04 septiembre 2015

¿Son los “bufones de Dios”? La crisis de los inmigrantes y refugiados


“Los bufones de Dios” narra la historia de Gregorio XVII, un papa “bueno” que, de repente, recibe una revelación particular sobre el inminente fin del mundo. Sus “hermanos en Cristo”, el colegio cardenalicio, le obligan a abdicar, cosa que él hace con resignación cristiana. “Si nuestro pontífice está loco, mejor librémonos de él. Si es un santo, de ninguna manera lo perderemos”. La explicación no puede estar más ceñida al contexto.  Ingresa en Montecassino, medita y decide dar a conocer la mala nueva al mundo. En realidad, el mundo ya la conoce, porque en la Unión Soviética llevan dos años de malas cosechas y, cuando pase el invierno, el ejército soviético se pondrá en marcha para apoderarse de la comida y las fuentes de energía que necesita y que el malvado Occidente se niega a venderle.
El ex-papa continúa con su predicación. Todo el mundo sabe que lo que dice es cierto, pero nadie le hace caso. Ningún político querrá ser tachado de sembrador del pánico. Para complicar más las cosas, Gregorio XVII sufrirá un ataque cerebral cuando está hablando en un importante club inglés. Se convertirá en un “bufón de Dios” apelativo poco cristiano con el que un ministro francés llama a los niños con minusvalía psíquica. El pobre Jean Marie Barette, antes Gregorio XVII, se encuentra con que debe proclamar un mensaje que nadie cree y en unas condiciones de minusvalía. Dios parece burlarse de él. Sólo le queda un apoyo: un enfermero llamado Maran Atha, el cual lo ayuda y lo lleva a un refugio de los Alpes. Allí se dará cuenta de que Cristo no lo ha abandonado, ya que Atha es el mismísimo Cristo. También se da cuenta de “que la Ultima Venida y el Juicio Final mismo serán actos de amor.”
(Del blog “Bitácora”, de Fernando2008)

Vaya por delante que recomiendo la lectura del libro de Morris West, porque por encima de su temática a veces tangencial con la religión y las iglesias, suscita hondas reflexiones acerca de los mensajes a los hombres sobre su futuro, y cómo el Ser Supremo se sirve de los medios más impensables para los humanos, para asistirles en las conductas adecuadas.
Por encima de glosar el argumento de la novela, que desde luego merece ser leída y releída, trato desde hace tiempo extraer de ella la reflexión de que son los “bufones de Dios”, los seres disminuidos y desvalidos (aparentemente los de menor "importancia", los más desdeñados), quienes en muchas ocasiones son los portavoces de admoniciones y ejemplos para el género humano.
En la novela, ese Papa dimitido y obligado a marcharse (nótese que el libro fue escrito antes de que Benedicto XVI renunciara al pontificado), trata de anunciar al mundo el mensaje recibido --y por ello es perseguido como enemigo de la humanidad hasta el punto de estar en peligro de muerte inmediata— queda minusválido y en su huida llega a ocultarse entre otros impedidos y discapacitados, de quienes se vale el Cristo de la novela para anunciar su auxilio al mundo. Y al ser preguntado ese redentor sobre el por qué se vale de esos seres aparentemente inferiores, los mermados y sin aparente valor vital, proclama que precisamente ellos, en su limitación física y psíquica, son los mejores correos, la mayor gloria en su inocencia e incapacidad, para anunciar al mundo la grandeza de la obra salvadora.
Séase o no creyente, la novela   arrastra a una profunda reflexión sobre los materialismos y egoísmos del género humano y de la sociedad actual, su enorme miopía, que vienen especialmente a cuento en estos días, en los que estamos abrumados por la tragedia de los refugiados e inmigrantes que huyen espantados de sus patrias y sus tierras, cruzando medio mundo, para evitar la destrucción, la barbarie y la muerte, intentando salvar a sus familias y a sus hijos.
Y al propio tiempo estamos indignados por el egoísmo de los dirigentes políticos (especialmente los europeos), que se pasan el tiempo discutiendo sobre cómo han de discutir (aquello de “si son galgos o son podencos”), mientras miles y miles de criaturas aterrorizadas y desvalidas pugnan por alcanzar una vida mejor, que se les niega con mafias despiadadas que les expolian y engañan, barcos innavegables, vallas lacerantes, policías brutales, xenofobias inadmisibles, y con los malos tratos desplegados por países que proclaman continuamente el respeto a los derechos humanos pero que no quieren ver la tragedia que se desarrolla ante sus ojos: con miles de vidas rotas, miles de vidas perdidas en el mar, miles de vidas en hambruna.
Ha tenido que ser la fotografía de un niño turco, de 3 años, ahogado en el mar entre Turquía y una cercana isla griega, ha debido de ser esa criatura muerta en la aureola de su tierna inocencia, quien sea el "bufón de Dios",  quien conmueva a las gentes sensibles y de buen corazón de Europa y del mundo,  y ya ha movilizado iniciativas y ofrecimientos, revolviendo la laxa conciencia de muchas gentes.
El problema es y seguirá siendo que unos gobiernos (como el de Hungría) se escudan en que primero han de proteger a sus ciudadanos, quienes pese a todo desautorizan a sus políticos y auxilian generosamente a los desvalidos.
Otros gobiernos, como el del Reino Unido, que siempre se ha opuesto a cualquier tolerancia, y que viene intransigente en lo referente a la inmigración, ahora se coloca la careta de la comprensión, porque está sufriendo en sus entrañas el problema de los emigrantes que en Calais acechan para dar el salto al paraíso británico. ¡Ellos, los de  UK, que decían que los ilegales que entraban en España e Italia eran problema solamente de estos países!
Otro gobierno, el de Francia, no puede menos que “hacerse” el sensible, y preocuparse de veras, porque tiene dentro, en casa, la infiltración de tantos y tantos árabes, que casi con sus segundas generaciones van colapsando a la genuina ciudadanía.
En esta España nuestra, se han ofrecido ciudades y comunidades para acoger a unos miles de esos refugiados que huyen actualmente, lo cual es muy elogiable, aunque tal vez habría que examinar previamente si se brinda toda la asistencia y apoyo requeridos a los desamparados que desde hace años pugnan por subsistir en nuestro país. Y sin olvidar todo lo que podría hacerse con los miles de millones de los que se apropian los corruptos de todos los colores.
Volvamos a estos “bufones de Dios” de ahora y agradezcámosles que, pese a su tremenda desgracia, estén siendo capaces de excitar en la acomodada sociedad occidental un punto de conciencia y generosidad.
No olvidemos: Esos “bufones” de hoy serán, como en la novela de Morris West, los que propicien la redención del mañana.
“Porque es tocando fondo, aunque sea en la amargura y la degradación, donde uno llega a saber quién es, y donde entonces empieza a pisar firme” José Luis Sampedro (1917-2013) Escritor y economista español.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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