26 noviembre 2015

El terrorismo de las armas y de las ideas. Reflexiones que propicia el profesor José Ignacio Torreblanca

(Por José Ignacio Torreblanca en “Café Steiner” 26/11/2015)
Se habla de las “causas últimas” del terrorismo yihadista, un confuso magma en el que se mezcla la marginación que sufren los jóvenes de origen norteafricano con los distintos modelos de integración de minorías. Algunos se alarman cuando la conversación se desliza por esos derroteros pues temen que haya una delgada línea entre intentar explicar el fenómeno de la radicalización de esos jóvenes, en gran número europeos, que se han venido sumando al Estado Islámico, y
una eventual justificación de la barbarie terrorista.
Es esta, sin embargo, una crítica injusta e infundada: si queremos ser eficaces en la lucha contra el terrorismo debemos entender el fenómeno en toda su complejidad. Pero ese es precisamente el problema: que la complejidad del fenómeno hace imposible reducirlo a una sola causa que nos permita erradicar el problema de forma certera, rápida y definitiva. Porque en el terrorismo yihadista, además de los elementos mencionados, influyen muchos otros: desde los legados coloniales hasta las divisiones entre chiíes y suníes, la invasión soviética de Afganistán, la guerra de Irak, el papel de Irán y Turquía o el patrocinio
por parte de las monarquías del Golfo Pérsico de una visión intransigente del islam, entre otras. La violencia tiene, además, elementos epidémicos pues genera dinámicas que se autoalimentan.
Por tanto, aunque dediquemos mucho esfuerzo a entender y atajar esas causas, los resultados, de lograrse, tardarán décadas en verse. Pensemos que han sido necesarios casi 40 años de democracia para que la violencia terrorista de ETA llegara a su fin, y aun así la organización no se ha disuelto todavía formalmente. Y la magnitud del desafío yihadista supera en cientos de órdenes al terrorismo de ETA
en cuanto a fanatismo, perversión ideológica, ambiciones y nivel de violencia. Con el Estado Islámico no va a haber una negociación ni un proceso de paz. Pero si la presión exterior lo debilita lo suficiente para que pierda atractivo y con ello capacidad de reclutamiento, entonces en las comunidades donde está asentado podrán surgir alternativas que lo desplacen o expulsen. Por eso, tan importante como luchar contra las causas es luchar eficazmente contra las consecuencias.(Publicado en la edición impresa del Diario EL PAÍS el miércoles 25 de noviembre de 2015)"
Gran problema el del terrorismo y mayor incógnita la de sus orígenes en cada momento y sus derivaciones.
No más lejos que el pasado día 23 de noviembre,  asistí una vez más, y con sumo placer, a la ponencia del Profesor Torreblanca, en el Seminario ETNOR (Ética de los Negocios y las Organizaciones) que con tanto acierto dirige esa filósofa eminente que es la doctora Adela Cortina, Catedrática de Ética de la Universidad de Valencia.
Lo menos importante, por así decirlo,  era
el tema de la ponencia, referido al debate sobre las nuevas vías de vida democrática, y lo principal fue la finura de análisis que el profesor Torreblanca desplegó examinando la realidad política española, sin olvidar el reflejo de la política de convivencia y seguridad en Europa.
Viene como anillo al dedo (el castizo diría “como pedrada en ojo de boticario”) el comentario que se recoge del blog de José Ignacio Torreblanca, para pensar un poco sobre el terrorismo, no solamente el de ETA; no solamente el islámico;  sino el “terrorismo” impropio, pues me permito denominar así el de esos próceres iluminados que creen “descubrir el mediterráneo”, desvelar nuevos panoramas, con propuestas políticas que ni son ni están…
Porque “terrorismo impropio”, por llamarlo de alguna manera, es abroquelarse en el
empecinamiento de una independencia imposible bajo todos los conceptos, como pretenden Mas –terrorista de instituciones— y su corte de “adoradores” en Cataluña; y el mismo “terrorismo impropio” es el de aquellos que, al socaire de la llamada “memoria histórica”, no hacen sino dar rienda suelta al revanchismo ocultador de su cortedad de miras, queriendo o cambiar de nombre todas las calles, o romper todo lo anteriormente construido, o, en fin, hacer algo “en contra de todo”.
Ahí están, además del “noi” Mas, los CUP, los Compromís, los Bloc, los P(j)odemos, los JuntspelSí, los Mareas galleguistas, y toda esa serie de iluminados “demócratas” de pacotilla, que a estas alturas de la vida política tratan de demostrar la cuadratura del círculo.
No se trata de que por mi parte se vitupere a quienes están tratando de introducir en la vida política y ciudadana nuevos fórmulas y criterios. Que la democracia está para eso. Pero siempre dentro de un orden: el de la cordura y la coherencia, el del respeto a la ley, que es la esencia de la democracia.
Se trata de que al menos impere en la vida diaria (de ella emana la política) una seria reflexión sobre el terrorismo de las armas y el terrorismo de las ideas, que probablemente es mucho peor.
Mientras tanto, sigamos los criterios que insinúa el profesor Torreblanca y pensemos en las consecuencias de cada acción y de cada renuncia.
Si logramos alcanzar una recta conclusión y la transmitimos a nuestro entorno habremos contribuido sin duda a neutralizar algo, bastante, el terrorismo, porque habremos atenuado o suprimido sus causas.
Mientras tanto, que la cordura imponga la ley, y ésta erradique tanta sinrazón física, armamentística, racial e ideológica.

"Nadie puede aterrorizar a toda una nación, a menos que todos nosotros seamos sus cómplices" Edward R. Murrow (1908-1965) Comentarista y reportero estadounidense.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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