12 mayo 2009

La Patria

“Ninguno ama a su patria porque es grande, sino porque es suya” Lucio Anneo Séneca (2 AC-65) Filósofo latino.

Confieso que me ha sorprendido e impresionado gratamente el libro de “La magia de los Pysanky”, que motivó mi anterior escrito en este blog.
Además del tema, el de los huevos decorados y pintados que recogen diferentes tradiciones y costumbres, que sirven para expresar estados de ánimo, que dejan constancia de acontecimientos, me ha gustado el alma, el espíritu, que la autora ha plasmado en las bonitas páginas de papel couché, dejando traslucir la pasión íntima que deriva de sus raíces familiares y de los recuerdos que en ella genera haber pisado la tierra de sus mayores.
Y efectivamente, me ha dado qué pensar sobre ese concepto hoy tan, a veces, olvidado de la patria. Que unas ocasiones parece anticuado o reminiscencia de pasados tiempos de autoritarismo. Que en otras otras, se interpreta como signo de tendencias no democráticas. Que la mayoría de las veces ni se entiende.
Bien sabemos que quien no ama su patria, quien no la venera, quien no la tiene presente, es porque no la ha o no la merece, ya que este concepto roza los más nobles sentimientos de paternidad, maternidad, vínculos fraternales, amistad, hogar, acogida, consuelo, bienestar espiritual.
Me viene sorprendiendo especialmente el sentimiento patriótico que he encontrado en los inmigrantes, tanto de países del este de Europa como de países latinos, que hablan de su patria (ojo, que no de su nación) con tal embeleso y cariño como si hablaran de su madre; que comunican un especial brillo a sus ojos cuando rememoran cualquier detalle y circunstancia referidos a la tierra de sus orígenes.
Conozco especialmente bien el sentir de los ucranianos fuera de su país, cuando se reúnen para elaborar sus comidas, sus blinchiky o tortitas de maíz, sus pelmeny (especie de raviolis), sus tsibureky (que aunque de origen georgiano tanto se consumen en Rusia, Ucrania y alrededores), sus golupsie (con ese delicioso sabor a carne envuelta en las hojas de col), su kvas (la bebida de trigo tan refrescante), sus deruny (de origen polaco pero tan introducidos también en Rusia y Ucrania), el borsch (esa sopa inflamada en rojo patrio y especialmente tan “acondicionante” en invierno…).
Y conozco muy bien el sentir de los ucranianos cuando al unísono alzan sus “vasitos “ repletos de vodka (el “gorilka”) para brindar por los presentes, los ausentes, los amigos, los hombres, las mujeres, y hasta por la penúltima (que no es sino “por el caballo”, que es quien les conducirá hasta casa si el alcohol llega a ser demasiado…)
Y no olvido su espíritu común cuando entonan sus cánticos populares del Este y del Oeste, de las riberas del Mar Negro y de las costaneras del Dnipro o de las estepas centrales, o de los montes Cárpatos.
Y menos puede olvidarse que después de todo, después de comer, de beber, de cantar, de gozar juntos, siempre terminan con su “Slava Ukraina” (Gloria a Ucrania).
Ellos bien saben de su patria, que no es desde hace la veintena de años en que recientemente gozan de independencia, sino de cuando los cosacos, y los hutsules, y los tatares, y tantas y tantas tribus o etnias fueron sembrando en las tierras de Precarpatia y Carpatia, del Dnipro, de Crimea, lo que ahora es la patria para tanta gente.
Comprobando cómo los ucranianos en la diáspora vibran ante el recuerdo de su patria, no dejo menos que lamentarme de que en algunos países, como esta piel de toro –todavía— llamada España, haya descastados, descerebrados, que llamen retrógrados a quienes sienten su patria.
Estas consideraciones provoca el libro de los Pysanky, demostrando que no se trata simplemente de una información concreta sobre unos objetos folklóricos, sino de un apunte profundo sobre el alma de un país, sobre la realidad de una patria…
“El amor a la patria es más patente que la razón misma” Ovidio (43 AC-17) Poeta latino.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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