05 marzo 2008

Mis vivencias con los trenes de Ucrania

Querido amigo Igor:

Ahora que en España están de moda los trenes, por aquello de que el gobierno pretende terminar e inaugurar antes del fin del 2007 dos o tres nuevas líneas del AVE (Alta Velocidad Española, aunque ya se advierte que será solamente “Velocidad Alta”, es decir, 75 km/h menos), me vienen a la memoria mis correrías, andanzas, aventuras y desventuras en Ucrania y sus ferrocarriles.

Todo fue “sobre ruedas”, pero no tanto…

Recuerdo que mi primer viaje por Ucrania, en 2ª clase, en el llamado departamento de 4 cupés (literas) fue desde Kiev a Simferopol (Crimea), con salida a las 5 de la tarde y llegada el siguiente día, a las 11 de la mañana.

El viaje se me hizo interminable, aunque me sirvió de experiencia para ver cómo se las arreglaba la gente para acomodarse en cada departamento y hasta hacer amistad.

Especialmente me llamó la atención que, al llegar a muchas estaciones en las que el tren paraba más de diez minutos, se acercaba al convoy una multitud de personas, niños, señoras, ancianos, vendiendo toda clase de productos, desde pan, dulces, comida, frutas, bebida no alcohólica (a la vista, porque a escondidas se vendía el vodka y el coñac), cigarrillos, etcétera.

La operación se repetía en cada estación, y me impresionó porque denotaba que en esas zonas en las que la multitud casi arrollaba al tren para vender algo, el nivel de vida estaba bajo mínimos.

De ese mi primer viaje a Crimea, volví en otro tren todavía más viejo y sucio (después de una hora de marcha, había que renunciar al servicio o tualet), que salió de Simferopol a las 11 de la mañana y llegó a Kiev 24 horas después.

¡Viaje inolvidable para un español!

Tardé algún tiempo en volver al tren, aunque me vi precisado a tomarlo de nuevo, para viajar a Chernivtchy, en otro largo trayecto, desde las 5 de la tarde hasta las 8 de la mañana del siguiente día, perdiendo más de tres horas al tener que cruzar dos veces las fronteras entre Moldavia y Ucrania.

Regresé de Chernivtchy en departamento de primera clase, bastante más confortable (muy caro) pero con los mismos problemas de tualet, con la anécdota de que al llegar a la frontera de Moldavia, el policía subió tres veces al tren para saber cómo podía escribir mi nombre y apellidos (los podía copiar de mi Visa, que entonces era necesaria) y hube de ir yo mismo a su oficina para ayudarle.
Fue simpático… por lo folklórico.

Y aún viajé otras dos veces – años más tarde-- desde Kiev a Ivano-Frankivsk y viceversa, en unos vetustos vagones de primera clase, aunque con un algo mejor servicio.

Y me dirás con razón: ¿A qué vienen estos recuerdos “ferroviarios”?

Te lo explicaré, amigo Igor: Los trenes en Ucrania serán, y son, bastante vetustos (excepción hecha de los expresos a Moscú, Dnipropetrovsk, alguno a Simferopol y Odessa), pero al menos no “les salen” agujeros por debajo, como está ocurriendo en España, concretamente cerca de Barcelona, en la estación de Bellvitge, en la que cosechan “agujero-susto” por día, ni en los túneles del AVE a Valladolid y a Galicia.

No cabe duda de que en España tenemos mucho mejores trenes que en Ucrania, pero no nos vanagloriemos demasiado, porque a cada dos por tres, o se cortan las catenarias, o hay algún terrorismo-gamberrismo, o se hunden terrenos, o se equivoca el ministro de turno, prometiendo velocidades inalcanzables.

De todas maneras, en España sí que somos más veloces a la hora de hacer empastres, como los que comento.

¿Qué no es, acaso, más bonito y romántico un viaje en los zalinitzas ucranianos, con sus posibilidades de compra de productos del campo, sus “efluvios perfumados” en las tualetes y las muchas horas cruzando la estepa, con buenas conversaciones y buenos sueños?

¿Será por eso que en general las gentes ucranianas son más tranquilas y pacientes que las ibéricas?

¿O será porque no sufren a una ministra llamada Magdalena?

Veremos lo que el tiempo nos ofrece, amigo Igor.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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