05 marzo 2008

Sentir la patria: Las banderas, las fotos del Rey y otras cosas...

Querido Igor:
Te supongo buen conocedor de los últimos y esperpénticos sucesos en este nuestro país, que por el momento aún sigue llamándose España, aunque varios grupúsculos de histéricos separatistas (ahora se les edulcora el nombre con el de “nacionalistas”) estén empeñados en generar la “República Monárquica Federal de las Diecisiete Naciones Españolas”
Suena a galimatías, y más aún a puro dislate, auspiciado por la tibieza (“Porque no eres ni frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”, reza el Apocalipsis) de un Gobierno cuyo presidente practica el mandato evangélico de la confusión, con aquello de que “no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda”.
Sin que pueda pensarse que mis simpatías se inclinan por el partido que no gobierna, he de reprochar a nuestro ínclito primer ministro su doblez y superficialidad, proclamando en voz alta lo contrario de lo que hace en silencio.
Y es que resulta intolerable que se haya permitido trastocar la Constitución --que tantos esfuerzos y consensos exigió – para ir camino de una especie de estado federal, de la mano de un montón de grupúsculos semi- revolucionarios, anti casi todo, que solamente desean la Carta Magna para aprovecharse de los ingresos que se proporcionan por ser partidos políticos dentro de un estado democrático como el español.
Así, Esquerra Republicana de Cataluña, ¿cómo puede querer a una nación llamada España, si lucha por la República y por una Cataluña independiente?
¿Y qué decir del Bloco Nacionalista Galego? Su origen y esencia separatista no ofrece duda.
¿Acaso del Partido Nacionalista Vasco no es paradigma de la instrumentación de la independencia para la propia supervivencia?
Y así, las banderas de España ondean donde ondean, que no es ni mucho menos donde debieran, porque hay Ayuntamientos (inclusive gobernados por socialistas) que eluden izarlas en sus edificios; y las fotografías del Rey y de su familia son quemadas entre mofas y paranoicas proclamas antimonárquicas, con gestos y exclamaciones de, cuanto menos, ausente educación y respeto
¡Bendita la democracia que permite que ello ocurra sin que se diluya la nación como un azucarillo!
Pero, prestemos atención, porque se empieza quemando fotos del Rey, puede acabarse quemando edificios; si se comienza no poniendo banderas constitucionales, se termina blandiendo enseñas antidemocráticas; cuando se empieza a hablar de nacionalismo supra-autonómico, se puede acabar construyendo fronteras sociales, idiomáticas y políticas.
Yo pienso, querido Igor, que en España nos hemos emborrachado tanto de democracia, que al final, esa misma democracia se nos está escapando de entre las manos…
No puedo olvidar, hasta me emociona, el fervor con que los ucranianos (inmersos en un montón de problemas en su ardua marcha hacia la democracia), celebran y se felicitan el día de su independencia, de su Nezaleshnoshty, con la proliferación de banderas (no de las regiones sino de la nación) con las celebraciones folklóricas en todo el país, con el canto de su Himno Nacional, con la mano puesta en el corazón, la mente orgullosa y alguna lagrimilla furtiva en los ojos.
Así, cuando los ucranianos dicen Slava Ukraina (Gloria a Ucrania) se sienten orgullosos de la nación que están construyendo.
En España deberíamos repetir más veces el ¡Gloria a España!, como la mejor manera de despreciar, arrinconar, olvidar y sepultar a quienes ni cantan su Himno, ni saludan su bandera nacional, ni respetan los símbolos constitucionales –con la institución monárquica a la cabeza- y solamente buscan, amparados en la tibieza de quien quizás solo trata de perpetuarse en el poder, hacer lo propio en el “pedazo” de España que han secuestrado con sus pactos anti-natura.
¡Gloria a España, nuestro país! ¡Gloria a Ucrania, nuestro segundo y amado país!
¡Y protejámonos de los descerebrados que intentan su lucro personal bajo la falsa enseña de una democracia que ni practican ni conocen!
Espero tus comentarios, querido amigo.
Un abrazo “hispano-ucraniano”,
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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