Por pura casualidad he conocido que alguien que utiliza el “nickname” de “Caperucita” se refiere a mi en un chat del web de Igor Barrios (http://www.ucrania.es.tl/INICIO.htm ) concretamente en la sección “Ucrania la cuna dorada eslava” y, con toda educación, y bastante rigor, discrepa en forma constructiva de mis comentarios de la “Carta desde España” del día 24 de enero, en la que me refería a las declaraciones del Embajador de Rusia ante la NATO o la OTAN (“tanto monta, monta tanto”), en los que, en mi opinión, amenazaba a Ucrania por aproximarse a la NATO.
Agradezco a “Caperucita” sus informaciones y no dudo – no lo sabía, he de reconocerlo— de que pudiera existir un pacto entre Ucrania y Rusia, obligándose recíprocamente a consultarse en el caso de entrar en alguna alianza externa.
Si algo predomina en mi forma de ver y analizar los problemas, es una muy arraigada –45 años de ejercicio profesional— formación jurídica, en la que el respeto de la norma, del pacto y de la palabra dada, resultan esenciales.
Si a ello se une mi formación como doctor en derecho internacional y mis amplias experiencias –no méritos, sino simples privilegios de la edad y de lo vivido— en organismos internacionales, podrá entenderse el sentido de mis comentarios.
¡Tantas cosas pactaron Ucrania y Rusia!
¡Tantas cosas debieron pactar ambos países en la “era soviética”!
¡Tantas cosas debieron pactar las dos naciones cuando Ucrania apenas si era una crisálida nacional, un simple embrión de nación!
¡Tan grande es la diferencia de tamaño, de poderío, de potencia económica, de potencia política, de proyección internacional, entre Rusia y Ucrania!
Una estricta fidelidad a pactos puede convertirse en un “callejón sin salida”, en una “ratonera” para el país débil o menor o más joven, Ucrania en este caso.
Ciertamente mi comentario prescindió (si así pudo acontecer fue especialmente por ignorancia) de la aplicación y observancia estricta del pacto y de la norma y se refirió a la indudable indelicadeza de un Embajador de Rusia, que, en vez de hablar con la OTAN, su cometido, se erigió en “redentor” o conservador de las esencias de los pactos, para lo que resultare más conveniente: Aquello de la Historia de España sobre Beltrán Duguesclin, el traidor contratado por Enrique de Trastamara para asesinar a Pedro el Cruel. “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”…
Y este Embajador Rogozin se constituye en guardián supremo de la ortodoxia, para… ¡amenazar! que no otra cosa es advertir con dureza de males incógnitos e indefinidos.
Nunca, bajo ningún concepto, en las relaciones internacionales, en las relaciones diplomáticas, la amenaza conduce más que a la crispación.
De lo que se sigue que, como mínimo el tal Rogozin fue indelicado, inadecuado, inoportuno…
No hay cosa peor que al recién autosuficiente, al nuevo independiente, al púbil que comienza a tomar sus propias decisiones, amenazarle, presionarle, por no observar estrictamente lo formal y literalmente pactado.
Es por la vía de la suavidad, de la delicadeza, de la sugerencia, de la diplomacia, del consenso, como puede conocerse el sentir de otra persona ultrasensible y se puede llegar a empujarle suavemente a lo más ortodoxo.
No otra cosa, opino, ocurre entre Rusia y Ucrania.
A la omnipotente Rusia le irrita, como al dueño del circo, que “le crezcan los enanos”, es decir, que los pequeños y débiles países desgajados de su omnipotente pasado no observen su compromisos (probablemente forzados).
Es lo mismo que ocurre al padre cuyo hijo se emancipó e instauró una nueva vida, y que olvidó lo que prometió al papá cuando estaba en trance de independizarse.
Esas promesas “fruto del momento” son para recordar, nunca para exigir.
Así pues, estimada “Caperucita”, porque le considero mucho más capacitada y conocedora de lo que aparenta, le invito a continuar con sus comentarios.
Me comprometo a seguir con nuestras disquisiciones.
Lo más oportuno sería que, entrando en “Cartas desde España”, en el artículo o carta que le interese, busque la clave “comentarios”, y allí tendrá lugar y medio para explayarse.
En otro caso, busque en el perfil de este blog el e-mail directo de quien escribe.
Gracias especialmente, “Caperucita”, por permitirme charlar de esta manera, aunque sea sin inmediata réplica o correspondencia.
¡Ah! Y una última reflexión (desde el libro “Así” de mi apreciado autor S. de P. B.): “Porque soy tal como debo ser, dicen que no soy como es debido…”
¿Es Ucrania como debe ser?
¿Cómo debiera ser Ucrania?
Un saludo para todos, especialmente para Caperucita y para Igor Barrios, que nos acoge e inter-relaciona en la red…
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
No hay comentarios:
Publicar un comentario