05 marzo 2008

¿Hacia una nueva cosecha naranja? ¿Dulce, agridulce o ácida?

Querido amigo Igor:
Cuando escribo estas líneas aún no se ha publicado el final del escrutinio de las elecciones del pasado domingo, al 100%.
Por tanto doy mi opinión conociendo (16’52 hora ucraniana) el 97’45 % del voto contado, según el Comité Electoral Central.
Pienso que casi nada va a cambiar la tabla de resultados, salvo en el caso de que el Partido Socialista (ahora, con el 2’9% de los votos) supere la barrera del 3% y arañe algunos escaños, que normalmente disminuirán algo los de los otros partidos cabeceros.
Adelanto que los resultados me han sorprendido un poco, especialmente por dos razones:
a) El Partido de las Regiones, de Yanukovich, queda estabilizado, sin avanzar, pese a haber ostentado el Gobierno de la nación durante un año o más.
Ha quedado muy circunscrito a las zonas del Este, principalmente ruso parlantes.
En una palabra, le ha faltado “glamour”, encanto.
b) El Bloque de Yulia Tymoshenko ha experimentado un incremento de casi diez puntos, en detrimento del Partido de las Regiones y del Partido Socialista.
Ha obtenido muchos votos en el centro e inclusive en el Oeste de Ucrania, ya que ha superado al Partido Nuestra Ucrania (fundado por Yuschenko) en todas las provincias u oblast excepto en Zakarpatya.
Se ha demostrado que el populismo, rayando en la demagogia, es útil en Ucrania, porque el pueblo busca ilusiones y detesta las promesas rotas.
No me ha sorprendido nada, antes al contrario podía esperarse, que el Partido Socialista haya sido barrido del mapa político.
Su líder, Moroz, apoyó en su día la “revolución naranja” y después buscó la poltrona de la presidencia de la Verkhovna Rada, rompiendo su pacto con Tymoshenko y Yuschenko.
Y el pueblo ucraniano, siempre nostálgico de “lo que pudo haber sido y no fue la Revolución Naranja”, aplicó sabiamente la sentencia del líder de Roma, cuando dijo que “Roma no paga a los traidores”.
Se me dirá que nada comento sobre el partido de Yúschenko, y la verdad es que poco cabe decir, excepto que se ha mantenido más o menos, pero se ha echado a faltar que su líder tapado, el Presidente Yúschenko, saltara a la arena política, lo que no podía hacer desde que se auto-neutralizó aceptando una Presidencia de la Nación muy mermada de poderes.
Pese a todo, la no desaparición, electoralmente hablando, de “Nasha Ukraina”, de Yuschenko, inclusive su positivo mantenimiento, evidencia que todavía un sector importante de la población reconoce los valores que imprimió e imprime indirectamente quien fue el sereno aglutinante de la Revolución Naranja.
¿Y ahora qué?
Pues exceptuando alguna anulación importante de votos, que no parece probable (de hecho los observadores de la OSCE dan por correcto el proceso electoral), el mapa político de Ucrania, especialmente en el ámbito gubernamental, va a dar un vuelco.
Pese lo que pese a Yúschenko, éste no va a tener más remedio que designar Primer Ministro a Yulia Tymoshenko, para que gobierne con el soporte de “Nasha Ukraina”.
“Nunca segundas partes fueron buenas”, reza el refrán.
Y mucho me temo que pueda reeditarse el desencuentro que tiempo atrás forzó al Presidente a cesar a la Tymoshenko, porque lo que entonces propició la ruptura dudo haya desaparecido, especialmente cuando la populista Yulia aspira a ser Primer Ministro para catapultarse a la Presidencia de la República en las próximas elecciones presidenciales, desbancando así a su ex socio.
¿Qué hará Yanukovich?
Primeramente, despotricar contra la segunda coalición naranja, invocando que su partido –el de las Regiones— fue el más votado, y que la coalición en su contra es un fraude para el pueblo (Inaceptable argumento, cuando fue capaz de asociarse con el traidor y desertor Moroz).
No lo veo claro… sinceramente.
Y desde luego, el optimismo que pueda suscitar el “color naranja” del posible próximo gobierno, creo que puede a medio plazo en convertirse en agridulce sabor naranja: el de una nueva discordia.
Si ello es así, deberá ser el pueblo ucraniano quien deba buscar otros líderes, porque los tres cabezas actuales habrán demostrado que no buscan el bien del país, sino el suyo propio, o lo que es más grave, que no son capaces de pactar, cohabitar, entenderse...para una auténtica transición a la democracia.
Color naranja, sí, pero que sea de veras…
Un abrazo, desde la tierra de las naranjas…
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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