aunque sin éxito. En todos sus intentos fracasó, porque la cultura y la
inteligencia no son suficientes para orientarse en el dédalo de la política
terrenal y enfrentar el maquiavelismo de los intereses creados y los poderes
fácticos en el seno de la Iglesia, otra de las enseñanzas que han sacado a la
luz esos ocho años de pontificado de Benedicto XVI, al que, con justicia, L'Osservatore
Romano describió como "un pastor rodeado por lobos".
Pero hay que reconocer que gracias a
él por fin recibió un castigo oficial en el seno de la Iglesia el reverendo
Marcial Maciel Degollado, el mexicano de prontuario satánico, y fue declarada
en reorganización la congregación fundada por él, la Legión de Cristo, que
hasta entonces había merecido apoyos vergonzosos en la más alta jerarquía
vaticana. Benedicto XVI fue el primer papa en pedir perdón por los abusos
sexuales en colegios y seminarios católicos, en reunirse con asociaciones de
víctimas y en convocar la primera conferencia eclesiástica dedicada a recibir
el testimonio de los propios vejados y de establecer normas y reglamentos que
evitaran la repetición en el futuro de semejantes iniquidades. Pero también es
cierto que nada de esto ha sido suficiente para borrar el desprestigio que ello
ha traído a la institución, pues constantemente siguen apareciendo inquietantes
señales de que, pese a aquellas directivas dadas por él, en muchas partes
todavía los esfuerzos de las autoridades de la Iglesia se orientan más a
proteger o disimular las fechorías de pedofilia que se cometen que a
denunciarlas y castigarlas.
En Santiago de Compostela |
Joseph Ratzinger había pertenecido
al sector más bien progresista de la Iglesia durante el Concilio Vaticano II,
en el que fue asesor del cardenal Frings y donde defendió la necesidad de un
"debate abierto" sobre todos los temas, pero luego se fue alineando
cada vez más con el ala conservadora, y como Prefecto de la Congregación para
la Doctrina de la Fe (la antigua Inquisición) fue un adversario resuelto de la
Teología de la Liberación y de toda forma de concesión en temas como la
ordenación de mujeres, el aborto, el matrimonio homosexual e, incluso, el uso
de preservativos que, en algún momento de su pasado, había llegado a considerar
admisible. Esto, desde luego, hacía de él un anacronismo dentro del anacronismo
en que se ha ido convirtiendo la Iglesia. Pero sus razones no eran tontas ni
superficiales, y quienes las rechazamos tenemos que tratar de entenderlas por
extemporáneas que nos parezcan. Estaba convencido de que si la Iglesia Católica
comenzaba abriéndose a las reformas de la modernidad, su desintegración sería
irreversible y, en vez de abrazar su época, entraría en un proceso de anarquía
y dislocación internas capaz de transformarla en un archipiélago de sectas
enfrentadas unas con otras, algo semejante a esas iglesias evangélicas, algunas
circenses, con las que el catolicismo compite cada vez más -y no con mucho
éxito- en los sectores más deprimidos y marginales del Tercer Mundo. La única
forma de impedir, a su juicio, que el riquísimo patrimonio intelectual,
teológico y artístico fecundado por el cristianismo se desbaratara en un
aquelarre revisionista y una feria de disputas ideológicas era preservando el
denominador común de la tradición y del dogma, aun si eso significaba que la
familia católica se fuera reduciendo y marginando cada vez más en un mundo
devastado por el materialismo, la codicia y el relativismo moral.
Juzgar hasta qué punto Benedicto XVI
fue acertado o no en este tema es algo que, claro está, corresponde sólo a los
católicos. Pero los no creyentes haríamos mal en festejar como una victoria del
progreso y la libertad el fracaso de Joseph Ratzinger en el trono de San Pedro.
Él no sólo representaba la tradición conservadora de la Iglesia, sino también
su mejor herencia: la de la alta y revolucionaria cultura clásica y
renacentista que, no lo olvidemos, la Iglesia preservó y difundió a través de
sus conventos, bibliotecas y seminarios, aquella cultura que impregnó al mundo
entero con ideas, formas y costumbres que acabaron con la esclavitud y, tomando
distancia con Roma, hicieron posibles las nociones de igualdad, solidaridad,
derechos humanos, libertad, democracia, e impulsaron decisivamente el
desarrollo del pensamiento, del arte, de las letras, y contribuyeron a acabar
con la barbarie e impulsar la civilización.
La decadencia y mediocrización
intelectual de la Iglesia que ha puesto en evidencia la soledad de Benedicto
XVI y la sensación de impotencia que parece haberlo rodeado en estos últimos
años es sin duda factor primordial de su renuncia, y un inquietante atisbo de
lo reñida que está nuestra época con todo lo que representa vida espiritual,
preocupación por los valores éticos y vocación por la cultura y las ideas.”
…
Unos, los más, llegan a la vorágine
de la vida política y diaria.
Otros, los menos, se van, y algunos
para siempre.
Ahí es nada, el galimatías que se ha
armado en Italia después de unas elecciones que solamente han servido para
enredar un poco más la madeja de ese laberinto incomprensible para muchos que
es la vida política italiana.
Como me repitió muchas veces mi
maestro profesional, comentando experiencias de la vida diaria, “el abejorro,
según las leyes físicas, no podría volar; pero vuela”.
Pues algo así ocurre en Italia, país
que desde su nacimiento como nación ha estado siempre sujeto a las convulsiones
y contubernios propios de la política, hasta tal punto que se propició el nacimiento
y desarrollo del fascismo y del auge de Mussolini, quien, pese a ser tan gran
Duce, acabó colgado cabeza abajo en una plaza de Lombardía.
Y ahora, cuando nadie quería a
Berlusconi, llamándole sátiro, degenerado, intrigante, mafioso y unas cuantas
cosas más; cuando parecía que Monti había implantado la cordura; y cuando se
introducía en la arena política ese “Pepito Grillo” del cómico, que raya lo esperpéntico, ha resultado
que unas elecciones que se presentaban como necesarias para depurar el mapa político, solamente han
servido para aumentar el garabato de la configuración parlamentaria.
En Cataluña, solito... |
Así pues, en Italia llegan nuevos
políticos, si es que son nuevos, que lo dudo; y pocos se van, excepto ese
inevaluable hombre que es el Pontífice Benedicto XVI, quien ha brindado al
mundo un ejemplo de integridad, sabiduría y renunciación, dejando su liderazgo
enorme por mor de unos problemas a resolver bien arduos, respecto de los cuales
no solamente se ha sentido sin fuerzas, sino también ha pensado que era
necesaria savia nueva y renovadora para afrontarlos y arreglarlos de una vez.
Cazador cazado... |
Y otros no se marchan, ni aunque les
empujen, desde el portento financiero de Bárcenas, hasta los ministros “tocados
del ala”, y los duques de entronque real que solamente falta que se nos muestren
como concebidos sin pecado original.
¿De qué pie cojea...? |
Unos vienen y otros van; y entre
tanto, en esta España nuestra, la mayoría ha de caminar a pie, porque ya no
tiene dineros ni para el bono bus…
“Panta
rei…” (todo fluye),
que decía Heráclito.
Bueno, todo no; porque el dinero no
aparece por ninguna parte…
“Todo está cambiando. La gente se toma en serio a los humoristas y a los
políticos como una broma”.- Will Rogers (1879-1935) Humorista
estadounidense.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Amigo Ángel: Eso la ocurre al Papa, a pesar de su inteligencia, por ignorante,le pasa lo que a mí cuando era niño,confundìa a los curas con Dios y a los jueces con la Justicia. Así hoy, desconfías de los jueces y los curas.2º. El PAQUIDERMICIDA no suelta la corona ni en sueños. 3º Dices..." los italianos..y hasta sacarán ventajas y prosperidad política y sobre todo económica.." Como buen aficionado al cine te recordaré una de las frases más emblemáticas de su historia. EL TERCER HOMBRE de CAROL REED. El personaje de Orson Welles a su amigo Martins (J.Cotten)tratando de justificar su moralidad. " En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo terror,guerras y matanzas, pero surgieron Leonardo,Miguel ängel y el Renacimiento.En Suiza,tuvieron 500 años de amor,democracia y paz. ¿Y cvual fue el resultado? EL RELOJ DE CUCO. Un abrazo.
ResponderEliminarLLEVAS TODA LA RAZÓN Y AQUÍ NO HAY MORAL,ÉTICA NI "VERGÜENZA TORERA" PARA SABER DECIR HASTA AQUÍ HE LLEGADO Y RETIRARSE, PERO NI ESTOS NI LOS OTROS.
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