Esa invasión pilló “en calzoncillos” a las autoridades
y al gobierno español, que, mientras miles de individuos entraban sin control
en Ceuta aun seguían proclamando que las relaciones con el reino de Marruecos
eran “excelentes”.
La realidad ha sido que las normales fuerzas policiales
de vigilancia de fronteras quedaron absolutamente sobrepasadas por la avalancha
de mozalbetes hambrientos y desarrapados que habían sido trasladados en
autobuses fletados por el gobierno del país vecino hasta la verja fronteriza,
en la que la policía magrebí les abría las puertas y les invitaba a pasar.
Con los jovencitos se mezcló un número de bebés
que, a las espaldas de sus jóvenes madres, eran llevados por mar con riesgo de
ahogamiento.
Las fuerzas policiales españolas fueron escasas
y descoordinadas, lo cual no es de extrañar, porque ese desastre de ministro
inútil que es Grande Marlaska solamente está sabiendo reivindicar los derechos
de los LGTBI (gais, lesbianas, transexuales y algo más, para quien no entienda
las siglas) y arrimarse a todo lo que sea independentismo (especialmente
vasco), hasta el punto de favorecer los traslados de los asesinos de ETA a las
prisiones de Euskadi más cercanas a sus domicilios familiares.
Menos mal que la ministra de Defensa tuvo, como casi siempre, la lucidez de organizar la intervención del Ejército Español, que mediante las fuerzas de la Legión Española taponó las carencias y aportó una esencial ayuda, en el control de invasores y especialmente en la asistencia humanitaria a los pobres e inocentes seres que habían sido lanzados a una tierra de promisión que no había sido sino el “paraíso” de su desencanto”.
Eso sí, Pedro I “el Sánchez” (en lo sucesivo
habrá que denominarle “el invadido”) se marchó volando a Ceuta para hacer lo
único que sabe: mostrar su presencia y soltar lo consabida homilía de defensa
de la unidad española y de rechazo de la invasión, aunque sin atreverse a ni
siquiera mencionar la culpabilidad del gobierno marroquí.
La más efectiva reacción por parte española
parece que ha forzado por el momento el cese de la provocación invasiva desde
el Magreb, pero no es nada de fiar la actual calma, porque en el momento menos
pensado los “moros” volverán a las andadas.
Y todo lo ocurrido ha llegado debido a múltiples
causas: Por una parte, la errática política exterior del gobierno español, a
cargo de una inútil ministra de asuntos exteriores, que no tiene ni idea de
acción exterior, y que ni se ha movido ante el olvido de los Estados Unidos, ni
ha intervenido activamente en los asuntos de la Unión Europea sobre España, ni,
en general, ha hecho nada más que actuar al dictado de su señorito, “el
Sánchez”, quien, excepto mentir y romancear, poco sabe hacer en materia de
gobierno.
Otra causa ha sido la patraña de acoger al sin duda delincuente jefe del Frente Polisario, Sidi Brahim el Gali, cabo que fue de la Policía Territorial española en el Sáhara, después jefe del ala militar, después Ministro de Defensa del Polisario y que se escapó de España siendo representante del Frente Polisario acusado como genocida, cuyo personaje ha accedido. a nuestro país “a escondidas” desde Argelia y con nombre falso, bajo la estratagema gubernamental de la acción humanitaria de atender su contagio de Covid-19.
Ese mismo personaje es el que, ya en el año 1975,
encabezó el secuestro de un grupo de militares españoles, integrados en la
Agrupación de Tropas Nómadas del Sáhara español, entre quienes se hallaba
nuestro muy querido amigo y compañero, el entonces teniente José Manuel
Sánchez-Gey Venegas (hijo de nuestro admirado capitán/profesor en Milicias Universitarias,
ya fallecido, don José Manuel Sánchez Gey).
El hoy ya coronel en la reserva, Sánchez-Gey Venegas, escribió en su día el libro ”Cautiverio en el Sáhara”, cuya tercera edición dedicada por su augusto padre honra mi librería, y es un buen ejemplo de cómo la gallardía y el buen hacer de los militares españoles siempre han permitido superar la doblez y la falsedad de los marroquíes y de los argelinos, llenos de voracidad hacia un desierto del Sáhara que ansían dominar más por sus ansias fundamentalistas de poder que por sus auténticos deseos históricos.
Pero, además de la estancia en España del líder
Polisario, la errática política exterior de “el Sánchez” ha propiciado que, en
vez de mantener una relación de buena vecindad con el reino de Marruecos, se
haya dejado el enorme vacío de influencia, y así los Estados Unidos de América
se han sumado al apoyo hacia un Sáhara marroquí, inspirados por su interés en
hallar sustento árabe de estilo moderado ante el avispero y polvorín que es el
conflicto inacabable de Palestina e Israel.
Lo acaecido da para escribir mucho más, pero por el momento bien está que dejemos constancia de que los españoles seguimos siendo víctimas silenciosas de la avaricia de poder e insensatez gobernante de un hombre mentiroso, convenenciero y que se ha aliado con el ex ”coleta”, para conseguir la poltrona de la Moncloa y sentirse amo y señor de esta España, que, de verdad, todos tememos que está dejando de ser “nuestra”, para ser dominio de la sinrazón y de la insensatez
Sobre el tema del Sáhara y España me comprometo
a regresar en breve.
"Para hacer la paz se necesitan dos; pero para hacer la guerra basta con uno solo" Arthur Neville Chamberlain (1869-1940) Político británico.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Formidable, amigo. No sé cómo tienes tiempo para tantas cosas. Un abrazo.
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