“Los bufones
de Dios” narra la historia de Gregorio XVII, un papa “bueno” que, de
repente, recibe una revelación particular sobre el inminente fin del mundo. Sus
“hermanos en Cristo”, el colegio cardenalicio, le obligan a abdicar, cosa que
él hace con resignación cristiana. “Si nuestro pontífice está loco, mejor
librémonos de él. Si es un santo, de ninguna manera lo perderemos”. La
explicación no puede estar más ceñida al contexto. Ingresa en Montecassino, medita y decide dar
a conocer la mala nueva al mundo. En realidad, el mundo ya la conoce, porque en
la Unión Soviética llevan dos años de malas cosechas y, cuando pase el
invierno, el ejército soviético se pondrá en marcha para apoderarse de la
comida y las fuentes de energía que necesita y que el malvado Occidente se
niega a venderle.
El ex-papa continúa con su predicación. Todo el
mundo sabe que lo que dice es cierto, pero nadie le hace caso. Ningún político
querrá ser tachado de sembrador del pánico. Para complicar más las cosas,
Gregorio XVII sufrirá un ataque cerebral cuando está hablando en un importante
club inglés. Se convertirá en un “bufón
de Dios” apelativo poco cristiano con el que un ministro francés llama a
los niños con minusvalía psíquica. El pobre Jean Marie Barette, antes Gregorio
XVII, se encuentra con que debe proclamar un mensaje que nadie cree y en unas
condiciones de minusvalía. Dios parece burlarse de él. Sólo le queda un apoyo:
un enfermero llamado Maran Atha, el cual lo ayuda y lo lleva a un refugio de
los Alpes. Allí se dará cuenta de que Cristo no lo ha abandonado, ya que Atha
es el mismísimo Cristo. También se da cuenta de “que la Ultima Venida y el
Juicio Final mismo serán actos de amor.”
(Del blog “Bitácora”, de Fernando2008)
…
Vaya por
delante que recomiendo la lectura del libro de Morris West, porque por encima
de su temática a veces tangencial con la religión y las iglesias, suscita
hondas reflexiones acerca de los mensajes a los hombres sobre su futuro, y cómo
el Ser Supremo se sirve de los medios más impensables para los humanos, para asistirles en las conductas adecuadas.
Por encima de
glosar el argumento de la novela, que desde luego merece ser leída y releída,
trato desde hace tiempo extraer de ella la reflexión de que son los “bufones de Dios”, los
seres disminuidos y desvalidos (aparentemente los de menor "importancia", los más desdeñados), quienes en muchas ocasiones son los portavoces
de admoniciones y ejemplos para el género humano.
En la novela,
ese Papa dimitido y obligado a marcharse (nótese que el libro fue escrito antes de que Benedicto XVI
renunciara al pontificado), trata de anunciar al mundo el mensaje recibido
--y por ello es perseguido como enemigo de la humanidad hasta el punto de estar
en peligro de muerte inmediata— queda minusválido y en su huida llega a
ocultarse entre otros impedidos y discapacitados, de quienes se vale el Cristo de la novela
para anunciar su auxilio al mundo. Y al ser preguntado ese redentor sobre el
por qué se vale de esos seres aparentemente inferiores, los mermados y sin aparente valor vital,
proclama que precisamente ellos, en su limitación física y psíquica, son los mejores
correos, la mayor gloria en su inocencia e incapacidad, para anunciar al mundo
la grandeza de la obra salvadora.
Séase o no
creyente, la novela arrastra a una profunda reflexión
sobre los materialismos y egoísmos del género humano y de la sociedad actual, su enorme miopía,
que vienen especialmente a cuento en estos días, en los que estamos abrumados
por la tragedia de los refugiados e inmigrantes que huyen espantados de sus patrias y sus
tierras, cruzando medio mundo, para evitar la destrucción, la barbarie y la
muerte, intentando salvar a sus familias y a sus hijos.
Y al propio
tiempo estamos indignados por el egoísmo de los dirigentes políticos
(especialmente los europeos), que se pasan el tiempo discutiendo sobre cómo han de
discutir (aquello de “si son galgos o son podencos”), mientras miles y miles de
criaturas aterrorizadas y desvalidas pugnan por alcanzar una vida mejor, que se
les niega con mafias despiadadas que les expolian y engañan, barcos innavegables, vallas lacerantes,
policías brutales, xenofobias inadmisibles, y con los malos tratos desplegados por países que proclaman
continuamente el respeto a los derechos humanos pero que no quieren ver la
tragedia que se desarrolla ante sus ojos: con miles de vidas rotas, miles de
vidas perdidas en el mar, miles de vidas en hambruna.
Ha tenido que
ser la fotografía de un niño turco, de 3 años, ahogado en el mar entre Turquía
y una cercana isla griega, ha debido de ser esa criatura muerta en la aureola de su tierna inocencia, quien sea el "bufón de Dios", quien conmueva a las gentes sensibles y de buen
corazón de Europa y del mundo, y ya ha
movilizado iniciativas y ofrecimientos, revolviendo la laxa conciencia de
muchas gentes.
El problema
es y seguirá siendo que unos gobiernos (como el de Hungría) se escudan en que
primero han de proteger a sus ciudadanos, quienes pese a todo desautorizan a sus
políticos y auxilian generosamente a los desvalidos.
Otros
gobiernos, como el del Reino Unido, que siempre se ha opuesto a cualquier tolerancia, y que viene
intransigente en lo referente a la inmigración, ahora se coloca la careta de la
comprensión, porque está sufriendo en sus entrañas el problema de los
emigrantes que en Calais acechan para dar el salto al paraíso británico. ¡Ellos, los de UK,
que decían que los ilegales que entraban en España e Italia eran problema
solamente de estos países!
Otro
gobierno, el de Francia, no puede menos que “hacerse” el sensible, y preocuparse de veras, porque tiene
dentro, en casa, la infiltración de tantos y tantos árabes, que casi con sus
segundas generaciones van colapsando a la genuina ciudadanía.
En esta
España nuestra, se han ofrecido ciudades y comunidades para acoger a unos miles
de esos refugiados que huyen actualmente, lo cual es muy elogiable, aunque tal
vez habría que examinar previamente si se brinda toda la asistencia y apoyo
requeridos a los desamparados que desde hace años pugnan por subsistir en
nuestro país. Y sin olvidar todo lo que podría hacerse con los miles de
millones de los que se apropian los corruptos de todos los colores.
Volvamos a
estos “bufones de Dios” de ahora y agradezcámosles que, pese a su tremenda desgracia,
estén siendo capaces de excitar en la acomodada sociedad occidental un punto de
conciencia y generosidad.
No olvidemos:
Esos “bufones” de hoy serán, como en la novela de Morris West, los que propicien la redención
del mañana.
“Porque
es tocando fondo, aunque sea en la amargura y la degradación, donde uno llega a
saber quién es, y donde entonces empieza a pisar firme” José Luis Sampedro (1917-2013)
Escritor y economista español.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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