“Don Camilo
Don Camilo es un personaje creado por el escritor italiano Giovannino Guareschi a través de cuentos y novelas conocidos como el ciclo del "Pequeño Mundo", en el cual se relatan las aventuras de este cura de pueblo y del alcalde comunista Pepón (Giuseppe "Peppone" Bottazzi) en la posguerra italiana. Ambos personajes representan posturas políticas enfrentadas y luchan entre sí denodadamente pero al verse ante conflictos más universales tienden a unir fuerzas a regañadientes y a descubrir su mutua buena voluntad. Por supuesto, Don Camilo termina ganando o empatando moralmente la mayoría de las disputas, como para reflejar la posición cristiana y anticomunista del autor. Pepón está presentado como un hombre tosco y prácticamente analfabeto aunque con un corazón de oro.
Don Camilo es un personaje creado por el escritor italiano Giovannino Guareschi a través de cuentos y novelas conocidos como el ciclo del "Pequeño Mundo", en el cual se relatan las aventuras de este cura de pueblo y del alcalde comunista Pepón (Giuseppe "Peppone" Bottazzi) en la posguerra italiana. Ambos personajes representan posturas políticas enfrentadas y luchan entre sí denodadamente pero al verse ante conflictos más universales tienden a unir fuerzas a regañadientes y a descubrir su mutua buena voluntad. Por supuesto, Don Camilo termina ganando o empatando moralmente la mayoría de las disputas, como para reflejar la posición cristiana y anticomunista del autor. Pepón está presentado como un hombre tosco y prácticamente analfabeto aunque con un corazón de oro.
Otros personajes de una saga que
casi monopolizan
estos dos personajes son: el Cristo del altar mayor,
con el que Don Camilo mantiene conversaciones que solo él puede escuchar, Ful,
el perro cazador de Don Camilo, y los esbirros de Pepón, siempre designados por
apodos: El Pardo, El Flaco, El Brusco...
La acción se sitúa sobre todo en
un pueblo de la ribera del Po y en sus inmediaciones. En el primer libro,
Guareschi presenta a Don Camilo como arcipreste de Ponteratto (circunscripción
imaginaria).
Varias de estas historias fueron
llevadas al cine. La primera adaptación, cuya buena repercusión de crítica y
público acrecentó aún más la popularidad de los libros, fue una saga de cinco
películas en coproducción franco-italiana con Fernandel y Gino Cervi en los papeles principales. Esas
películas se filmaron principalmente en la localidad de Brescello.
Otras adaptaciones cinematográficas,
como aquella interpretada por Terence Hill y Colin Blakely
y dirigida por el propio Hill, de 1983, fueron menos afortunadas. Los libros,
en cambio, continúan reeditándose y traduciéndose.
En Colombia se adaptaron los libros en una comedia
televisiva en la que se cambió la Italia Comunista por la violencia entre liberales y conservadores de
finales de los años 40
e inicios de los 50. La comedia producida entre 1987
y 1988 por la desaparecida
programadora
Coestrellas, por Daniel Samper Pizano y Bernardo Romero Pereiro, fue
protagonizada por Carlos "El Gordo"
Benjumea como Don Camilo, Héctor Rivas como Pepón, Luis Fernando
Múnera como la voz de Cristo y los actores Diego León Hoyos y Manuel Pachón
como los esbirros de Pepón. La serie se emitió los lunes a las 10:30 PM por el
antiguo Canal 2.
...
¡Qué gran personaje literario Don Camilo!
¡Qué gran personaje literario el gran Peppone!
¡Qué gran obra literaria el “Don Camilo”, de Guareschi!
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¡Qué gran personaje literario el gran Peppone!
¡Qué gran obra literaria el “Don Camilo”, de Guareschi!
Al socaire de esas reminiscencias literarias, me atrevo, hoy y ahora, a glosar a mis grandes e irrepetibles amigos, Jesús Bataller (el cartero reviscolado); Vicente Santamaría (el monseñor de “La Safor”), Joan Faus (Alcalde de Ador, pionero de la siesta hispana); Javier Nicolau ( el siempre disponible buen ebanista); sin olvidar al bueno de Paco carrasco, el culto maestro y eficiente funcionario tan experimentado en materia de adopciones; y yo mismo.
¡Quién pudiera emular a Guareschi con una pieza
literaria como la novela que se está glosando!
Ninguno de los mencionados es personaje literario “per
se”, pero cualquiera de ellos podría ser
la mejor representación de cualquiera de los personajes de la novela.
Ahí es nada, que cada dos semanas, más o menos, los citados,
con quien esto firma, nos reunamos en Gandía y, bajo el manto apostólico
del “monseñor” Vicente, reforzados por la “auctoritas” del Alcalde protector de la siesta hispana, el de Ador, Joan, el gran edil, nos reunamos, repito, seis buenos amigos para rendir tributo a la feraz agricultura de la huerta de La Safor, recogiendo (que no robando) naranjas cuantas más mejor, entre los términos municipales de Beniarjó (patria nativa de Ausiàs March) y Ador, y de esta manera recolectando maravillosas y enormes cítricos de diferentes variedades, para arribar a nuestros respectivos domicilios presumiendo de las excelencias del campo de nuestro amado “monseñor”, a quien, con la excusa de ayudarle, casi esquilmamos los frutos de sus cosechas.
del “monseñor” Vicente, reforzados por la “auctoritas” del Alcalde protector de la siesta hispana, el de Ador, Joan, el gran edil, nos reunamos, repito, seis buenos amigos para rendir tributo a la feraz agricultura de la huerta de La Safor, recogiendo (que no robando) naranjas cuantas más mejor, entre los términos municipales de Beniarjó (patria nativa de Ausiàs March) y Ador, y de esta manera recolectando maravillosas y enormes cítricos de diferentes variedades, para arribar a nuestros respectivos domicilios presumiendo de las excelencias del campo de nuestro amado “monseñor”, a quien, con la excusa de ayudarle, casi esquilmamos los frutos de sus cosechas.
Tras el amigable “expolio”, el condumio reparador,
bien en un agradable restaurante de origen gallego, bien en un barete que
obsequia menús de buena calidad; y ello da paso a una tertulia deliciosa e inolvidable,
en la que “nuestros” Don Camilo (el clérigo generoso e instructor) alterna con nuestro “Peppone”, el querido alcalde
impulsor del bienestar y de la histórica adivinación de Ador, su pueblo;
quienes alternan su fácil verbo y su mayor ingenio, brindándonos el contraste
entre lo bueno de la religión y lo mejor de la vida política y ciudadana hasta el punto de alcanzar sus educadas y respetuosas invectivas el grado de
edificantes y literarias convivencias.
Ahí, en medio, estamos nosotros, quienes ni somos
clérigos ni ostentamos alcaldías, pero sí apreciamos el “honeste vivere”, el “alterum
non laedere”, el “suum cuique tribuere”; el ser, en fin, justos y honestos; ser
personas, algo maduras ya, es cierto, del actual momento.
A esos miembros de nuestro grupo, a ese “Club Don
Camilo”, rindo hoy el homenaje que, de condigno y de congruo, merecen sus integrantes.
¡Que ya es maravilla, ya es increíble, ya es paradigmático, que diferentes visiones de la vida, diferentes maneras de ser, alcancen la armonía y el consenso por un bien común: la amistad y el afecto.
Camilo”, rindo hoy el homenaje que, de condigno y de congruo, merecen sus integrantes.
¡Que ya es maravilla, ya es increíble, ya es paradigmático, que diferentes visiones de la vida, diferentes maneras de ser, alcancen la armonía y el consenso por un bien común: la amistad y el afecto.
¡Que aprendan los políticos!
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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