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(Bandera y coat of arms de Ucrania)
“El líder del Partido de las Regiones, el prorruso Viktor Yanukovich, se 'enroca' para defender su ajustada victoria en las presidenciales, arropado por cientos de partidarios que a estas horas se concentran a las puertas de la Comisión Electoral Central.
Con el 94,33% de los votos escrutados, Yanukovich acapara un 48,29% de los votos frente al 46,08% de su aguerrida rival, la primera ministra Yulia Timoshenko, que denuncia irregularidades y no parece dispuesta a aceptar una derrota por la mínima.
A medida que el escrutinio toca a su fin, el margen se reduce, pasando del 10% que alcanzó en los primeros compases a casi un 2%, lo que ensancha las posibilidades de que Timoshenko conteste el resultado en los tribunales o en las calles, como ya hizo en 2004, cuando la Revolución Naranja forzó la repetición de los comicios.
Anoche, Yanukovich se atribuyó la victoria, se felicitó por una victoria "largamente esperada" y animó a su rival a aceptar la derrota y dejar la Jefatura del Gobierno. El hecho de que hiciera su declaración en ruso fue sintomático de su deseo de acercarse a Rusia tras cinco años de gestión 'naranja' que Moscú tacha de "antirrusa".
Por su parte, Timoshenko se dijo dispuesta a "luchar por cada voto" y rechazó sacar conclusiones sólo a partir de los sondeos de a pie de urna, que concedían todos la victoria a su rival por un margen de entre un 3% y 6%. Su equipo de campaña dice haber detectado "fraude masivo", mientras se espera hoy el veredicto de los observadores internacionales”
(De “El Mundo”, 8/03/2010)
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Demasiado tiempo llevaba Ucrania sin protagonizar las primeras páginas de los periódicos y de las emisiones de radio y televisión, y ahora, con motivo de las elecciones a Presidente de la República, ha vuelto a la “palestra”.
Ya sería noticia la publicación de los resultados de las elecciones, pero en esta ocasión, la nueva publicada presenta más de un punto interesante.
En primer lugar, la segunda vuelta de las elecciones presidenciales ha supuesto un nuevo enfrentamiento en la cumbre entre viejos rivales --¿enemigos?-: el rotundamente pro-ruso Viktor Yanukovich, y la aparentemente pro-occidental y nacionalista ucraniana, Yulia Tymoshenko.
Se ha tratado de dos viejos rivales –casi típicos-- en la reciente “democracia” (¿?) ucraniana, pues no puede olvidarse aquel evento nunca correctamente explicado de la mal llamada “revolución naranja”, que significó hace algunos años el enfrentamiento entre las dos facciones, los dos estilos de vida, que imperan en Ucrania: el pro-ruso de las regiones orientales, las más ricas, de Lugansk, Kharkhiv, Donetsk, Crimea, Zaporizhya, Kherson; y el pro-europeismo y pro-nacionalismo ucraniano de las regiones occidentales, como Lviv, Ivano-Frankivsk, Ternopil, Vynitsya, Chernytchy, Zhytomir…
Los pro-rusos, los ricos, liderados por Yanukovich, el antiguo delfín del nefasto y corrupto presidente de Ucrania que fue Leonid Kuchma; y los pro-occidentales, los menos ricos, liderados por Yulia Tymoshenko.
(Foto: Protestas durante la "revolución naranja")
Con el 94,33% de los votos escrutados, Yanukovich acapara un 48,29% de los votos frente al 46,08% de su aguerrida rival, la primera ministra Yulia Timoshenko, que denuncia irregularidades y no parece dispuesta a aceptar una derrota por la mínima.
A medida que el escrutinio toca a su fin, el margen se reduce, pasando del 10% que alcanzó en los primeros compases a casi un 2%, lo que ensancha las posibilidades de que Timoshenko conteste el resultado en los tribunales o en las calles, como ya hizo en 2004, cuando la Revolución Naranja forzó la repetición de los comicios.
Anoche, Yanukovich se atribuyó la victoria, se felicitó por una victoria "largamente esperada" y animó a su rival a aceptar la derrota y dejar la Jefatura del Gobierno. El hecho de que hiciera su declaración en ruso fue sintomático de su deseo de acercarse a Rusia tras cinco años de gestión 'naranja' que Moscú tacha de "antirrusa".
Por su parte, Timoshenko se dijo dispuesta a "luchar por cada voto" y rechazó sacar conclusiones sólo a partir de los sondeos de a pie de urna, que concedían todos la victoria a su rival por un margen de entre un 3% y 6%. Su equipo de campaña dice haber detectado "fraude masivo", mientras se espera hoy el veredicto de los observadores internacionales”
(De “El Mundo”, 8/03/2010)
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Demasiado tiempo llevaba Ucrania sin protagonizar las primeras páginas de los periódicos y de las emisiones de radio y televisión, y ahora, con motivo de las elecciones a Presidente de la República, ha vuelto a la “palestra”.
Ya sería noticia la publicación de los resultados de las elecciones, pero en esta ocasión, la nueva publicada presenta más de un punto interesante.
En primer lugar, la segunda vuelta de las elecciones presidenciales ha supuesto un nuevo enfrentamiento en la cumbre entre viejos rivales --¿enemigos?-: el rotundamente pro-ruso Viktor Yanukovich, y la aparentemente pro-occidental y nacionalista ucraniana, Yulia Tymoshenko.
Se ha tratado de dos viejos rivales –casi típicos-- en la reciente “democracia” (¿?) ucraniana, pues no puede olvidarse aquel evento nunca correctamente explicado de la mal llamada “revolución naranja”, que significó hace algunos años el enfrentamiento entre las dos facciones, los dos estilos de vida, que imperan en Ucrania: el pro-ruso de las regiones orientales, las más ricas, de Lugansk, Kharkhiv, Donetsk, Crimea, Zaporizhya, Kherson; y el pro-europeismo y pro-nacionalismo ucraniano de las regiones occidentales, como Lviv, Ivano-Frankivsk, Ternopil, Vynitsya, Chernytchy, Zhytomir…
Los pro-rusos, los ricos, liderados por Yanukovich, el antiguo delfín del nefasto y corrupto presidente de Ucrania que fue Leonid Kuchma; y los pro-occidentales, los menos ricos, liderados por Yulia Tymoshenko.
(Foto: Protestas durante la "revolución naranja")
En medio de ellos, Víktor Yúschenko, el Presidente actual, blando, poco populista, demasiado perfecto para el liderazgo de una nación con incipiente democracia, abroquelado en su cargo, con pocas atribuciones, y ferozmente enfrentado con su antigua coaligada y “musa” de la “revolución naranja”, la intratable, histérica y ambiciosa Yúlia.
Los resultados que ahora se han producido parecen lógicos, en una nación que está partida en dos, en economía, en ideas, en lenguaje.
Por una parte, la división de fuerzas en lo que fue aquella coalición naranja, nunca consolidada, en la que Yulia siempre fue la díscola y ambiciosa, y Yúschenko trató de imponer cordura y prudencia, como si se tratase de un país occidental con tradición política consolidada, desde una presidencia casi vacía de poder; por la otra parte, la clase económicamente poderosa, fortalecida en mil clanes y mafias al amparo de su dinero, que ha deseado siempre volver a aquellos tiempos de Kuchma, en los que el medraje y la corrupción mafiosa generaban poder y pingües beneficios económicos.
Me precio de conocer muy bien Ucrania, sigo con interés cualquier noticia de allí proviniente y mantengo contactos directos con muchos ucranianos que viven allí, en diversas regiones, y aquí en España, y por eso creo que con motivo de estas elecciones presidenciales se va a consumar el tema de” las dos Ucranias”.
(Foto. Plaza de la independencia o "Maydan Nezalechsnosty", en Kiev)
Los resultados que ahora se han producido parecen lógicos, en una nación que está partida en dos, en economía, en ideas, en lenguaje.
Por una parte, la división de fuerzas en lo que fue aquella coalición naranja, nunca consolidada, en la que Yulia siempre fue la díscola y ambiciosa, y Yúschenko trató de imponer cordura y prudencia, como si se tratase de un país occidental con tradición política consolidada, desde una presidencia casi vacía de poder; por la otra parte, la clase económicamente poderosa, fortalecida en mil clanes y mafias al amparo de su dinero, que ha deseado siempre volver a aquellos tiempos de Kuchma, en los que el medraje y la corrupción mafiosa generaban poder y pingües beneficios económicos.
Me precio de conocer muy bien Ucrania, sigo con interés cualquier noticia de allí proviniente y mantengo contactos directos con muchos ucranianos que viven allí, en diversas regiones, y aquí en España, y por eso creo que con motivo de estas elecciones presidenciales se va a consumar el tema de” las dos Ucranias”.
(Foto. Plaza de la independencia o "Maydan Nezalechsnosty", en Kiev)
Ese seccionamiento del país no parece bueno en principio, pero asemeja imposible de evitar, porque en realidad media nación habla ruso, tiene costumbres rusas y mentalidad rusa, y aunque se tuvo ilusión en una nueva nación que superara antiguas dependencias, la gente se ha visto defraudada, bajo la manipulación de la vecina nación rusa, por el enfrentamiento entre los líderes pro occidentales, los ex de la descolorida “revolución naranja”.
Así pues, me parece que a partir de ahora van a producirse cambios transcendentales en la amada Ucrania, que no se reflejarán precisamente en su pro-europeismo occidentalista.
(Foto: Dnipropetrovsk)
Así pues, me parece que a partir de ahora van a producirse cambios transcendentales en la amada Ucrania, que no se reflejarán precisamente en su pro-europeismo occidentalista.
(Foto: Dnipropetrovsk)
He discutido mucho con mis amigos ucranianos sobre la posible integración de su país en la Unión Europea, y no he podido convencerles de que ni la UE podía hacer más por atraer a Ucrania, ni ésta podía hacer menos méritos por acercarse a Europa.
Una economía de mercado casi inexistente; una oligarquía cada vez más ambiciosa y dominante; un “dame porque merezco”, aunque sin efectuar esfuerzo alguno de democratización.
Era misión imposible (“mysya nebashmoshna”, dicho en ruso) y como tal ha resultado.
Creo que Ucrania va a escorarse necesariamente hacia el gran dominador ruso (realmente, la historia de Ucrania ha estado casi siempre dependiendo de la “gran madre”) y de ahí puede resultar un cierto cambio en el equilibrio estratégico, político y económico de Europa.
Una economía de mercado casi inexistente; una oligarquía cada vez más ambiciosa y dominante; un “dame porque merezco”, aunque sin efectuar esfuerzo alguno de democratización.
Era misión imposible (“mysya nebashmoshna”, dicho en ruso) y como tal ha resultado.
Creo que Ucrania va a escorarse necesariamente hacia el gran dominador ruso (realmente, la historia de Ucrania ha estado casi siempre dependiendo de la “gran madre”) y de ahí puede resultar un cierto cambio en el equilibrio estratégico, político y económico de Europa.
(Foto: Lviv)
No puede olvidarse que el “largo brazo” del poderosísimo Vladimyr Putin (ahora primer ministro ruso, pero realmente el “amo” de Rusia, con métodos de la ex KGB) va a ir menguando ansias pro-occidentales en su entorno. Y los “satélites” como el –al parecer— electo presidente de Ucrania, Yanukóvich, serán gustosos “instrumentos”.
Da pena, sí, “lo que pudo haber sido y no fue”, aquella utópica “revolución naranja” que pareció llevar a Ucrania hacia mayor democracia, pero que solamente ha contribuido a un mayor desengaño entre la juventud (demasiado viciada con los usos occidentales y capitalistas hacia el bienestar material que les estaba vedado). Pero el cambio y la evolución hacia modernidades políticas se han demostrado dificultosos y faltos de liderazgos capaces.
A esa frustración del anquilosamiento que se anuncia, se une la decepción que causa la inmadurez de una nación que tradicionalmente ha forzado a emigrar a una gran parte de su ciudadanía (la diáspora ucraniana es muy importante y se localiza en los cinco continentes) y que, por lo que parece, va a seguir propiciando la desgracia de quienes no han podido casi nunca librarse del yugo del autoritarismo.
Es muy sufrido el pueblo ucraniano, sí, pero porque ha tenido que padecer mucho.
¡Y lo que le falta!
Un día de estos, alguno de mis amigos ucranianos habrá de reconocerme que, como ya escribió el clásico español Calderón de la Barca:
No puede olvidarse que el “largo brazo” del poderosísimo Vladimyr Putin (ahora primer ministro ruso, pero realmente el “amo” de Rusia, con métodos de la ex KGB) va a ir menguando ansias pro-occidentales en su entorno. Y los “satélites” como el –al parecer— electo presidente de Ucrania, Yanukóvich, serán gustosos “instrumentos”.
Da pena, sí, “lo que pudo haber sido y no fue”, aquella utópica “revolución naranja” que pareció llevar a Ucrania hacia mayor democracia, pero que solamente ha contribuido a un mayor desengaño entre la juventud (demasiado viciada con los usos occidentales y capitalistas hacia el bienestar material que les estaba vedado). Pero el cambio y la evolución hacia modernidades políticas se han demostrado dificultosos y faltos de liderazgos capaces.
A esa frustración del anquilosamiento que se anuncia, se une la decepción que causa la inmadurez de una nación que tradicionalmente ha forzado a emigrar a una gran parte de su ciudadanía (la diáspora ucraniana es muy importante y se localiza en los cinco continentes) y que, por lo que parece, va a seguir propiciando la desgracia de quienes no han podido casi nunca librarse del yugo del autoritarismo.
Es muy sufrido el pueblo ucraniano, sí, pero porque ha tenido que padecer mucho.
¡Y lo que le falta!
Un día de estos, alguno de mis amigos ucranianos habrá de reconocerme que, como ya escribió el clásico español Calderón de la Barca:
“Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son”
¡Ucrania había soñado!
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“Hasta en las democracias más puras, como los Estados Unidos y Suiza, una minoría privilegiada detenta el poder contra la mayoría esclavizada”.- Mihayl Bakunin (1814-1876) Revolucionario ruso.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Cuanta verdad en sus dichos y cuanta tristeza por nuestra amada patria! Nuestros padres y abuelos lucharon para verla unida y libre, pero ahora el camino parece distanciarse. Me parece que todavia no podemos darnos cuenta de lo que vendra. CRISTINA SEREDIAK
ResponderEliminarCierto, Cristina, que no son buenos tiempos para Ucrania. Pero su nación, tan sufrida, tan maltratada, siempre sabrá extraer su raíz de laboriosidad y paciencia, para lograr por fin su propia identidad y su autogobierno.
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