02 septiembre 2008

VIVENCIAS DE UCRANIA: LOS UCRANIANOS DAN LAS GRACIAS A RUSIA

Hago un paréntesis en la prometida crónica “por partes” de mi periplo por Europa, para tocar un tema que ha estado de rabiosa actualidad en el mes de Agosto, y que he podido vivir de cerca, compartiendo con los ucranianos sus impresiones y reacciones.
Me refiero en concreto a la invasión militar por Rusia de parte de Georgia, la nación caucásica a orillas del Mar Negro; y al apoyo clamoroso de Rusia a la independencia unilateral de Abjasya y Osetia del Sur, conflictivas provincias de la República de Georgia, con antiguos intentos separatistas.
Sabido es que Rusia, sin encomendarse más que a sí misma, invadió porque sí la región de Grozni, en Georgia, y tuvo que soportar no solamente la débil, por falta de fuerza propia, reacción del gobierno georgiano, sino la muy vociferante y poco efectiva actuación del presidente francés y de la Unión Europea, “Napoleón” Sarkozy; de míster PESC en la UE, el inefable Javier Solana (que “pastelea” más que habla) y de algún que otro bienintencionado líder de la Europa occidental.
Bien. Rusia invadió Grozni, y aparentemente sus tropas abandonaron lo invadido unas semanas después, pero no por la presión de Georgia, sino porque convenía a los rusos no complicarse más en ello, ya que se anunciaba, como así ocurrió, la declaración unilateral de independencia de las dos citadas provincias de Georgia.
Estaba yo en Ucrania a la sazón, y escuché por doquier, a políticos y a gentes llanas, una frase entre irritada y timorata: ¡Que los próximos no seamos nosotros!Y el día 22 de Agosto, tuve la satisfacción de encontrarme en Ivano-Frankivsk, la capital ucraniana de Pre-Carpathia, con mi buen amigo Roman Tkach, antaño Gobernador del oblast y hoy prominente Diputado en el Parlamento ucraniano.
Hacía más de un año que no reuníamos, y por ello fue recíproca nuestra gran satisfacción, de manera tal que no solamente tomamos un cafetito o un té, sino que brindamos, con nuestros acompañantes, antes que nada por nuestros respectivos países y nuestra amistad, y después Roman Tkach propuso un brindis …“por Rusia”...
Confieso que momentáneamente me sentí confuso, pero esa aparente incomprensión se tornó en sonrisa maliciosa por mi parte y cuajó en un brindis sincero de todos los presentes, cuando Roman Tkach dijo con la claridad y espíritu abierto que le caracteriza: “Por Rusia, que a base de ir provocando a nuestros vecinos y amenazando veladamente los intereses de Ucrania, está consiguiendo algo sobre lo que los ucranianos estábamos dubitativos: Que todos estemos de acuerdo en que nuestra única solución es acercarnos lo más posible a la Europa democrática”.
Tenía, y tiene, “miga” el brindis, porque, sin decir mucho, lo dice todo.
En efecto, Rusia, a través de varios de sus políticos, viene presionando de manera florentina sobre lo “inadecuado” de que Ucrania ingrese en la NATO; sobre sus derechos en la base naval de Sebastopol, en Crimea-Ucrania; sobre las fronteras comunes en el Mar Negro; sobre sus reivindicaciones sobre el uso del idioma ruso en varias regiones orientales de Ucrania…
Y los ucranianos, divididos por una desvergonzada clase dirigente, que solamente busca enriquecimientos casi siempre ilícitos, se enzarzan en polémicas pro y anti Rusia, sin darse cuenta de que lo que su nación necesita es la unidad de pensamiento, de sentimiento, de espíritu, de acción, para ser una nación con personalidad propia, emancipada de una vez de la tutela inmemorial de los rusos.
Pero en lo que nadie ha reparado es en que Rusia está valiéndose, de una forma tan inteligente como peligrosa (no se olvide que Putin cesó como Presidente, pero ahora el Presidente es un discípulo suyo y él es el Primer Ministro con más poder ejecutivo directo) de su situación privilegiada como suministrador de gas a Francia y Alemania, con la promesa de construir un nuevo gasoducto que evite Ucrania y llegue por Italia; y como suministrador de petróleo.
Así, aunque el Presidente de Georgia cometió la enorme imprudencia de provocar primero a Rusia (realmente ésta “provocó” que le provocasen), y desencadenó las situaciones descritas, Rusia ha continuado presionando e insinuando derechos en contra de Ucrania, ante la tibia e interesada reacción evasiva de los principales países del UE, que prefieren garantizar su suministro antes que apoyar a una Ucrania todavía demasiado indefinida.
Doy la razón a Roman Tkach en su anhelo de que tanto imperialismo desde Rusia pueda contribuir a “centrar” y moderar los espíritus políticos ucranianos, para que la oligarquía preponderante pueda consensuar una transición auténtica hacia una justa economía de mercado y una democrática vida política.
Mientras tanto, el águila rusa, poderosa cual la más potente, otea desde los cielos para percibir cualquier pequeña debilidad en su vecina Ucrania, y “acudir” en su ayuda, bien “a favor” de la siempre pro-separatista Crimea, bien por cualquier otra razón de los gasoductos que atraviesan Ucrania, y “agarrar” (por lo de “garras”) todo el botín que pueda.
Yo ya he dicho en Ucrania que su Presidente Yúshchenko me parece un buen Presidente “para Austria o para Alemania”, y que la Premier Yulia Tymoshenko haría buen papel de Hillary Clinton, especialmente para provocar algarabías…
Pero la Ucrania de hoy necesita otras personas, otros dirigentes…
¡Yo me permití decirle a Roman Tkach –cosas de amigos— que si él se presentaba a algo más importante en Ucrania, me ofrecía a ayudarle en su equipo!
Su respuesta fue genial: “Te aprecio demasiado para involucrarte en estas cosas. Prefiero quedarme con tu amistad”Pues vale. ¡Que Ucrania se despabile! ¡Menos agradecer a Rusia y más organizar la casa!
Cabría recordar a los políticos ucranianos la frase de Oscar Wilde (1854-1900): “La ambición es el último refugio del fracaso”Y también, una vez más, la fábula de los galgos y los podencos, de Tomás de Iriarte, que reproduzco para olvidadizos a continuación.

LOS DOS CONEJOS
Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.
De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente,
amigo, ¿qué es esto?»
«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego...;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».
«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos.»
«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo.»
«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso.»
«Son galgos, te digo.»
«Digo que podencos.»
En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.
Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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