12 diciembre 2015

Navidad: Volviendo a paraísos perdidos de la infancia y de la juventud

Leo con satisfacción el comentario en Facebook del buen amigo Jorge Latorre --magnífico e ilustre profesor y experto en las materias de comunicación audiovisual —, escribiendo con hondo sentido que la Navidad es, entre otras muchas más cosas, el tiempo de “volver a los paraísos perdidos de la infancia y de la juventud”.
Y ello lo sugiere a Jorge Latorre no solamente la visión del árbol navideño plantado en la plaza de su pueblo, sino acariciar (casi estrujar, pero con delicadeza) entre sus manos una cunita de madera que fue de su abuela y que acoge un diminuto Niñito Jesús. 
Tiernos recuerdos, a la vez que emotivos, y que me inducen para experimentar conmigo mismo, y por supuesto con los lectores (que para eso se publica) las emociones y sentimientos de los tiempos
navideños.
Solo disiento, cariñosamente (y en nimia parte), de Jorge Latorre  en un matiz: la Navidad sin duda remite a “paraísos perdidos” para algunos o para bastantes, pero no solamente a paraísos pasados. 
Porque Navidad sigue siendo tiempo de afectos y emociones, especialmente entre los miembros de las familia.
Porque Navidad continúa siendo tiempo de organizar el “Belén”, en el corazón de cada uno y en los hogares, con los hijos pequeños o tal vez con los nietos en la ayuda. Con el hondo significado de introducir en la casa y a veces en la oficina tan bello icono de la celebración conmemorativa.
Porque Navidad sigue siendo tiempo de reflexión y de convivencia, de re-nacimiento revestido de celebraciones que abarcan desde las delicias gastronómicas hasta las experiencias festivas, mas principalmente el contacto entre personas.
Porque Navidad es, en fin (y esencialmente), tiempo de amor y de paz, ya que en él se rememora, se revive, la venida al mundo de un Niño que trajo, y sigue en ello, el mensaje del amor, de la armonía, de la convivencia, del perdón. Algo hoy tan escaso, por desgracia.
Está llegando la Navidad y sin darnos cuenta estamos mezclando los recuerdos de la infancia, de cuando esperábamos las “estrenas” de nuestros padres, abuelos, padrinos y allegados; estamos mezclándolos con la nostalgia de los seres allegados que ya nos dejaron pero cuyo recuerdo se hace más vivo en estas fechas; vamos a celebrar las festividades con los presentes pero también con los ausentes, y a tratar de introducir de nuevo en nuestras vidas y en nuestra diaria convivencia un mensaje de amor, de afecto, de comprensión.
Está llegando la Navidad y nos va invadiendo la alegría de las celebraciones, adobada de las nostalgias de aquellos tiempos que pasaron pero que nos resistimos a olvidar y más a perder. ¡Quién no añora los cánticos de villancicos en la infancia, junto al nacimiento!
Está llegando la Navidad, para que una vez más la humanidad destierre (o al menos lo intente) la envidia, la prepotencia, el ansia de poder, la corrupción, la violencia, el odio; que ellos sí deben enviarse a los “infiernos perdidos” del pasado.
Y, en fin, con la Navidad se imponen estas propias reflexiones (no ajenas sino ínsitas al sentido religioso de las fiestas), que humildemente pero con todo afecto quiero transmitir a los lectores, con el deseo de que rescaten y vivan en presente sus personales “paraísos perdidos”.
¡Feliz Navidad!


LOS CAMPANILLEROS
(sigue enlace o link al video)

En la noche de la Nochebuena
bajo las estrellas por la madrugá,
los pastores con sus campanillas
adoran al Niño que ha nacido ya;

y con devoción...

Van sonando zambombas, panderos,
cantándole coplas al niño de Dios.

En los pueblos de mi Andalucía
los campanilleros por la madrugá,
me despiertan con sus campanillas
y con sus guitarras me hacen llorar;

y empiezo a cantar....

y al oírme todos los pajarillos
que están en la rama
se echan a volar.

En la noche de la Nochebuena
bajo las estrellas por la madrugá,
los pastores con sus campanillas
adoran al Niño que ha nacido ya;

y con devoción...

Van sonando zambombas, panderos,
cantándole coplas al niño de Dios.


SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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