(ANGEL
THEBENS, analista político)
La "realpolitik" exige imperiosamente
definir qué es lo "real". Sin una visión certera y estratégica de
"la realidad", los enfoques que pretenden ser pragmáticos pueden -y
suelen- acabar en los límites estructurales del cinismo, con consecuencias, a
menudo, catastróficas cuando las apuestas históricas se elevan, como es el caso
en la actual situación de Ucrania.
"La realidad" ucraniana viene definida por
una serie de datos básicos:
1) Ucrania ocupa, en el Índice internacional de
Transparencia, el lugar número 144 del mundo por sus niveles de corrupción, el
mismo que la República Centroafricana.
2) Ucrania ocupa el 29º puesto mundial en el Índice de
Educación de NNUU (un escalón por encima del Reino Unido).
3) El 68% de los manifestantes en el
"Euro-Maidán" [Maidán es “plaza” en Ucraniano, y éste es el nombre
con que se identifica la revuelta] tienen titulación superior y otro 22% han
completado la educación secundaria.
4) El PIB de Rusia (cualquiera que sea la fuente que
se maneje) es inferior al de Italia.
De la combinación de estos elementos resulta fácil
entender tanto la raíz del problema como su única solución posible.
Sin embargo es necesario añadir un último elemento
para poder comprender cómo se ha llegado a una tal situación. Éste no es otro
que la herencia del comunismo, que se traduce en dos vectores, convergentes en
un sistema oligárquico, que es el que ahora toca techo: por un lado, el
totalitarismo estatal, que secuestró la evolución natural del país, basada en
la libre actividad de cada biografía individual
sobre el tejido económico de la
sociedad, y, por otro, las estructuras de poder y represión que el sistema
soviético desarrolló para imponer y mantener tal totalitarismo.
MANSIÓN DE YANUKOVICH |
Estas estructuras de represión son las que, con
cosméticas transformaciones, pasan a ser los instrumentos de control de la
Oligarquía sobre la sociedad ucraniana, so capa de una democracia aparente.
Sólo aparente: con frecuencia se manejan datos, por ejemplo, de cómo 54
diputados del gubernamental Partido de las Regiones en la Rada (Parlamento)
"pertenecen" a un determinado oligarca. El control sobre estos -y
otros- parlamentarios no excluye, de hecho, el miedo físico.
El mayor exponente en estos momentos de lo que es, de
facto, una "cleptocracia" es el Presidente del Gobierno, Yanukóvich
(ha estado tres veces en la cárcel: por atraco, asalto con lesiones y falsedad
en documento público). Yanukóvich, intentando ampliar su base electoral
"hacia la derecha", quiso escenificar una aproximación a la Unión
Europea, entrando en una negociación de más de tres años, hasta que se percata
de que el grado de control, y de rigor jurídico, que el Acuerdo de Asociación
que la UE le propone es incompatible con sus deseos de seguir ampliando el
patrimonio de su "familia", lo que le lleva a escudarse en la presión
rusa -que había conocido en todo momento- para intentar explicar la decisión de
no firmar, tres días antes de la Cumbre de Vilnius.
Lo que Yanukóvich tarda en entender -y lo que cada día
entienden más y más ucranianos- es que la firma en Vilnius era una elección por
un modelo social radicalmente distinto, tan radicalmente distinto que exigía y
acarreaba en la práctica un cambio de sistema político. Es por ello natural que
los manifestantes que aguantan a veinte bajo cero en las calles de Kiev, y que
en un primer momento salieron espontáneamente, en un número superior a las
ochocientas mil
personas, enarbolando banderas de la UE, no quieran ahora aceptar ninguna solución al conflicto que no sea, como mínimo, la celebración de unas elecciones libres, que les permitan deshacerse, al menos en parte, del yugo de opresión que un sistema gangsteril impone sobre un país de enorme potencial, sobre todo humano.
personas, enarbolando banderas de la UE, no quieran ahora aceptar ninguna solución al conflicto que no sea, como mínimo, la celebración de unas elecciones libres, que les permitan deshacerse, al menos en parte, del yugo de opresión que un sistema gangsteril impone sobre un país de enorme potencial, sobre todo humano.
Estos parámetros que definen, sucintamente, la
situación interna en Ucrania, se inscriben en una confrontación geoestratégica
de primer orden, preñada de enormes consecuencias posibles, tanto positivas
como extraordinariamente dramáticas.
Ucrania no tiene salida más que hacia Occidente. La
alternativa entre intentar conservar "políticamente" los mercados
rusos para sus productos obsoletos o abrirse a la transformación de su
economía, de la mano de una inversión extranjera que la seguridad jurídica de
la UE aportaría, no es tal: los 46 millones de ucranianos no pueden ser
mantenidos, en forma alguna, por una economía (no exenta de dificultades) de
las dimensiones de Rusia.
El problema de “realpolitik” consiste en cómo
conllevarse con Putin en el caso de Ucrania que, por otra parte, es pieza
esencial en todos los demás tableros estratégicos en que Rusia está presente.
Para ello es imprescindible comprender de una vez que la única forma de
entendimiento a largo plazo consiste en colocar a Rusia en el lugar que le
corresponde. No menos, pero tampoco más.
Z.Brezsisnky recordaba recientemente que Rusia nunca
podrá volver a ser una gran potencia sin Ucrania y que Rusia maneja con
efectividad un poder distinto a los tradicionales: el poder de la corrupción.
Esto le hace aliado natural de un político sin salidas, como Yanukóvich, y le
permite jugar, a corto plazo, un papel sobredimensionado en la crisis
ucraniana. Si no se le planta cara, se corre el altísimo riesgo de que Ucrania,
en lugar de seguir el rumbo de Europa central tras la caída del telón de acero,
siga la deriva balcánica de guerra civil y desastre económico- y político-
durante años, creando una crisis permanente de descomunales dimensiones en las
puertas de la UE.
Hay momentos en la Historia en que se pretende hacer
pasar por realismo una falta de agallas para enfrentar los problemas o una
falta de entendederas para comprender las fuerzas en juego en su justa medida.
Como decía George Aiken; no necesitamos más "halcones" ni más
"palomas", sino más búhos.
La política de "apaciguamiento" con Hitler
no tenía sentido alguno en Múnich en 1938. La diferencia fundamental es que con
la Rusia actual sí debería ser posible una colaboración en un enorme número de
campos, incluso capitalizando la tendencia de Putin a verse a sí mismo como un
paladín cristiano (bien que ortodoxo) en un mundo en que Europa pierde
gradualmente presencia. Ello no obstante, la condición "sine qua non"
es conseguir hacer entender al dirigente ruso que Ucrania no es un "juego
suma cero" sino, bien al contrario, que la única manera de que Ucrania
contribuya al fortalecimiento de Rusia es mediante su viabilidad como país y
como foco de prosperidad, nunca como un enfermo crónico y terminal y un
permanente foco de confrontación.
Esto sólo es posible en la práctica si se detiene a
Putin, ejerciendo la inmensa disparidad de poder real que existe entre el mundo
occidental y Rusia. El problema es de voluntad política tanto en Washington
como en los países grandes de Europa. Los ucranianos ni merecen menos ni están
dispuestos a ser una moneda de cambio (cabe recordar que en el referéndum sobre
la independencia de Rusia tras la caída de la Unión Soviética el pueblo
ucraniano votó “sí” en un 92,3%, con una participación del 84,18%).
…
"Vértigo en Ucrania
La destitución de Yanukóvich y las dudas sobre quién tiene el poder auguran días cruciales
El paisaje político de Ucrania está
sufriendo en las últimas horas cambios vertiginosos, impulsados por la fuerza
de la calle y desatados por el peor baño de sangre en la historia reciente de
Kiev. Los acontecimientos de esta caótica transformación significan el colapso
del régimen autoritario del presidente Víctor Yanukóvich y han convertido en
papel mojado el acuerdo alcanzado el viernes, con mediación de la UE, entre el
dictador y la oposición.
En una
sesión de alto voltaje emocional, y después de que los manifestantes se
adueñaran sin oposición del complejo presidencial, el Parlamento de Ucrania ha
decidido deponer a Yanukóvich y convocar elecciones presidenciales el 25 de
mayo. En la misma sesión, el Legislativo ha puesto en libertad a la líder
opositora y ex primera ministra Yulia Timoshenko. El Ejército asegura que no se
implicará en el conflicto político y Yanukóvich afirma, en declaraciones televisadas,
que no abandonará el país y que considera un golpe de Estado lo sucedido.
La vorágine parece escapar no solo
al control de las figuras opositoras supuestamente al frente de las protestas,
abucheadas tras el pacto del viernes. Los acontecimientos en Ucrania, escenario
de un duelo geopolítico entre Rusia y Occidente, van también mucho más deprisa
que la capacidad de las fuerzas exteriores para encauzarlos. La UE y
EE UU, pese a su vigoroso esfuerzo diplomático de última hora, se ven por
momentos tan sobrepasados como Vladímir Putin, a quien obviamente le resulta indigerible la idea del vecino país sumido en el caos. El espectro de una guerra civil, hacia la que Ucrania parecía encaminarse hace 48 horas, deja paso ahora, si no
prevalece el buen sentido, a la amenaza de una ruptura en dos de la ex
república soviética. Dirigentes de las regiones pro-rusas se reunían ayer de
urgencia para desafiar la legitimidad del Parlamento nacional. Que la secesión
no prospere dependerá decisivamente de la actitud del Kremlin frente a la mitad
del país que se identifica con su legado.
Hay muchos más interrogantes que
respuestas tranquilizadoras en el tobogán de Ucrania, donde a la espera de un
Gobierno provisional no manda efectivamente nadie. El reto inmediato, devolver
la paz y la estabilidad a un país al borde del enfrentamiento civil, es más
formidable en ausencia de estructuras institucionales consolidadas o de líderes
políticos no desacreditados por décadas de corrupción (incluida Timoshenko) y
con capacidad de convocatoria suficiente a escala nacional.
La reciente violencia asesina hace
más difícil un compromiso civilizado. Yanukóvich, representante de una cultura
política gansteril, al frente de un régimen corrompido y ensangrentado, parece amortizado.
Pero en el escenario ucranio, junto a la expresión admirable de un pueblo
decidido a no dejarse aplastar, han emergido fuerzas peligrosas,
ultranacionalistas y ultraderechistas, cuyo papel en los acontecimientos de
Kiev puede resultar determinante en el futuro inmediato.
(De “El País”, 23/02/2014)
…
Huido Yanukovych, que a su demostrada ineptitud ha
unido su cobarde fuga, la Verkhovna Rada (parlamento) ha “cocinado” a
conveniencia y, previo apoyo (¿y qué promesas?, me pregunto) de unos cuantos
miembros del partido soporte del sátrapa; ha descabalgado al presidente, cambiado
la ley penal y liberado a la presa Yulia Tymoshenko, a quien rápidamente han
presentado en la plaza “maidan” como icono de un triunfo que está todavía muy
lejos de consolidarse.
Para comenzar, está por ver cómo reaccionan las
regiones del este, rusófonas y pro-rusas hasta la médula, que podrían
protagonizar una rebelión contra los actuales nacionalistas, inspirados aquellos desde
el exilio por la pléyade de ministros y altos cargos huidos.
Mientras tanto, sin un gobierno estructurado, a falta
de organización y autoridad, mucho es de temer que poco a poco se vaya instaurando la anarquía,
porque el pueblo está sediento de venganza y deseoso de mejora, y, según va
descubriendo la opulencia en la que vivían los descabezados líderes, va incrementando
su indignación.
Por el momento, las visitas a la lujosísima residencia
de Yanukóvych, al norte de Kiev (a unos 15 kms.) han permitido descubrir cómo
ese sinvergüenza vivía cual emperador en una residencia que ocupa la mitad del
territorio del Principado de Mónaco; los coches carísimos, por valor de más de
ciento cincuenta mil euros; las bolsas de dólares abandonadas en los
aeropuertos; las sacas de oro a punto de ser robadas del banco nacional…
Y la policía, contrita por el papel que le tocó
desempeñar contra el pueblo, ha desaparecido, por lo que el principio de
autoridad está más que comprometido.
Ha aparecido Yulia Tymoshenko, cual hada madrina que
redimirá al pueblo, pero si se tienen en cuenta sus antecedentes, hay que dudar
muy mucho de que sea capaz de sofocar las ansias de poder y dinero de los
oligarcas que le apoyan, y que pueda contener sus impulsos autoritarios y
demoledores del poder ajeno.
Me pregunté en la anterior entrada si en Ucrania había "estallado la paz”. Ahora lo afirmo, porque tras la “tocata y fuga” del
sátrapa, todo se ha quedado patas arriba, y aún subyacen las amenazas de
división, las enormes carencias económicas, los abusos generalizados.
Y lo que es más grave: Hay vencedores y vencidos.
Si el mayor error de Yanukóvych, además de su autoritarismo,
fue hacer “leña del árbol caído”, encarcelando a Yulia, porque de “aquellos polvos
vienen estos lodos”, hay que temer que ahora estas buenas gentes del Maidán,
con sus tintes revolucionarios y nacionalistas, no siembren más vientos, porque
generarán tempestades.
Me escribe un amigo ucraniano, “pope” (sacerdote)
ortodoxo, que “ahora es cuando el buen Dios ha de trabajar muy de veras en
Ucrania”.
Si no fuera porque le considero un egoísta y cobarde,
me atrevería a vaticinar que de una u otra manera volverán “los” de Yanukóvich,
y ahí deberán entrar en juego los sensatos y los países que apoyan las
tendencias democráticas, especialmente USA y la Unión Europea, mediante ayudas
económicas.
¿Y se evitará la venganza?
Ahora, en verdad, en Ucrania “ha estallado” la paz…
“La
victoria es por naturaleza insolente y arrogante”.- Cicerón (106 AC-43 AC) Escritor, orador y
político romano.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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