01 febrero 2013

Corrupción…que algo queda. ¡Vaya asco! ¡Cuánto abuso! ¿Algo limpio en España y en el mundo?


“Lincoln y nosotros
No me atrevo a recomendarles la película de Spielberg sobre Lincoln porque me parece fallida en más de un aspecto y, sin embargo, cualquiera sentirá un latigazo en la conciencia merced a la grandeza del personaje, sobre todo si es un español de hoy. Lincoln sacó adelante su enmienda para abolir la esclavitud a riesgo de ser acusado de atrasar el final de la guerra. Triunfó en los dos frentes, pero una bala asesina le entregó muy pronto a la leyenda. Como se dijo, su victoria se fundó en la corrupción urdida por el hombre más puro de América. La frase me ha recordado, por contraste, la supuesta disculpa con que trata de disimularse entre nosotros la corrupción política, la necesidad de financiación de los partidos, una auténtica tontada y una cortina de humo, una más, para tratar de dignificar de algún modo lo mucho que algunos han robado.

La corrupción es inevitable desde el momento en que no se tiene otro credo que el dinero y el poder, algo muy distinto a lo que creía Lincoln, y a lo que debería creer cualquier político decente. La vida humana es lo suficientemente frágil y gris como para que termine en un lodazal si permanentemente no se intenta levantarla hacia un ideal, hacia algo que esté por encima de ella misma. Cuando esto se aplica a la política, es desgraciadamente obvio que quienes no sean capaces de distinguir un ideal de su contrario se aplicarán con celo a lo único que entienden, a enriquecerse, y que esa carrera se desarrollará exclusivamente entre mediocres y pícaros, tal es nuestro panorama, con una Fundación que se llama Ideas, nada menos, dedicada a pagar el copy and paste. Cuando se expulsa a la política, todo se compra y se vende a tanto la palabra. A saber, por ejemplo, lo que habrá cobrado el redactor del galimatías soberanista, aunque alguna idea tenemos de lo que se pagó a cierto filósofo por aderezar la borrosa retórica del Estatut. 

La corrupción se ha hecho general por la conversión de las promesas electorales, sin aparente costo para el ciudadano, en la única munición política, por entronizar a las encuestas en la brújula como único catecismo oportunista. Así, se ha hecho muy fácil conseguir grandes sumas de dinero mediante el engorde artificial de los presupuestos, de modo que los adjudicatarios puedan destinar cómodamente parte de los beneficios que esperan a engrasar a quienes los otorgan; tal poder, en manos siempre de unos pocos, raramente estará en los que mandan en el partido, sin poder sobre el presupuesto y las adjudicaciones. Lo que sí ocurre es que pedir ese dinero en nombre "del partido" es más elegante que pedirlo por las bravas, y hasta puede ser que muchos donantes hayan creído ayudar a la causa de su preferencia, eso sí, tras asegurarse de haber garantizado su interés personal.
En la mayoría de los casos, sin embargo, ese dinero habrá ido a parar a muy pocos bolsillos, a tres o cuatro a lo sumo, siendo muy ilusa la creencia de que pueda emplearse en pagar sobresueldos a mindundis que bastante tienen con creerse importantes y trabajar en aparatos con financiación generosamente asegurada en las cuentas públicas. Nadie con un mínimo de oficio se arriesga a recaudar ilícitamente unos millones de euros para alegrar las fiestas a un contingente muy numeroso que ya tiene un buen pasar, de manera que jueces y fiscales mejor harían buscando el origen de los millones en vez de los supuestos sobres del reparto. Que los partidos pacten medidas contra la corrupción puede resultar tan inútil como que pacten medidas directas contra el virus del SIDA. Lo que hay que hacer, lo mismo que contra el virus, es indirecto: más investigación, más transparencia, más competitividad interna. La verdadera corrupción de los partidos es su rotunda negativa a cualquier forma de democracia interna, a cualquier debate civilizado, a cualquier criterio razonable en la selección de sus cuadros y élites. Esa sistemática represión de cualquier forma de vida política en el seno de las organizaciones llamadas a representarnos es lo que facilita que, en la cúspide, algunos puedan apalear fortunas, aunque, eso sí, en nombre de la Idea.


En ausencia de figuras como Lincoln, aunque bastaría que fuesen ligeramente menores, el debate político nacional se reduce a los informes de abogados del Estado, a las minutas de los sociólogos acoplados al aparato o a pagar algunos euros a cualquiera que pueda escribir un papel susceptible de ser archivado en la oportuna carpeta. Lo literalmente asombroso es que los ciudadanos aguanten tanto tiempo con un sistema tan jibarizado, con una caricatura tan ridícula de la democracia, que soporten con resignación que las opciones políticas se reduzcan a aumentar la deuda o a subir los impuestos, es decir, con recurrir a la misma medicina pero administrada por doctores expertos en simular grandes pendencias, que el pueblo aplaude mientras paga religiosamente, y sin enterarse, los excesivos costes de tan insustancial disputa.

(José Luis González Quirós , en “el Confidencial”, 31/01/2013)

“Algo huele a podrido en Cundinamarca”, recuerdo que proclamaba un príncipe (Hamlet) en un inigualable drama de Shakespeare, pero la verdad es que ello pertenece al mundo de lo ideado, porque en la realidad, si uno aplica aquello de la época franquista de “menos viajar y más leer los periódicos”, pues hay “cositas por aquí” y “cositas por allá”.

Vamos, que esta España nuestra según los medios de comunicación –algunos de ellos-- es un desastre (que en parte lo es), como lo es esta Europa nuestra, y como lo son esos EE.UU “obamianos” que mantienen las armas en buffet libre pese a que sus ciudadanos disfrutan apretando el gatillo; o esa África que se nos sube a las barbas mediante invasiones, rebeliones o secuestros; o esa Asia del odontólogo londinense Assad, que más que sacar muelas, evita trabajo a los dentistas, de tantos individuos a los que evita ortodoncias mediante su aniquilamiento. Y más….y más… y Mas (éste el catalán), que es tan cínico y caradura (adornado de visionario de pacotilla) que se va a ver al Rey, del que tanta animalada dice y consiente que se diga, por aquello de que es una deferencia. ¡Para estos locos estamos!

Ahora bien, lo que no cabe duda es que, cual magma volcánico, la corrupción parece que nos invade, y es verdad que gracias a la “libertad” (?) de prensa, los medios de comunicacióm andan por ahí, cual urracas o cuervos carroñeros –no se sabe— buscando, en competencia estrictamente sensacionalista, que  rinde sustanciosos dividendos, hallar el titular más escandaloso, cualquiera que sea su transcendencia.

Aquella “máxima” ignaciana –de San ignacio de Loyola— de que “en tiempos de tribulación, no hacer mudanza”, parece no sirve para nada a toda esa pléyade de periodistas, si lo son, que buscan lío y notoriedad, metiendose a políticos en cierta manera..

Efectos claros del desarrollo democrático y de la degeneración que en ocasiones implica, porque aún estoy esperando encontrar algo de mesura, de prudencia y de autocontrol en esa carrera sin reglas en pos de desvelar cuanta más “mierda” (con perdón) mejor.

Cierto es que al igual que las “meigas” gallegas, “habelas, haylas”, la corrupción existe y galopa entre nosotros, y está por ver si resulta acorde con los   principios deontológicos “poner el ventilador” unos y otros, para llegar al “tú más…”

Que bien está informar de las porquerías, pero también hay que reparar en que no están las cosas como para alborotar el gallinero, no sea que el cacareo de los gallos y de las gallinas atraiga aún más a las zorras de la especulación capitalista y a las hienas de la desmembración iconoclasta del Estado democrático.

Pero claro, como decía el pastor de mi abuelo, “!es que las ovejas se empeñan siempre en irse hacia donde no deben!...”. Y es verdad.

Los políticos, a ver lo que “trincan” en poder y especialmente en dinero; la familia real, sufriendo los forúnculos de algunos “pillastrones” que confundieron la nobleza con la libertad de fraude, pero pensando en un aurea de protección que no va con estos tiempos; los partidos, creyendose que como ellos son los que legislan, pues sus papeles solo son para ellos…Y los dineros también…

Y los sindicatos, con las orejas gachas por ahora ya que en otro caso se quedan sin dinero, pues viendo por dónde medran, no paran de seguir colocando liberados, que diga, maltrabajas, o algo así…

Pero no hay que espantarse, porque peores las vimos y las salvamos, aunque como mínimo habrá que dar un cachete (tal vez un “knock out”) a tantos y tantos protagonistas de la vida social, y dejar las cosas en verdad, trabajo y sensatez.

Tal vez sea vano intento, pero como de ilusión también se vive, pues al menos digámoslo, a ver si alguien, del gobierno, de la oposición, de la realeza, de los sindicatos, de la prensa, del pueblo, o de donde sea, o quien sea, se digna pensar que con estas alforjas solamente llegaremos al abismo.

¡Y ya estamos al borde!

No valen ambientadores, no valen perfumes,  solo valen efluvios estomacales e intestinales que evidencien que en nuestras entrañas aún fluye la rectitud y la bondad que muchos se empeñan en borrar…

“Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”.- Joan Baez (1941-?) Cantante estadounidense.


SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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