05 marzo 2008

La "anti-casa" de los españoles

Durante mucho tiempo he mantenido unas relaciones personales normales con la Embajada de España en Kiev, los diplomáticos que la dirigen y el personal que en ella trabaja.
Varios de ellos me han distinguido con su amistad, y me han acogido como español y como amigo casi cuantas veces he ido a Kiev y he tenido necesidad de algunas gestiones en nuestra representación diplomática.
No he tenido queja en los años precedentes, pese a que he comprobado personalmente, durante mi estancia en la Embajada, que el trato hacia los españoles (bien residentes, bien de viaje en Kiev por motivos privados, generalmente matrimonios o adopciones) no era, ni mucho menos, lo que debe esperarse de la representación del propio país en el extranjero.
El trato a los ucranianos siempre me ha parecido especialmente adusto.
Es cierto que se ha producido un sin número de abusos e irregularidades en la presentación de documentación para visados, pero ello no implica que en el trato personal, cara a cara, se olvide por los funcionarios que quien tienen delante es un ser humano, no un súbdito, ni un subordinado.
Me ha indignado siempre (esto es otra cosa aún más grave) la inhumanidad que implica tener esperando en la calle a más de cincuenta personas, soportando calor, lluvia, frío, nieve, porque el edificio actual de la Embajada se concibió tan raquítico, que apenas si caben en su interior veinte o treinta personas. Suele tratarse de gente ucraniana, y ello aún indigna más.
Los españoles no se libran del antipático trato y del mal servicio.
Si necesitan cualquier información, resulta imposible por teléfono, que casi siempre está comunicando, y que es atendido por un telefonista-portero no español, que habla a medias nuestro idioma, y desconoce absolutamente las reglas de urbanidad y trato de gentes de las que hacemos gala los españoles.
Y si lo que se pretende es acceder físicamente a la Embajada, hay que pedir una “cita previa, para que se conceda una cita previa de solicitud de la cita previa”, de manera que si el asunto es de vida o muerte, hay que dar ésta por segura.
Cuando se habla de ello, por un milagro, con alguno de los diplomáticos, hinchan el pecho y dicen que todo anda muy bien, pero que los españoles y los ucranianos abusan de la Embajada.
Me asaltan recuerdos de los pasados tiempos de la burocracia española, en la que todo habría que hacerlo por “triplicado” para que el tiempo se triplicase también.
En el caso de la Embajada de España, todo se triplica: La poca atención; las dificultades de información; la indelicadeza; la indiferencia…
Podríamos “triplicar” nuestra indignación contra lo que es ciertamente la “anti-casa” de los españoles en Ucrania, pero es mejor “triplicar” nuestro desdén y nuestra indiferencia.
¡Ah! Y no hablo ahora –será en otra ocasión- sobre cómo cualquier iniciativa de fomentar e incrementar las relaciones entre España y Ucrania, los españoles y los ucranianos, fenece ante el silencio, la inacción y la indiferencia de quienes se han convertido en nuestros “anti-representantes”.
Eso sí; todo se hará, por triplicado, con cita previa, y pidiendo perdón por osar molestar a quienes pagamos con nuestros impuestos…
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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