Existe un antiguo dicho castellano que, con algunas variantes, reza por lo menos desde el siglo XV: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.
En alguna de las variantes modernas, el verbo "pelar" ― que significaba más bien afeitar ― es sustituido por "arder", "cortar" o "rasurar", pero la idea del refrán es que debemos aprender de los males que sufren los demás para no caer en los mismos errores.
Viene a cuento el título y la mención al refrán, por la reciente y aún persistente tensión entre la Federación Rusia y Estados Unidos, con la presencia de la Unión Europa, comprendiendo a Georgia, por la problemática de la invasión de parte de esta República y el apoyo incondicional ruso a la independencia de Abjasia y Osetia del Sur.
Cierto es que la Unión Europea, quiere estar en todas partes, en una ceremonia de la confusión de servir como acólito o mamporrero del USA, y más cierto todavía que los dirigentes de Georgia han evidenciado su inexperiencia internacional, pero sobre todo hay que destacar que el afán expansionista y controlador de Rusia no tiene límites.
Putin ha demostrado su astucia al ser un primer ministro que se ampara en que las decisiones de política internacional competen al presidente Medvedev, su discípulo, para hacer y deshacer a su antojo en el entorno de las repúblicas y territorios provinientes de la extinta Unión Soviética.
Es cierto que tanto Abjasia como Osetia del Sur cuentan con una notable mayoría rusófona, casi toda con pasaporte ruso (inclusive Osetia del Norte es una provincia de Rusia); y que Georgia viene hostigando mediante acciones disfrazadas de terrorismo estas zonas. Pero no menos cierto que la Federación Rusa estaba provocando, casi esperando, esas acciones por parte de Georgia, para invadir una fracción del territorio de esta república caucásica lindante con el Mar Negro.
La excusa rusa ha sido tan concreta como falsa: Tropas extranjeras, al parecer americanas, estaban operando en la zona y se habían suministrado armas a Georgia, por lo que Rusia se había visto precisada a ocupar la zona de Grozni en plan de autoprotección, previniendo así un posible ataque georgiano con el apoyo exterior.
Rusia siempre ha pretendido crear una franja al sur de Osetia, que permitiera la emancipación de esta región meridional del mismo y de Abjasia, de manera que, en cuanto ocupó Grozni, en Georgia, movió las piezas del ajedrez para que aquellas dos regiones se declararan independientes de Georgia.
Cuando la Unión Europea acusó a Rusia de invasión y de intervencionismo, Vladimir Putin, el taimado, que se hallaba (¡oh casualidad!) en la inauguración de los juegos olímpicos de Pekín, replicó que la ocupación de Grozni era simplemente preventiva y que no podía la UE protestar por el reconocimiento de Abjasia y Osetia del Sur, cuando ella misma había promovido y apoyado la independencia de Kosovo.
Inteligente y hábil posición rusa, acompañada de una clara advertencia a Occidente y especialmente a Alemania y a Francia: ¡Si queréis mi gas y mi petróleo, calladitos!...
Y, en verdad, no deja de sorprender la cortedad de miras, la falta de audacia, el pánico diplomático de la Unión Europea, limitándose más tarde a condenar, sin sanción alguna, la conducta intervencionista e invasora de este nuevo zar llamado Putin.
Máxime cuando Rusia ya avisó a la UE y a los países de la NATO, especialmente a Francia y a Alemania, que potenciar el ingreso de Ucrania y Georgia en la Alianza Atlántica equivaldría a un acto inamistoso y pondría en revisión el pacto sobre gas y petróleo.
Así pues, Ucrania, que cuenta con una importante población rusófona en Crimea y todo el este del país; que mantiene controversias sobre la frontera de Kerch, en el estrecho que comunica el Mar Negro con el Mar de Azov; que no acepta prorrogar más allá de 2017 el uso por Rusia de la base naval de Sebastopol, puede ir preparándose.
No olvido que la población de Crimea, mayoritaria de origen tatar, ancestralmente ha odiado a Rusia, pero esta península es una República autónoma dentro de Ucrania, y podría sucumbir ante las promesas de la rica y pujante vecina Rusia.
Mientras tanto, el Presidente Yúshchenko lucha por acercar Ucrania a Occidente, con un país inmerso en inestabilidad política; la impresentable Yulia Tymoshenko (una primera ministra extremista y solamente está preocupada en dar a sus oligarcas un trozo del pastel económico de la nación, y ¡ahora está inclinada hacia Rusia!) y a todo eso “la casa de Ucrania está por barrer”.
El “león” ruso se relame las fauces ante tan prometedor panorama, y piensa que los ucranianos, incapaces ellos hasta ahora para llegar a un consenso y gobernarse de manera estable y potenciar su nación, caerán ante su voraz apetito y potencial económico, cual joven e inexperta pieza de caza.
Por eso reproduzco al inicio para mis amigos ucranianos el refrán popular español de “·poner las barbas a remojar”.
Porque sé que los ucranianos quieren ser todo, menos otra vez una parte de Rusia o del nuevo imperio que está organizando el ex KGB y omnipotente “zar” sin corona (pero riquísimo en rublos) que hoy es el primer ministro de Rusia, tal vez antes de ser elevado a la dignidad imperial.
Que los ucranianos pongan sus barbas a remojar, y así, tal vez, eviten volver a ser “kraina”, el borde, de una omnipotente nación, Rusia, que les dominó durante tanto tiempo.
Si ello volviera a acontecer, sería una “Put(in)ada”…
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
En alguna de las variantes modernas, el verbo "pelar" ― que significaba más bien afeitar ― es sustituido por "arder", "cortar" o "rasurar", pero la idea del refrán es que debemos aprender de los males que sufren los demás para no caer en los mismos errores.
Viene a cuento el título y la mención al refrán, por la reciente y aún persistente tensión entre la Federación Rusia y Estados Unidos, con la presencia de la Unión Europa, comprendiendo a Georgia, por la problemática de la invasión de parte de esta República y el apoyo incondicional ruso a la independencia de Abjasia y Osetia del Sur.
Cierto es que la Unión Europea, quiere estar en todas partes, en una ceremonia de la confusión de servir como acólito o mamporrero del USA, y más cierto todavía que los dirigentes de Georgia han evidenciado su inexperiencia internacional, pero sobre todo hay que destacar que el afán expansionista y controlador de Rusia no tiene límites.
Putin ha demostrado su astucia al ser un primer ministro que se ampara en que las decisiones de política internacional competen al presidente Medvedev, su discípulo, para hacer y deshacer a su antojo en el entorno de las repúblicas y territorios provinientes de la extinta Unión Soviética.
Es cierto que tanto Abjasia como Osetia del Sur cuentan con una notable mayoría rusófona, casi toda con pasaporte ruso (inclusive Osetia del Norte es una provincia de Rusia); y que Georgia viene hostigando mediante acciones disfrazadas de terrorismo estas zonas. Pero no menos cierto que la Federación Rusa estaba provocando, casi esperando, esas acciones por parte de Georgia, para invadir una fracción del territorio de esta república caucásica lindante con el Mar Negro.
La excusa rusa ha sido tan concreta como falsa: Tropas extranjeras, al parecer americanas, estaban operando en la zona y se habían suministrado armas a Georgia, por lo que Rusia se había visto precisada a ocupar la zona de Grozni en plan de autoprotección, previniendo así un posible ataque georgiano con el apoyo exterior.
Rusia siempre ha pretendido crear una franja al sur de Osetia, que permitiera la emancipación de esta región meridional del mismo y de Abjasia, de manera que, en cuanto ocupó Grozni, en Georgia, movió las piezas del ajedrez para que aquellas dos regiones se declararan independientes de Georgia.
Cuando la Unión Europea acusó a Rusia de invasión y de intervencionismo, Vladimir Putin, el taimado, que se hallaba (¡oh casualidad!) en la inauguración de los juegos olímpicos de Pekín, replicó que la ocupación de Grozni era simplemente preventiva y que no podía la UE protestar por el reconocimiento de Abjasia y Osetia del Sur, cuando ella misma había promovido y apoyado la independencia de Kosovo.
Inteligente y hábil posición rusa, acompañada de una clara advertencia a Occidente y especialmente a Alemania y a Francia: ¡Si queréis mi gas y mi petróleo, calladitos!...
Y, en verdad, no deja de sorprender la cortedad de miras, la falta de audacia, el pánico diplomático de la Unión Europea, limitándose más tarde a condenar, sin sanción alguna, la conducta intervencionista e invasora de este nuevo zar llamado Putin.
Máxime cuando Rusia ya avisó a la UE y a los países de la NATO, especialmente a Francia y a Alemania, que potenciar el ingreso de Ucrania y Georgia en la Alianza Atlántica equivaldría a un acto inamistoso y pondría en revisión el pacto sobre gas y petróleo.
Así pues, Ucrania, que cuenta con una importante población rusófona en Crimea y todo el este del país; que mantiene controversias sobre la frontera de Kerch, en el estrecho que comunica el Mar Negro con el Mar de Azov; que no acepta prorrogar más allá de 2017 el uso por Rusia de la base naval de Sebastopol, puede ir preparándose.
No olvido que la población de Crimea, mayoritaria de origen tatar, ancestralmente ha odiado a Rusia, pero esta península es una República autónoma dentro de Ucrania, y podría sucumbir ante las promesas de la rica y pujante vecina Rusia.
Mientras tanto, el Presidente Yúshchenko lucha por acercar Ucrania a Occidente, con un país inmerso en inestabilidad política; la impresentable Yulia Tymoshenko (una primera ministra extremista y solamente está preocupada en dar a sus oligarcas un trozo del pastel económico de la nación, y ¡ahora está inclinada hacia Rusia!) y a todo eso “la casa de Ucrania está por barrer”.
El “león” ruso se relame las fauces ante tan prometedor panorama, y piensa que los ucranianos, incapaces ellos hasta ahora para llegar a un consenso y gobernarse de manera estable y potenciar su nación, caerán ante su voraz apetito y potencial económico, cual joven e inexperta pieza de caza.
Por eso reproduzco al inicio para mis amigos ucranianos el refrán popular español de “·poner las barbas a remojar”.
Porque sé que los ucranianos quieren ser todo, menos otra vez una parte de Rusia o del nuevo imperio que está organizando el ex KGB y omnipotente “zar” sin corona (pero riquísimo en rublos) que hoy es el primer ministro de Rusia, tal vez antes de ser elevado a la dignidad imperial.
Que los ucranianos pongan sus barbas a remojar, y así, tal vez, eviten volver a ser “kraina”, el borde, de una omnipotente nación, Rusia, que les dominó durante tanto tiempo.
Si ello volviera a acontecer, sería una “Put(in)ada”…
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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