“Agostiembre, por JOSÉ MIGUEL GIRÁLDEZ
PENA que los meses no se puedan mezclar. Conseguir
un híbrido de agosto y septiembre, ese es mi sueño. Combinar el azul y la luz
de agosto, el regreso al hogar y el mapa conocido. Pienso esto ahora, mientras
en la pantalla suceden cosas indefinibles. Ya no hay matices, ya no hay pulso.
Ahí fuera, en este pueblo de la Costa da Morte al ZAPPINGque he guardado fidelidad
durante al menos veinte años, tampoco sucede nada. Pero en realidad, sucede
todo: agosto se muere un año más, y así, nos va matando suavemente. El vacío de
las calles y de las playas pide a gritos una transfusión de septiembre, un
injerto, un trasplante, para mantener el sol escaso aún con vida. Para cuando
sea día 1, aún querríamos que agosto respirase. No importa si hay que aplicarle
el oxígeno de la ciudad. Hubo un tiempo en el que no existía la gran barrera.
No sólo los días eran eternos: en los veranos cabían todos los amores y
desamores, todos los Mississippis. Agosto se extendía más allá de sus fronteras
naturales, con el desparpajo propio de la infancia y de la hiedra. Los meses no
tenían respeto por el calendario. Ahora, en la playa solitaria, la bandera
verde se agita con fuerza, anunciando sin éxito un nordés que ya a nadie
importa. Me gustaría salvar a este pobre mes terminal, volver a superar las
tiranías administrativas, destruir la seriedad cronológica de los adultos.
Hacer añicos los relojes. Me gustaría darle una segunda oportunidad. Aquellos
septiembres podían traer lluvia, pero las tardes eran doradas, como las uvas
que recogíamos. Las manzanas de oro guardaban el sol para iluminar después los
días de nieve. Brillaban en el desván cuando nos enviaban a buscarlas, porque
agosto resistía en algunos lugares, sin apagar su luz. Hoy, septiembre se alza
frente a nosotros como un lugar del que no podremos huir. Las televisiones
parirán sus crías otoñales y, amamantándolas, nosotros seremos pastores de la
grisura, contables de la derrota, encaladores de la monotonía, arquitectos de
la rutina. Agosto y septiembre ya no pueden maridar como en la infancia: son
enemigos íntimos. Parejos en el calendario, simplemente se repelen.”
(De “El Correo Gallego”, 31/08/2015)
…
Es muy cierto que el Agostiembre al que me refiero en el título
es algo distinto al que glosa en su artículo precedente José Manuel Giráldez, porque
el vocablo (tal vez barbarismo iconoclasta) lo vengo interpretando según quedó escrito
en el libro “Agostiembre (El retorno a Montejaque)”, que en honor y loor de
la XXI Promoción de Milicias Universitarias (IPS) y de su otrora
capitán/profesor, el ilustre gaditano Don José Manuel Sánchez-Gey, escribió
quien esto firma, con el siguiente tenor literal:
“Que nadie
espere hallar el vocablo “Agostiembre” en el Diccionario de la Real Academia
Española. Ni tampoco en los compendios de vocablos raros de la Lengua Española.
Encontrará
“Agosto” y podrá leer “Septiembre”, pero no aquel vocablo inusual, y no
académico, unificación de ambos sustantivos, que titula este relato.
Y sin embargo
es una palabra que, reconocida o no en su ortodoxia, existe y se usa, hasta tal
punto que denomina esta obra.
Díganlo si no
las historias que se narran a continuación, esencialmente auténticas
(noveladas, claro está) y en mínima parte fruto de la ideación de su autor.
En cualquier
caso, Agostiembre existió en el pasado, que se sepa, para muchos de los
asistentes al campamento de Milicias Universitarias de Montejaque, en
Ronda-Málaga, en el que durante dos sucesivos trimestres veraniegos los
universitarios en edad militar sudaban la gota gorda y hasta enflaquecían,
tratando de convertirse en flamantes oficiales y suboficiales de la escala de
complemento del Ejército español.
Agostiembre
era para esos jóvenes milicios el tiempo casi soñado, porque se refería a
Agosto, mes que les semejaba inacabable pero que era el final de su estancia
trimestral, y especialmente preludio del feliz Septiembre, en el que el retorno
a los hogares y a la vida civil usual reponía a quienes habían sufrido de veras
los rigores de un verano extremo y de una disciplina de estudios y ejercicio,
extraña a su en ocasiones cómoda vida universitaria.
Pero
Agostiembre es y ha sido también en la vida para esos que fueron “milicios”, el
preludio duro y lleno de sacrificio, unos tiempos de esfuerzos, zozobras y
sinsabores, sobrellevados en la ilusionada esperanza de que les seguirían otros
mejores, en los que podrían alcanzarse las metas pretendidas.
Y cuando por fin
les ha llegado el “Agostiembre” de la vida, las frustraciones y los éxitos se
entremezclan con las vivencias de quienes son seres ya curtidos, que han ido
dejándose jirones de energía y de entusiasmo y rellenan de conformismo lo que
en su tiempo fueron vitalistas actuaciones.
Por eso, los
personajes de esta obra viven, cada uno a su manera, cada uno en su tiempo,
cada cual en sus personales
remembranzas, el Agostiembre de la vida. Y cuando alcanzan esa época, ya muchos otros compañeros han pasado a morar en las estrellas y todos los que sobreviven denotan con sus calvicies y albos cabellos que aquel Agostiembre que tanto ansiaron en su vida juvenil del campamento de milicias ha culminado como el convector y resumen de toda una trayectoria vital que ya pocas rectificaciones permite.
remembranzas, el Agostiembre de la vida. Y cuando alcanzan esa época, ya muchos otros compañeros han pasado a morar en las estrellas y todos los que sobreviven denotan con sus calvicies y albos cabellos que aquel Agostiembre que tanto ansiaron en su vida juvenil del campamento de milicias ha culminado como el convector y resumen de toda una trayectoria vital que ya pocas rectificaciones permite.
Ojalá el
lector haya experimentado su Agostiembre particular en sus tiempos mozos y
vuelva a sentirlo en su madurez veterana (ya que hoy se elude hablar de
ancianidad), consumiendo las líneas de este relato, que no es otra cosa que una
tentativa de narrar un ejercicio vitalista de memoria colectiva desde un muy
especial “Agostiembre”
Esta especial visión de Agostiembre queda hoy
entreverada con las sensaciones, sentimientos y vivencias del final de una
época genuinamente vacacional y el arranque generalizado del nuevo período
laboral, para el que se suponen recuperados la estabilidad mental y alcanzado
el descanso físico.
Personalmente nunca he sido demasiado partidario de
largos períodos de asueto, y menos de un mes entero, porque en ellos se llega
a alcanzar un poco el placer del “dolce fare niente” italiano, y hasta hace
falta otro tiempo de recuperación para la re-entrada laboral.
Opino, y así trato de hacer en la vida, que períodos
de una o dos semanas, adecuadamente repartidos a lo largo del año,
sirven mejor al objetivo de un “descanso activo”.
Sea como fuere, la realidad es que desde hoy mismo
nuestras ciudades ya empiezan a tener un tráfico agobiante, las gentes tratan
de adaptarse a la vida habitual, no sin algún que otro “síndrome post-vacacional”;
en una palabra, la vida se auto-regenera, aunque el calor todavía vaya a
perdurar algún tiempo.
Está llegando el final del verano, para unos de
gratos recuerdos y experiencias; para otros de aburrimientos grandes; para
otros de búsqueda de nuevas personas y sensaciones.
Hay que adaptarse a este final del “Agostiembre”.
Pero a lo que resulta imposible habituarse es al
galimatías con el que nos envuelven a diario los políticos, con sus proclamas
faltonas con los adversarios, sus manifestaciones contradictorias, sus
reivindicaciones imposibles, sus entelequias maniqueas.
Lo malo es que en esta España nuestra estamos al
borde de unas elecciones generales, con el aperitivo de las elecciones
autonómicas de Cataluña, que un puñado de iluminados iconoclastas tratan de
convertir en plebiscitarias para la independencia de esa región.
Y por eso, el “insulta que algo queda”; el “y tú
más”; el “hablemos del gobierno aunque sea bien”; el “yo no pactaré con nadie
aunque ayudaré a la gobernabilidad” (con quien me convenga, añado), ésas son
frases repetidas en el fenecimiento de un agosto que difícilmente purificará
Agostiembre.
Llega un tiempo de recuperación, de nuevo
asentamiento, de hilvanar nuevos proyectos, para buscar nuevas metas, nuevos “Agostiembres”,
como el que he transcrito del libro que glosa el idealizado mes de aquel grupo
de casi imberbes universitarios que cimentaron en las tierras sureñas de
Montejaque una buena parte de su hombría y futuro.
¡Ah! Y para acabar, aunque parezca que no viene a
cuento, felicitar al gran amigo y compañero Jesús Bataller Peris, porque él sí
tendrá recuerdo imperecedero de este Agostiembre en el que recibió más y mejor
vida desde un generoso trasplante renal que deseamos vuelva a insertarle en el
mundo de los activos.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Felicidades Ángel cada día te leo con mas agrado y mas cuando traes buenas noticias como lo de Jesús.
ResponderEliminarQue bien me siento cuando te leo.
ResponderEliminarQue sana envidia el ver como escribes, pero esta vez la mejor noticia es la de Jesús, cuando fue? que tal se encuentra? Un abrazo Pepe Lagarto
Amigo querido Angelillo. Ya estoy en casa con riñon nuevo, aunque sea de cadáver esta funcionando a la perfeccion. Toquemos madera para que no se desvie su funcionamiento. gracias por acordarte añode mi en este articulo tan meloso y añorado de nuestra juventud. Jesus
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