06 marzo 2008

Estalla Kosovo

Muy por encima de la anécdota de que la ex-Yugoslavia continúe todavía desmembrándose, el hecho de la auto-proclamación de la independencia por parte del Parlamento de la provincia serbia de Kosovo, ha sido como una explosión cuyos efectos aún están por ver.
Resulta bien sintomático que una provincia de un estado soberano e independiente, cual es Serbia, se auto-independice por una decisión de su parlamento provincial, en contra de la autoridad y decisión del parlamento y gobierno serbio.
Resulta preocupante que, al socaire de la Resolución 1244 de las Naciones Unidas, que estableció el sistema de control del orden y protección de minorías en la provincia kosovar (parte de Serbia), se trate de justificar la independencia no ya solamente por los kosovares, sino por la Unión Europea y por la mayoría de los países que la integran, con el argumento –poco válido— de que esa independencia estaba implícita en la Resolución de la ONU.
Resulta paradójico que Rusia, tan opuesta en tantos casos al orden establecido por la ONU, se haya convertido ahora (y en esta ocasión con aparente razón) en defensor del orden jurídico internacional, que no permite la independencia sin el pronunciamiento del país del que se desgaja la nueva nación, o, en su caso, sin una decisión de la ONU.
Sin embargo, Estados Unidos dijo que procedía la independencia (Bush continúa considerando el mundo como si fuera su rancho tejano) y cual acólitos esperando propinilla, la mayoría de los países, incluyendo a casi todos los de la Unión Europea, se han aprestado a reconocer la nueva nación.
La situación es esperpéntica y movería a ironía y sarcasmo, si no fuera porque detrás de ella se esconden poblaciones martirizadas por una guerra informal de etnias y religiones, como la que está latente entre los serbios kosovares (en esta ocasión mayoría a proteger) y los albaneses, que son los ahora controladores. Y porque puede reavivarse el fuego de la guerra soterrada.
Y preocupa lo que acontece, porque aunque Serbia puede sentirse herida, y con razón, ya que en territorio kosovar se hallan muy importantes símbolos de su identidad como país y de su esencia religiosa, no es menos cierto que serbia tiene muy poca autoridad moral después de las atrocidades que cometió con los musulmanes de Bosnia, e inclusive con los musulmanes de Kosovo.
Por tanto, nos encontramos ante el panorama de que Rusia y la propia Serbia se han constituido en los únicos defensores y garantes de la legalidad internacional, frente a Estados Unidos y la corte de adoradores y seguidores que secundan la independencia.
España, por ahora, está diciendo que no es correcta la independencia proclamada. En buena parte, porque el partido del gobierno, en plena eclosión electoral, debe presentarse como opuesta a los Estados Unidos; y en otra buena parte, porque la propia España sufre problemáticas separatistas (independentistas al fin) en Galicia, Euskadi y Cataluña.
Y he dicho “por ahora”, porque dudo que después de las elecciones, cualquiera que sea el partido que forme gobierno, no busque la forma de agradar al “tío” Sam.
Para Ucrania, lo que está aconteciendo es una lección, que debe obligar a su clase política “a tocar madera”.
De una parte, el intento secesionista de Crimea fue resuelto en tiempos de Kuchma, y parece funcionar razonablemente (“Más vale no meneallo, amigo Sancho”).
Y por otra, la radicalización de bloques surgida a raíz de los tiempos de la tibia “revolución naranja”, repetida en las últimas elecciones, con un partido aglutinando un tercio de votos, principalmente de las poblaciones del este, ruso-parlantes y de religión ortodoxa; y otros del centro y oeste, reuniendo más o menos el mismo apoyo, defensores a ultranza de la lengua ucraniana y de las costumbres distintas de las rusas, más religión católica.
Esta situación se presenta como un león dormitando, que demanda prudencia para no despertar nacionalismos ni separatismos, porque en otro caso, un “Kosovo” del este de Ucrania, podría quebrar el feble equilibrio actual.
Sin embargo, hay motivos para desterrar excesivos temores en Ucrania, porque ésta ya fue nación en el pasado, ya fue una República inclusive en tiempos de control soviético, ya reivindicó con bastante unidad su independencia, y cuando la logró, viene luchando ya bastantes años por crecer como nación, no en deshacerse. La tradición nacional tiene mucho peso.
Falta hace que en unos y otros impere la prudencia y la cordura, inclusive en temas conflictivos como la posible adhesión a la OTAN o las relaciones económicas con Moscú, para que no explote el caos y la desunión.
De todas formas, hay que “felicitar”, pero a la inversa, a los Estados Unidos y a la Unión Europea, ya que el tema de Kosovo lo dejaron “imposible para vos y para mí”, todo ello fruto de esa tibieza egoísta que impera en el globalizado mundo occidental, que ya denunciable el Apocalipsis. “Como no eres ni frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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