“Al que ostenta valimiento
Cuando su poder es tal,
Que ni influye en bien ni en mal,
Le quiero contar un cuento.
En una larga jornada
Un Camello muy cargado
Exclamó, ya fatigado:
«¡Oh qué carga tan pesada!»
Doña Pulga, que montada
Iba sobre él, al instante
Se apea, y dice arrogante:
«Del peso te libro yo.»
El Camello respondió:
«Gracias, señor elefante.»”
Cuando su poder es tal,
Que ni influye en bien ni en mal,
Le quiero contar un cuento.
En una larga jornada
Un Camello muy cargado
Exclamó, ya fatigado:
«¡Oh qué carga tan pesada!»
Doña Pulga, que montada
Iba sobre él, al instante
Se apea, y dice arrogante:
«Del peso te libro yo.»
El Camello respondió:
«Gracias, señor elefante.»”
(FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO, Fábula VIII)
No quiero hoy adentrarme en nuevas ironías o comentarios o disquisiciones sobre la realidad de este país de nuestros pecados, o de nuestros sufrimientos.
Sobrada muestra de mi opinión he venido dando en este blog, al comentar las mentiras de los gobernantes y la ineptitud de los opositores.
Pero hoy, al toparme de improviso con la fábula de Samaniego que he transcrito de inicio, no puedo menos que reflexionar sobre si en nuestra realidad de cada día, y especialmente en el devenir de nuestro país, no hay demasiadas “pulgas”, que se atribuyen el “farol” de luchar por nosotros, de hallar soluciones que no son tal, y encima nos abruman con presunciones de que ellos son poco menos o mucho más que los salvadores de la patria.
A esos “elefantes” de pacotilla, que apenas si son “pulgas” ante tamaño peso que soporta el “camello” (pueblo) en la realidad económica y social actual, sírvales, si es que su ilustración les alcanza para ello, esta fábula que, hoy, por pura casualidad (como le aconteció al burro flautista), he hallado entre mis notas y apuntes.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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