14 abril 2010

A vueltas con Polonia: El "alma polaca"

"El alma es aquello por lo que vivimos, sentimos y pensamos".- Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.
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Los recientes, y tristes, acontecimientos que han afectado a Polonia, las noticias sobre la trágica muerte del Presidente de la República y su esposa, junto con un buen número de dirigentes políticos, me han llevado a refrescar mis recuerdos sobre esa nación del centro de Europa.
Solamente en tres ocasiones he visitado Polonia, y durante muy poco tiempo en cualquiera de ellas, pero me atrevo a decir que me percaté en mis visitas de bastante de lo esencial del "alma polaca”.
Comentaré en primer lugar que mis visitas a Polonia lo fueron conduciendo mi propio automóvil, lo que para mí constituye un buen sistema para apreciar con precisión y detalle las esencias de los pueblos, pues se contempla paisajes; se valora la manera de conducir de los nacionales; se comprueba el estado de las carreteras y las perspectivas de mejora; se comparte algo de la vida en los restaurantes y bares, al tiempo de solicitar comida, de pedir algún servicio, además de notar el comportamiento de los polacos con los extranjeros; se aprecia, en fin, la forma de control de la policía, etcétera.
En la primera ocasión que visité Polonia, a mediados de agosto del año 2.008, fui desde Ucrania, y por el sur de la nación, haciendo noche en Krakow; salí hacia la República Checa, llegando hasta Praga. Fue demasiado rápido viaje, y poco noté, excepto las delicias del “golonka” y la general amabilidad polaca.
Mi segunda estancia en Polonia fue el pasado agosto, y entré desde Alemania, por la autopista proviniente de Berlín (no recuerdo el nombre polaco de la frontera, ni es importante ahora) con el propósito de llegar hasta Varsovia.
Hallé en Polonia, nada más entrar, una carretera bien asfaltada, pero que atravesaba todas las poblaciones, con limitación de velocidad en éstas y bastantes semáforos, en cuya carretera, por mor de la lenta circulación, se formaban largas colas de automóviles.
Me sorprendió en principio que los conductores polacos apenas si hicieran adelantamientos, excepto en las zonas en que se permitía, y que respetaran absolutamente la limitación de velocidad (normalmente 90 km/h), hasta que me percaté que en todas las poblaciones había dos o más radares de control, y en varios lugares “estratégicos” la policía de carreteras “asomaba la nariz”. (Más tarde se me comentó que la policía de carreteras en Polonia no tiene contemplaciones y detiene e ingresa en prisión al infractor con tasa excesiva de alcohol)
No hallé al típico “nervioso”, al que se desespera de la lenta circulación, y adelanta por la derecha en cuanto puede, y comprobé que la flota automovilística había evolucionado hacia vehículos de gama media y alta, casi todos ellos de fabricación alemana.
Cuando por fin se alcanzaba la autopista (en el sur de Polonia había unos 300 kilómetros, hasta Lodz, y continuaba después en dirección a Krakow) la liberación de conducir a mayor velocidad - la limitación de ésta estaba en los 130 km/h- tampoco causaba incremento del tráfico, ni se veía gran cantidad de automóviles (el precio del peaje era razonable), y los que usaban esta super-vía no abusaban de la velocidad.
Llegué a Varsovia, localizando el hotel de destino gracias al navegador, aunque no hubiera sido demasiado complejo siguiendo las instrucciones que había reunido al efectuar la reserva, y fui atendido correctísimamente por una rubia y esbelta recepcionista que hablaba un fluido inglés, y a la que solamente faltaba una sonrisa… ¡Una pena!
Eso es lo que más eché de menos en el pueblo polaco, la sonrisa, ya que atiende con amabilidad, yo diría que hasta informa con sentido de responsabilidad, pero carece de ese rictus facial de amistad y benevolencia que implica la sonrisa.
Monumento memorial a los insurrectos de 1.944
El paseo por Varsovia permite descubrir que se trata de una ciudad casi nueva, en la que los pocos edificios y monumentos que datan de de siglos precedentes han sido reconstruidos a la fuerza. Se trata, en efecto, de una ciudad nueva, pero triste.
Me permití fijarme en las gentes de todo tipo con las que me fui encontrando en el tranvía, en el supermercado, en las tiendas, en las cafeterías, y en el centro de la ciudad nueva junto a la estación de ferrocarril y al palacio de la Cultura, tratando de imaginar aquellas ahora nuevas, anchas y bien trazadas avenidas, en los tiempos en que la barbarie nazi sojuzgaba la capital y el país (recordaba, por ejemplo, las escenas de la película “El pianista”, creo que de Roman Polanski) y eran en escombreras de los derruidos edificios que las bordeaban.Y experimenté una gran tristeza, recordando las atroces masacres de los nazis y los abusos posteriores de las tropas rojas de la URSS, más los muchos años de “sin vida” bajo el control de gobiernos comunistas títeres. ¡Cuánto debía de haber sufrido esta nación, y por ende, y especialmente, la capital, Varsovia!
¿Habrán podido las gentes olvidar tanta desgracia y tanta muerte? , me pregunté.
¿Habrá superado el pueblo polaco tanta desgracia sufrida a través de la historia?, pensé.
Porque en Polonia estuvieron los tártaros, los cosacos (liderados por Getman Khmelnitsky, el héroe de la vecina Ucrania), y los turcos, y los prusianos, hasta que los nazis primero y los bolcheviques más tarde concluyeron la opresión y la destrucción a raíz de la Segunda Gran Guerra. Y después, los terribles años del líder Gomulka, con el telón de acero…
Razones había de sobra para no mostrar alegría desbordante, para no aparecer las gentes exultantes y coloristas (a la española, me atrevería a decir), y no solamente por las desgracias, sino hasta por la mezcla de civilizaciones y culturas que se había producido a lo largo de la historia.
Paseando por Varsovia, una ciudad reconstruida, me sorprendí de los monumentos a los judíos sacrificados (un bosque de cruces emergentes en escorzo en una de las principales avenidas) y a los héroes de la insurrección de 1.944 contra los nazis (impresionantes esculturas que reflejan el patetismo del valor imposible frente a la potencia enemiga), y hasta la cultura que refieren los muros del moderno edificio del Tribunal Supremo de Justicia, en los que se insertan variados aforismos en latin sobre la justicia.
Los restos históricos de la ciudad vieja (Stare miasto) han sido reconstruidos –en la segunda Guerra Mundial poco quedó en pie— y así es interesante el antiguo Palacio Real, y lucen el palacio presidencial y la plaza del mercado, muy típica.
(Foto: Monumento-memorial del ghetto de Varsovia)
Del resto de Polonia destaca Krakow, una bella ciudad, repleta de monumentos y de iglesias, con una preciosa plaza que se dice es la mayor del mundo, y que, en contraste con Varsovia, ofrece mucho más cálida acogida al visitante. Se rezuma religiosidad (católica) por doquier. Por algo el Papa Juan Pablo II fue desde allí el líder espiritual en Polonia.
Pero lo que tal vez más me impresionó del “alma polaca” fue el sentido de la amistad y de la familia que trasluce por doquier. Tuve la suerte de ser invitado por los parientes de un amigo español, y en su casa todo fueron atenciones y delicadezas, tratando de componer una conversación en parte en polaco, en parte en ucraniano, en parte en ruso, en parte en inglés, pero que nos permitió entendernos hasta… que el vodka, “buen traductor” en general, corrió en exceso.
Traslució una nueva clase de gentes para Polonia, activa, laboriosa, dedicada a la familia, atenta a la evolución y afable con el visitante.
Así, con estas observaciones personales, comprendo perfectamente la reacción del pueblo polaco ante la desgracia que ha implicado el accidente aéreo de Smolensk. y la muerte de una buena parte de la cúpula dirigente.
Es como si todos a una se hubieran unido, superando divergencias ideológicas, culturales y políticas, para honrar a sus muertos, para acompañarse en el dolor y para alcanzar la unión que solamente los grandes acontecimientos con desgracia o adversidad propician. Como acontece en las familias cuando fallece alguno de sus miembros. Todo lo negativo se olvida, para apretujarse unos con los otros y vivir intensamente el dolor y la despedida...
En fin, con estas “vueltas sobre Polonia”, con este somero análisis del “alma polaca” quiero yo también aportar mi homenaje al sufrido pueblo del Vístula y del Oder, del mar Báltico y de la Llanura Sarmática, de los Cárpatos y de los Beskides, de los Sudetes.
Seguro estoy de que Polonia será desde ahora un ejemplo de entereza frente a la adversidad y de superación de diferencias en los momentos difíciles.
¡God bless Polland!
"Cuando un hombre bueno está herido, todo el que se considere bueno debe sufrir con él".- Eurípides de Salamina (485 AC-406 AC) Poeta trágico griego
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

1 comentario:

  1. He leido el reportaje de tus cortas viajes a Polonia y tengo que constatar que estoy totalmente de acuerdo con tu punto de vista. No obstante creo que como una Nación tan quejica y negativa en sus respuestas a la preguna día-día "Como estás? deberíamos aprender aprovechar más las alegrías de la vida. Hablo de mi y de mis copatriotas. Es cuando vivimos fuera de Polonia (p.e. más en España que en Alemania que esos tampoco se pasan con las risas) nos damos cuenta que somos unos tristones y más que realistas somos pesimistas. En Polonia se vive demasaido con la historia y de la historia. Terminando...espero que pronto tengas otra oportunidad de ver a Polonia y a conocer a más polacos. Espero también que esta vez no nos falten las SONRISAS :) Que ya nos vale ir de luto! Carpe diem!

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