11 junio 2014

España está cambiando de Rey: Y algunos exigen la imposible “piedra filosofal”

“SOLO EL 5% VOTÓ CONTRA LA DECISIÓN DEL REY
La soberanía nacional, que reside en el pueblo español, fue secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor tras la guerra incivil. En 1978, al firmar la Constitución, el Rey Juan Carlos I devolvió la soberanía nacional al pueblo, tal y como su padre Juan III defendió como objetivo sustancial de la Monarquía parlamentaria frente a la dictadura de Franco.

El Congreso de los Diputados acaba de aprobar con solo un 5% de votos negativos la decisión del Rey de abdicar en su hijo, el futuro Felipe VI. El 87% votó a favor y el resto se abstuvo.

Es decir, el Rey ha conseguido el respaldo ciertamente abrumador del 86% de quienes representan la soberanía nacional, a pesar de que en los últimos días la extrema izquierda ha multiplicado sus campañas coactivas y sus manifestaciones callejeras.

Nadie puede poner en duda la legitimidad democrática del Parlamento español. El Congreso y el Senado derivan de la voluntad general libremente expresada por el pueblo español. El resultado de la votación en torno a una generosísima decisión del Rey Juan Carlos, la
de abdicar, ha sido inequívoco, incluso abrumador. El pueblo ha hablado, respaldando, con intervenciones acertadas de Rajoy, Rubalcaba y Rosa Díez, la Constitución de 1978.

De lo que se trata ahora es de mirar hacia adelante. Hacerlo hacia atrás, como la mujer de Lot, sería convertirse en estatua de sal. Felipe VI tiene la obligación de apoyar, respaldar y contribuir a que los Gobiernos derivados de la voluntad popular reconduzcan el futuro de España hacia lo que desean las nuevas generaciones, sin olvidar todo lo que se consiguió en el ejercicio de las libertades durante el reinado de su padre Juan Carlos I.

(Luis María ANSON, de la Real Academia Española, en “El País”, 11/06/2014)


Las cifras ahogan la oposición al Rey

(Alberto López Marín. “El País”, 11-06-2014)

Miércoles histórico en el Congreso, aunque en menor medida que el ya cercano 19 de junio. Debate y votación del proyecto de ley que regula la abdicación del Rey, trámite obligado para el relevo en la Corona y que se ha saldado con mayor discusión que dificultades para sacarlo adelante. Y la discusión ha sido relativa, al estar los dos grandes grupos de acuerdo en lo esencial.

La miga se hallaba si acaso en los matices, no pequeños en las intervenciones de Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. El segundo ha aprovechado para insistir en la urgencia de una reforma constitucional. A juicio del maltrecho líder del Partido Socialista, Felipe VI ha de significar un "relevo generacional", pero no sólo eso, sino que ha de abrirse un "tiempo de diálogo" para abordar las transformaciones que, a su parecer, exigen los españoles. 
A la espera de sorpresas o de que Carme Chacón no haya dicho aún la última palabra, Ferraz también vivirá su particular relevo generacional, en vista de que los destacados descartes de cara a las primarias, Patxi López primero y Susana Díaz, después, dejan en cabeza de todas las apuestas a Pedro Sánchez, de 42 años, y sobre todo a Eduardo Madina, de 38. Del próximo secretario general del PSOE dependerá, entre otras, la discusión interna de la cuestión
monárquica, sobre la que Sánchez y el republicano confeso Madina se han mantenido fieles a la disciplina de voto.

El tercer apoyo importante a la determinación de don Juan Carlos, no tanto por número de diputados como por el relieve de su portavoz, ha sido el de Unión, Progreso y Democracia (UPyD). Pese al respaldo, Rosa Díez se ha expresado crítica y ha equilibrado en su ponencia los "aciertos y los errores", las "luces y las sombras" de la figura del Rey, a quien ha recordado, como a su hijo, que el Parlamento no le concede un "cheque en blanco" sino un camino "sin privilegios ni corruptelas".

CiU y PNV se han abstenido. Josep Antoni Duran i Lleida quiere que Felipe VI sea sensible a las exigencias de Cataluña y le permita llevar a cabo sus aspiraciones, sean cuales sean estas. Para Aitor Esteban, del Grupo Vasco, lo que este miércoles se votaba era la pertinencia o no del sucesor y hasta del modelo de país actual. Ha asegurado no poder votar 'sí' porque no conoce los planes del todavía Príncipe. Cree que este debe ganarse el trono y convencer a los poderes públicos y a los ciudadanos de su utilidad antes de alzarse a la Jefatura del Estado.

La Izquierda Plural ha batallado contra un gigante inquebrantable como era el bloque PP-PSOE. Lo ha hecho con discurso y también con la enseña republicana en la solapa o con unas pancartas de 'Referéndum ya' que Jesús Posada no ha tardado en mandar retirar de la bancada. "Monarquía fuera. Viva Euskal Herria libre y republicana", ha gritado desde el estrado e ikurriña en mano Sabido Cuadra, de Amaiur, proclama que han respondido desde escaños del PP con sonoros "¡fuera!"

Por lo demás, una sesión parlamentaria extraordinaria con tintes ordinarios, un trámite que se ha salvado según lo previsto por los promotores y en el que la discrepancia, abundante, ha tenido tiempo y voz y también voto, pero era en esto último, lo fundamental, donde menos podía hacer. Las europeas amenazan con nuevas configuraciones en el futuro, pero la presente, a dos años de las generales y no se sabe a cuántos ni con qué resultado del replanteamiento del PSOE, significa cerca de un 90 por ciento de respaldo a la proclamación de Felipe VI y a la continuidad de la Monarquía. No era día de "subrayar diferencias", ha sostenido Rajoy, y en el estricto terreno de lo numérico así ha sido”

(De “El País”, 11/06/2014)


Nunca he sido ni me he proclamado monárquico (ni me atrevo a definir en qué consiste eso), ni menos me he sentido republicano, probablemente porque me tocó vivir la época de los 40 a los 70, en la que, primero, pensar en política estaba prohibido; después, perseguido; y finalmente aborrecido. Y porque la historia demuestra que “si se sale de Guatemala se llega a Guatepeor”

Así que cuando se nombró Príncipe de España, y sucesor a título de Rey al hoy abdicado, Juan Carlos, recuerdo que me sentí entre indiferente y extrañado de una maniobra que, poco “francamente” comprensible, parecía cuanto menos extraña.

Después se murió Franco y Juan Carlos se convirtió en Rey, e inflamó en poco tiempo los ánimos patrióticos de todos los españoles, que vieron en él, no sin razón, un gran impulsor de la democratización de la vida española, aunque ésta era la única solución para evitar una nueva agria contienda entre los inquietos e iconoclastas socialistas y
los necesitados de vida pública que eran los comunistas.

Así se realizó la transición de España hacia la democracia, en la que felizmente se fueron sucediendo gobiernos de uno y otro signo, la vida política fue evolucionando, la economía mejoró hasta límites insospechados de bienestar, y el Rey se sintió revestido de la aureola de inviolabilidad, no ya legal –que aún la conserva al presente— sino social.

Y ahí se equivocó…

A los dimes y diretes de sus muchas aventuras e hijos supuestos o presumidos (¿quién no tiene uno o varios deslices, máxime siendo Borbón, que “de casta le viene al galgo”…?), se sumaron sus viajes al “no se sabe dónde”, cuernos de por medio, y siempre aparecía alguna mujer sabrosona…

Y así, superada la adolescencia democrática, las nuevas generaciones españolas comenzaron a cansarse de tanta escandalizadora “belle vie” de quien cobraba del presupuesto nacional, y poco a poco, en paralelo a su condición física, menguó la salud popular del Rey, hasta que, hasta abandonado –se dice— por la Reina, no le quedó más remedio que abdicar.

Confieso que la abdicación juancarlista me supuso en el fuero íntimo un alivio, porque a esa figura casi de cartón piedra, o inflada, del monarca, se unía una cada vez mayor reacción iconoclasta –“romper por romper”— de unos supuestos movimientos reivindicativos, simplemente destructores.

Por eso, anunciada la abdicación, y propiciada la sucesión por el Príncipe Felipe, todo parecía normal.

Pero no.

Los “cantamañanas” de los catalanes, que ya no saben qué hacer para llamar la atención en su marcha hacia el abismo destructor, dicen que se sienten marginados, cuando son ellos mismos los que con más doblez y mentira que el mayor mentiroso compulsivo, inventan una trapacería tras otra para justificar su posición esquizofrénica de separarse de España.

Y los aparentemente dignos, los  izquierdosos comunistas, infectados  de la hiel que ellos mismos generan al no conseguir “calar” en el tejido social, votan en contra cuando solamente han de aceptar o no una abdicación real, y llegan a introducir una espurea exigencia de referéndum sobre monarquía o democracia (contraponiendo dos conceptos que no tienen por qué ser opuestos). Además de que sibilinamente acogen a esos del “podemos”, a quienes yo cambiaría la “p” por la “j”, a no ser porque me contengo en las expresiones chabacanas…

La solución rayana en la sinrazón la dan los nacionalistas vascos, que, desde su esencia de democracia derechista, tontean a lo tibio con los independentistas, para ver si así se mantienen al nivel de sus colegas, los “nois” de Cataluña…

No hay que extrañarse.

Ya llevamos treinta y siete años de democracia y de reinado –extinguiéndose— de un Rey que, aunque sus descendientes no regios repartidos por el mundo puedan opinar lo contrario, no lo ha hecho del todo mal, porque al menos ha cobijado la posibilidad de que yo escriba libremente este comentario y de que los lectores lleguen a él.

Así que votar en contra de la ley que reconoce la abdicación del Rey Juan Carlos viene a ser lo mismo que “oponerse a todo” cuando no se sabe ni a qué se formula oposición.

¡Y además el voto en contra es solamente de un 5% del Parlamento!

¡Pues estamos buenos!

¿Y aún hará caso la prensa?

¿Y aún argumentarán algo los “p(j)odemos”?

Pues…que venga quien haya de venir…y si es Felipe VI, que es lo que toca…que saque la muleta para torear este burel de la vida política española.
Que para que se vaya o tirarle tiempo habrá ¡caramba!

Para cambiar reyes ya tenemos a los egregios inconformistas, protestando por todo, sin proponer nada constructivo. Aunque mucho me temo que en cuanto "pisen moqueta" se harán partidarios del poder continuado...

“Todavía no sé qué me vas a preguntar, pero me opongo”.- Groucho Marx (1890-1977) Actor estadounidense.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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